El caos culinario de The Bear ha regresado con su esperada cuarta temporada, estrenada en Disney+ para empezar el verano tratando de quitar el sabor amargo de la tercera. El tumultuoso viaje de Carmy Berzatto en su restaurante en Chicago afloja en el estrés característico de la serie, y propone una especie de consecuencia y redención de todas las dificultades y problemas que habían convertido la serie en una experiencia un tanto deprimente. No deja la intensidad emocional, pero de alguna manera acaba ofreciendo lo que más o menos prometía: ese largo nudo que supusieron los 10 episodios anteriores.. Seguir leyendo
Disney+ ha estrenado la cuarta temporada de la serie con Jeremy Allen White sin noticias de renovación y la sensación de que podría acabar en su último episodio
El caos culinario de The Bear ha regresado con su esperada cuarta temporada, estrenada en Disney+ para empezar el verano tratando de quitar el sabor amargo de la tercera. El tumultuoso viaje de Carmy Berzatto en su restaurante en Chicago afloja en el estrés característico de la serie, y propone una especie de consecuencia y redención de todas las dificultades y problemas que habían convertido la serie en una experiencia un tanto deprimente. No deja la intensidad emocional, pero de alguna manera acaba ofreciendo lo que más o menos prometía: ese largo nudo que supusieron los 10 episodios anteriores.. Esto hace que tenga sentido que la cuarta temporada se renovase y rodase consecutivamente con la anterior. Fue una decisión estratégica para mantener el impulso creativo y encajar las agendas del reparto, siguiendo la tradición de rodar en Chicago en localizaciones reales, algo que ya se ha convertido en una de sus señas de identidad. Los nuevos capítulos se han estrenado de golpe, manteniendo el formato binge watching que en esta ocasión es un movimiento arriesgado, porque a medida que se desarrolla la historia el futuro de la serie acaba en un gran signo de interrogación ¿Estamos ante el final de The Bear?. Es de sobra conocido cómo se las gastan las plataformas cuando tienen un éxito y lo que suele pasar, que se estira tanto el chicle que acaban cansando a los fans. Los casos de Star Wars, The Walking Dead o El cuento de la criada son advertencias de lo que pasa cuando se tienta a la sobreproducción, y The Bear rozó esa sensación el año pasado. Quizá por ello, esta nueva entrega ha recibido una respuesta crítica más tibia que sus predecesoras. En Rotten Tomatoes, el 82% de los 55 críticos que la han visto la han valorado positivamente, mientras que Metacritic le asignó una puntuación media ponderada de 73 sobre 100 basada en 36 críticas, lo que la convierte en la temporada menos valorada de la serie en ambos agregadores.. Se podría decir que es un tanto injusto, ya que este penúltimo baile aborda de verdad las secuelas de los acontecimientos de la segunda, a diferencia de la tercera, que parecía congelar el tiempo para Carmy, actuando como un zombi que no era capaz de afrontar su propia mochila de errores y no hacía más que alargar una sensación que establecía la gran bronca del capítulo en el que se quedaba encerrado en la nevera. Ahora, por fin toma las riendas, toma decisiones y se cuestiona lo que quiere de verdad, cerrando conflictos que necesitaban ser abordados desde hace tiempo.. El episodio 7, titulado Osos, es casi una respuesta al celebrado Peces de la segunda, un reflejo de calma y crecimiento de toda la familia, reubicando a todos esos personajes, todos esos cameos característicos de The Bear, en una apacible reunión que resume el espíritu de este tramo final, el encuentro de los traumas con la ayuda, la necesidad de crecer, madurar y sobreponerse a las dificultades. Es mucho más compasiva, menos tormentosa y resume las virtudes que enamoraron a la gente desde el principio, poniendo la guinda a la evolución de Richie, quizá el único verdadero gancho emocional que seguía importando.. De esta forma, la temporada es casi una tabula rasa para los principales conflictos, lo que genera una duda lógica sobre la continuidad de la serie, que realmente encuentra un punto imperfecto de dejar las cosas en un lugar adecuado.. La pregunta no es tanto si va a continuar como si debería terminar aquí. Hay detalles que marcan un final digno y satisfactorio pero la forma de cerrarlo es incierta. FX todavía no ha dado luz verde oficialmente a una quinta temporada, pero, según algunas fuentes que han informado a Variety, aunque no existen guiones para una posible quinta temporada, el creador, Christopher Storer, tendría «una dirección clara en mente en caso de que siga adelante». Quizá esa incertidumbre de su propio showrunner es lo que hace que el intenso episodio final sea deliberadamente ambiguo sobre lo que va a pasar.. Aunque los personajes principales encuentran cierto grado de resolución, deja un gran fleco abierto, uno que quizá sea mejor imaginar que ver, aunque la verdad es que The Bear puede haber creado su propio callejón sin salida a causa de su propio éxito. La grabación seguida de dos temporadas no era baladí, ya que el mayor reto para la producción es encontrar un periodo de tiempo en el que los actores puedan reunirse para el rodaje, debido a las apretadas agendas del reparto con proyectos cinematográficos muy grandes.. Y es que Jeremy Allen White, Ayo Edebiri y Ebon Moss-Bachrach están más ocupados que nunca, ahora son estrellas mucho más grandes de lo que eran hace unos años. White se ha metido en la piel de Bruce Springsteen en un lujoso biopic, Edebiri está en decenas de proyectos, entre otros uno con Julia Roberts y Luca Guadagnino, o escribir su propia película para A24, mientras que a Moss-Bachrach le espera un largo camino de blockbusters haciendo de La Cosa de Los 4 fantásticos en los próximos años de Marvel.. Quizá no es un mal momento de dejar aquí a los bears de Chicago luchando por su restaurante, batiendo problemas día a día y encontrando el punto de equilibro sereno entre el trabajo y su vida. También antes de que la serie acabe de convertirse en una caricatura, con su receta de diálogos intensos y banda sonora de rock tranquilito, es un buen momento para echar de menos su característico estilo de montaje. También para no enfangar su nueva y hermosa interpretación de la cuenta atrás que suele imponer la tensión, el «cada segundo cuenta» que ahora cobra una nueva dimensión, alejada de la autoexigencia, más centrada en el carpe diem.
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