En 2025 no hace falta más sociología sobre Maradona. En cambio, su devoción sigue siendo interesante, porque no habla del ídolo sino de sus fieles, de su afán de vivir en fraternidad. Leer
En 2025 no hace falta más sociología sobre Maradona. En cambio, su devoción sigue siendo interesante, porque no habla del ídolo sino de sus fieles, de su afán de vivir en fraternidad. Leer
Uno. Se me van los ojos al juicio por la muerte de Maradona. Mi información es de tercera mano, pero trataré de resumir la idea que me hago: un hombre rico, enfermo y aterrado ante la muerte, atrajo a médicos desaprensivos que le prometieron milagros y luego lo desatendieron en una muerte humillante. Tras cinco años, la familia denuncia que esos médicos fueron algo peor que negligentes. Denuncian una conspiración contra el fallecido, al que, por tanto, le atribuyen un valor subversivo y redentor… Un valor crístico, creo que es la palabra.. En 2025 no hace falta más sociología sobre Maradona, lo sé. En cambio, su devoción sigue siendo interesante, porque no habla del ídolo sino de sus fieles, de su afán de vivir en fraternidad.. Dos. Vamos con la palabra fraternidad. Hace mil años leí una entrevista a Orhan Pamuk. Decía Pamuk que a los países musulmanes se les daba mal la igualdad y muy mal la libertad, pero que eran buenísimos con la fraternidad. La frase era graciosa porque ¿qué era eso de la fraternidad? Pamuk explicaba que la fraternidad podía ser una pesadez, podía ser ese primo segundo que lo abordaba en la mezquita y le decía: «Querido primo Orhan, tu hija enseña mucho escote».. Tres. Una amiga me cuenta que su psiquiatra de la Seguridad Social se vuelve huidiza cuando ella le dice que se siente bien y que querría prescindir de los antidepresivos que toma desde hace cinco años. Sé que la historia de la enferma que quiere dejar las pastillas es la más dudosa del mundo, pero la doctora nunca se para a explicarle el tratamiento con perspectiva. Sólo se escabuye. A mi amiga le queda la sensación de que la psiquiatra tiene más miedo que ella al método del error/prueba. Su caso clínico, desde fuera, no parece grave ni el paso irreversible.. Más o menos pasa lo mismo en todas partes, ¿verdad? Allá donde se da un servicio público, de la justicia a la educación, los funcionarios aplican protocolos, estrategias que los protegen de las previsibles cóleras de algunos ciudadanos y que hablan de una forma del descontento del mundo que aún está por entender bien: la desconfianza en el otro.O sea, lo contrario de la fraternidad.. Cuatro. Otra amiga me escucha hablar mal de los protocolos y me recuerda la política impulsiva de Trump, hecha a base de romper protocolos. No se me ocurre una palabra para rebatirla. Supongo que, en un mundo ideal, los protocolos, igual que las cortesías, existirían, pero no serían tan rígidos como para paralizarnos. Y que la fraternidad sería algo diferente a llorar a Maradona. Consistiría en decirle al médico: «Asumo que tus decisiones comportan riesgos; adelante».
Literatura // elmundo