La reciente obra del autor, titulada ‘El órgano’, se presenta como una novela que evoca el estilo de los clásicos. Se asemeja a las novelas breves, alegóricas y completas que solían provenir de Centroeuropa hace varias décadas.
La reciente obra del autor, titulada ‘El órgano’, se presenta como una novela que evoca el estilo de los clásicos. Se asemeja a las novelas breves, alegóricas y completas que solían provenir de Centroeuropa hace varias décadas.
Lo de Diego Sánchez Aguilar (Cartagena, Murcia, 1974) es definitivamente serio: hace dos años nos sorprendió la calidad de su novela Los que escuchan, que en La Lectura calificamos de «con tintes de obra maestra». Ahora, con su nuevo libro El órgano, podríamos decir que tiene un aire de clásico, ya que posee la ambición, la aparente simplicidad, la estructura formal, el estilo general y la potente carga simbólica típicas de las novelas breves, alegóricas y completas que solían llegar desde Centroeuropa hace varias décadas. Candaya. Ciento veintiocho páginas. 16 euros. Puedes adquirirlo aquí. El ambiente que se representa es más bien nórdico, luterano, austero, helado y desolado, aunque el trasfondo es húngaro, checo o al menos alemán. De hecho, hay un elemento argumental que lo asemeja a El perfume de Patrick Süskind, aunque insisto en que el estilo es muy diferente, como si Halldór Laxness hubiera nacido en Praga o quizás en Bucarest. Enfocándonos en la historia: en un pueblo remoto y elevado de un país indeterminado, en un tiempo aún marcado por el aislamiento y la superstición, llega un nuevo organista desde la ciudad, junto a su alegre y hermosa esposa. Después de las primeras y previsibles desconfianzas, las nuevas composiciones que el joven músico interpreta en el templo (muy diferentes de las eternas y estáticas que brindaban sus antecesores, para la tranquilidad de los feligreses) comienzan a reactivar a los habitantes del lugar, aportando color y calidez a sus vidas de una manera desconocida para ellos, despertando emociones que habían estado adormecidas durante generaciones. Sin embargo, se anuncia en un lugar distante una guerra contra un ejército de salvajes, y el organista es convocado a filas. Pronto vamos conociendo todo esto, pero lo primero que se revela, sin misterio alguno, es que el organista ha fallecido, al igual que su esposa y su pequeño hijo, y que sus muertes han sido tan horrendas que casi no se pueden mencionar. El hecho de que en esta novela nadie tenga nombre, a excepción de Dios, Prometeo y Pitágoras, resalta la naturaleza arquetípica de los personajes que participan con sus monólogos, donde relatan sus versiones de los hechos a un inspector que ha venido a investigar: el herrero, el maestro, el sacerdote… Así mismo, la guerra y la música actúan como personajes, al igual que las tres montañas (Las Tres Hermanas) que dominan el pueblo, a las que Sánchez Aguilar les otorga voz con una solemnidad poética que a veces resulta excesiva. «Sus novelas exhiben la aparente simplicidad y el poder simbólico de las antiguas ‘nouvelles’ de Europa Central.»
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