El otro día alguien me dijo que le había salido anunciada una pajita de acero con la que podías beber para evitar que te salieran arrugas y yo pensé tres cosas.. La primera, que estamos ante el inminente colapso de la sociedad occidental; la segunda, que lo que más me molesta de estar ante el inminente colapso de la sociedad occidental es su pulcritud; y la tercera, que en 2022 Jemima Kirke hizo un Q&A (Questions and Answers) en su Instagram y respondió “I think you guys might be thinking about you too much” cuando una persona le pidió consejo para las mujeres jóvenes que son inseguras. Vamos, lo que viene a ser un “espabilad” de toda la vida.. Ni autoayuda ni mierdas, cortita y al pie.. Si no ubicáis a Jemima Kirke es normal, es una actriz británico-estadounidense que no destaca precisamente por la vastedad de su filmografía, sino por erigirse como tótem generacional y Persona Que Mola in excelsis al encarnar a Jessa Johansson en Girls (personaje que, por cierto, creo que es de lejos el peor de las cuatro protagonistas de la serie, pero ese es otro tema).. No sé si recordaréis cómo era vuestra vida en 2012 cuando salió Girls; yo tenía 14 años, mi serie favorita era Skins y me tragaba con embudo cualquier contenido audiovisual anglosajón (pensaba que lo guay solo estaba ahí).. Como Girls estaba en el centro de la conversación, me puse el piloto. Al segundo episodio no llegué porque no me gustó nada; no lo entendía y me negaba a pensar que las chicas adultas pudieran ser tan catetas. Prefería seguir viendo a chavales de 17 años de Bristol desatendidos yendo a raves.. Ahora tengo 26 años y, como era de esperar, no solo no me parecen catetas, sino que me parecen brillantes. Girls hablaba de cosas tristes pero no era nihilista, tenía la gracia y la sorna que tienen las desgracias cuando ha pasado el suficiente tiempo como para poder contarlas.. Era una serie con escenas anticlimáticas e incisivamente crueles, tan crueles como piensas que te recibe el mundo a los 23 años; cualquier situación humillante, se vivía el triple de humillante en Girls, y eso no les quitaba el sueño ni a Marnie, ni a Shoshanna, ni a Jessa, ni mucho menos a Hannah, alter ego de Lena Dunham (creadora y directora).. Me acuerdo de una escena del último episodio de la primera temporada (Lo ha hecho), en el que Hannah se queda dormida en el tren después de pelear con Adam y despierta desorientada en mitad de ninguna parte. Cuando les pide ayuda a unas chavalas que estaban por ahí, ellas solo se ríen y una dice por lo bajini: “¿Lleva puesto un cinturón verde de verdad?”… Algo así solo puede salir de una cabeza que le ha dado tantas vueltas a las cosas que ya está de vuelta y media con todo; que sabe que la única forma de vivir es dando por hecho la vergüenza. Como decía antes, me parece brillante.. Y me lo parece porque estas son, señoras y señores, las cosas que de verdad merecen la pena resignificar: la vergüenza, la incomodidad, la torpeza, el cringe… no las banderas (si es que acaso hay mayor bandera que la vergüenza).. Dicho esto, no todo es jauja; revisitar Girls en 2025 es desalentador. Un poco como ver desde la ventanilla del coche uno de esos hoteles masivos, abandonados en solares y a medio construir (sin la parte de la especulación urbanística masiva, claro).. El que hace unos años la serie de Lena Dunham se posicionara como el Sexo en Nueva York de las millenials hablaba, en cierta forma, de un futuro prometedor. Mujeres erráticas, obsesivas, contradictorias y aristadas eran protagonistas del fenómeno mediático del momento: con esto por delante, estaba claro que la normalización de este tipo de personajes femeninos no era más que cuestión de tiempo e implicaba que, socialmente, nos estábamos deshaciendo del encorsetamiento de la mujer como ente plano. ¡A lo mejor esto calaba tanto que incluso conseguíamos que la gente dejara de decir que Skyler era la mala de Breaking Bad!. Como comentaba, echando la vista atrás, Girls era una promesa de futuro casi como lo fueron los coches voladores en su momento: en el futuro tendréis las tetas feas y vuestra vida continuará… en el futuro nunca olvidaréis el ridículo que hicisteis esa noche delante de vuestro ex y vuestra continuará…. De pronto hemos llegado al futuro y no hay coches voladores, ni pezones asimétricos en pantalla, solo turbo-fascismo e ilustraciones hechas con IA y, por si fuera poco, el género femenino es cada día algo más performativo, sangrante y costoso.. El creciente auge en redes sociales del I’m just a girl, del clean look y de la clean girl no es tendencia; es propaganda y un aviso de lo que está por venir (de lo que está por volver).. La exacerbación del orden, la elegancia, los armarios cápsula y el lujo silencioso es la antesala de la condena al ruido, al desahogo, a la expresión y, por consiguiente, a la disidencia (sexual, racial, de género). ¿Nos habría salvado Girls de ese anuncio de los vaqueros de Sydney Sweeney que hace apología a la eugenesia? Pues no, pero el universo de Lena Dunham chocaba frontalmente contra esta burbuja de recato autoimpuesto y eso, quieras o no, era un respiro.. Tampoco es casual la sobreutilización de lo limpio en estos escenarios; lo limpio está entramado con el orden, el orden con el lujo, el lujo con lo privado, y lo privado con la clase. Bibiana Collado ya habló de la limpieza como exigencia social y moral para según qué personas en Yeguas exhaustas: “En mi casa, la limpieza había sido siempre un signo de honradez. Pobres pero limpios parecía ser el lema oculto. De hecho, la insistencia en la higiene doméstica que tenían mi madre y otras muchas madres del pueblo era tal que resultaba perturbadora. ¿Qué clase de mancha pretendían borrar con tanta limpieza? ¿Sería la propia pobreza la que querían borrarse?”. A colación de esto, hace unos meses estuve tomando algo con dos de las mentes más brillantes de mi generación (mis amigas Laia Manzanares y Leonor Cervantes) y, hablando de este tema —del resurgir de la clean girl, de la chica que solo es chica—, Laia mencionó un verbo catalán que no tiene, como tal, traducción al castellano: embrutar. “Podría traducirse como ensuciar, pero no es solo ensuciar, es algo más”, dijo. Y creo que es verdad, embrutar tiene otra fuerza, tiene vehemencia e intencionalidad. Para mí todas las chicas de Girls están embrutadas perdidas, incluso Marnie s’ha embrutat alguna que otra vez.. Por último, no puedo pasar la oportunidad de deciros que no, no sois simplemente unas chicas y que, si tan limpias sois, lavaos el pelo.. Frente al clean look, embrutem-nos.. Seguir leyendo
El otro día alguien me dijo que le había salido anunciada una pajita de acero con la que podías beber para evitar que te salieran arrugas y yo pensé tres cosas.La primera, que estamos ante el inminente colapso de la sociedad occidental; la segunda, que lo que más me molesta de estar ante el inminente colapso de la sociedad occidental es su pulcritud; y la tercera, que en 2022 Jemima Kirke hizo un Q&A (Questions and Answers) en su Instagram y respondió “I think you guys might be thinking about you too much” cuando una persona le pidió consejo para las mujeres jóvenes que son inseguras. Vamos, lo que viene a ser un “espabilad” de toda la vida. Ni autoayuda ni mierdas, cortita y al pie. Si no ubicáis a Jemima Kirke es normal, es una actriz británico-estadounidense que no destaca precisamente por la vastedad de su filmografía, sino por erigirse como tótem generacional y Persona Que Mola in excelsis al encarnar a Jessa Johansson en Girls (personaje que, por cierto, creo que es de lejos el peor de las cuatro protagonistas de la serie, pero ese es otro tema). No sé si recordaréis cómo era vuestra vida en 2012 cuando salió Girls; yo tenía 14 años, mi serie favorita era Skins y me tragaba con embudo cualquier contenido audiovisual anglosajón (pensaba que lo guay solo estaba ahí).Como Girls estaba en el centro de la conversación, me puse el piloto. Al segundo episodio no llegué porque no me gustó nada; no lo entendía y me negaba a pensar que las chicas adultas pudieran ser tan catetas. Prefería seguir viendo a chavales de 17 años de Bristol desatendidos yendo a raves. Ahora tengo 26 años y, como era de esperar, no solo no me parecen catetas, sino que me parecen brillantes. Girls hablaba de cosas tristes pero no era nihilista, tenía la gracia y la sorna que tienen las desgracias cuando ha pasado el suficiente tiempo como para poder contarlas.Era una serie con escenas anticlimáticas e incisivamente crueles, tan crueles como piensas que te recibe el mundo a los 23 años; cualquier situación humillante, se vivía el triple de humillante en Girls, y eso no les quitaba el sueño ni a Marnie, ni a Shoshanna, ni a Jessa, ni mucho menos a Hannah, alter ego de Lena Dunham (creadora y directora). Me acuerdo de una escena del último episodio de la primera temporada (Lo ha hecho), en el que Hannah se queda dormida en el tren después de pelear con Adam y despierta desorientada en mitad de ninguna parte. Cuando les pide ayuda a unas chavalas que estaban por ahí, ellas solo se ríen y una dice por lo bajini: “¿Lleva puesto un cinturón verde de verdad?”… Algo así solo puede salir de una cabeza que le ha dado tantas vueltas a las cosas que ya está de vuelta y media con todo; que sabe que la única forma de vivir es dando por hecho la vergüenza. Como decía antes, me parece brillante. Y me lo parece porque estas son, señoras y señores, las cosas que de verdad merecen la pena resignificar: la vergüenza, la incomodidad, la torpeza, el cringe… no las banderas (si es que acaso hay mayor bandera que la vergüenza). Dicho esto, no todo es jauja; revisitar Girls en 2025 es desalentador. Un poco como ver desde la ventanilla del coche uno de esos hoteles masivos, abandonados en solares y a medio construir (sin la parte de la especulación urbanística masiva, claro).El que hace unos años la serie de Lena Dunham se posicionara como el Sexo en Nueva York de las millenials hablaba, en cierta forma, de un futuro prometedor. Mujeres erráticas, obsesivas, contradictorias y aristadas eran protagonistas del fenómeno mediático del momento: con esto por delante, estaba claro que la normalización de este tipo de personajes femeninos no era más que cuestión de tiempo e implicaba que, socialmente, nos estábamos deshaciendo del encorsetamiento de la mujer como ente plano. ¡A lo mejor esto calaba tanto que incluso conseguíamos que la gente dejara de decir que Skyler era la mala de Breaking Bad!Como comentaba, echando la vista atrás, Girls era una promesa de futuro casi como lo fueron los coches voladores en su momento: en el futuro tendréis las tetas feas y vuestra vida continuará… en el futuro nunca olvidaréis el ridículo que hicisteis esa noche delante de vuestro ex y vuestra continuará…De pronto hemos llegado al futuro y no hay coches voladores, ni pezones asimétricos en pantalla, solo turbo-fascismo e ilustraciones hechas con IA y, por si fuera poco, el género femenino es cada día algo más performativo, sangrante y costoso.El creciente auge en redes sociales del I’m just a girl, del clean look y de la clean girl no es tendencia; es propaganda y un aviso de lo que está por venir (de lo que está por volver).La exacerbación del orden, la elegancia, los armarios cápsula y el lujo silencioso es la antesala de la condena al ruido, al desahogo, a la expresión y, por consiguiente, a la disidencia (sexual, racial, de género). ¿Nos habría salvado Girls de ese anuncio de los vaqueros de Sydney Sweeney que hace apología a la eugenesia? Pues no, pero el universo de Lena Dunham chocaba frontalmente contra esta burbuja de recato autoimpuesto y eso, quieras o no, era un respiro. Tampoco es casual la sobreutilización de lo limpio en estos escenarios; lo limpio está entramado con el orden, el orden con el lujo, el lujo con lo privado, y lo privado con la clase. Bibiana Collado ya habló de la limpieza como exigencia social y moral para según qué personas en Yeguas exhaustas: “En mi casa, la limpieza había sido siempre un signo de honradez. Pobres pero limpios parecía ser el lema oculto. De hecho, la insistencia en la higiene doméstica que tenían mi madre y otras muchas madres del pueblo era tal que resultaba perturbadora. ¿Qué clase de mancha pretendían borrar con tanta limpieza? ¿Sería la propia pobreza la que querían borrarse?” A colación de esto, hace unos meses estuve tomando algo con dos de las mentes más brillantes de mi generación (mis amigas Laia Manzanares y Leonor Cervantes) y, hablando de este tema —del resurgir de la clean girl, de la chica que solo es chica—, Laia mencionó un verbo catalán que no tiene, como tal, traducción al castellano: embrutar. “Podría traducirse como ensuciar, pero no es solo ensuciar, es algo más”, dijo. Y creo que es verdad, embrutar tiene otra fuerza, tiene vehemencia e intencionalidad. Para mí todas las chicas de Girls están embrutadas perdidas, incluso Marnie s’ha embrutat alguna que otra vez.Por último, no puedo pasar la oportunidad de deciros que no, no sois simplemente unas chicas y que, si tan limpias sois, lavaos el pelo. Frente al clean look, embrutem-nos. Seguir leyendo
El otro día alguien me dijo que le había salido anunciada una pajita de acero con la que podías beber para evitar que te salieran arrugas y yo pensé tres cosas.. La primera, que estamos ante el inminente colapso de la sociedad occidental; la segunda, que lo que más me molesta de estar ante el inminente colapso de la sociedad occidental es su pulcritud; y la tercera, que en 2022 Jemima Kirke hizo un Q&A (Questions and Answers) en su Instagram y respondió “I think you guys might be thinking about you too much” cuando una persona le pidió consejo para las mujeres jóvenes que son inseguras. Vamos, lo que viene a ser un “espabilad” de toda la vida.. Ni autoayuda ni mierdas, cortita y al pie.. Si no ubicáis a Jemima Kirke es normal, es una actriz británico-estadounidense que no destaca precisamente por la vastedad de su filmografía, sino por erigirse como tótem generacional y Persona Que Mola in excelsis al encarnar a Jessa Johansson en Girls (personaje que, por cierto, creo que es de lejos el peor de las cuatro protagonistas de la serie, pero ese es otro tema).. No sé si recordaréis cómo era vuestra vida en 2012 cuando salió Girls; yo tenía 14 años, mi serie favorita era Skins y me tragaba con embudo cualquier contenido audiovisual anglosajón (pensaba que lo guay soloestaba ahí).. Como Girls estaba en el centro de la conversación, me puse el piloto. Al segundo episodio no llegué porque no me gustó nada; no lo entendía y me negaba a pensar que las chicas adultas pudieran ser tan catetas. Prefería seguir viendo a chavales de 17 años de Bristol desatendidos yendo a raves.. Ahora tengo 26 años y, como era de esperar, no solo no me parecen catetas, sino que me parecen brillantes. Girls hablaba de cosas tristes pero no era nihilista, tenía la gracia y la sorna que tienen las desgracias cuando ha pasado el suficiente tiempo como para poder contarlas.. Era una serie con escenas anticlimáticas e incisivamente crueles, tan crueles como piensas que te recibe el mundo a los 23 años; cualquier situación humillante, se vivía el triple de humillante en Girls, y eso no les quitaba el sueño ni a Marnie, ni a Shoshanna, ni a Jessa, ni mucho menos a Hannah, alter ego de Lena Dunham (creadora y directora).. Me acuerdo de una escena del último episodio de la primera temporada (Lo ha hecho), en el que Hannah se queda dormida en el tren después de pelear con Adam y despierta desorientada en mitad de ninguna parte. Cuando les pide ayuda a unas chavalas que estaban por ahí, ellas solo se ríen y una dice por lo bajini: “¿Lleva puesto un cinturón verde de verdad?”… Algo así solo puede salir de una cabeza que le ha dado tantas vueltas a las cosas que ya está de vuelta y media con todo; que sabe que la única forma de vivir es dando por hecho la vergüenza. Como decía antes, me parece brillante.. Y me lo parece porque estas son, señoras y señores, las cosas que de verdad merecen la pena resignificar: la vergüenza, la incomodidad, la torpeza, el cringe… no las banderas (si es que acaso hay mayor bandera que la vergüenza).. Dicho esto, no todo es jauja; revisitar Girls en 2025 es desalentador. Un poco como ver desde la ventanilla del coche uno de esos hoteles masivos, abandonados en solares y a medio construir (sin la parte de la especulación urbanística masiva, claro).. El que hace unos años la serie de Lena Dunham se posicionara como el Sexo en Nueva York de las millenials hablaba, en cierta forma, de un futuro prometedor. Mujeres erráticas, obsesivas, contradictorias y aristadas eran protagonistas del fenómeno mediático del momento: con esto por delante, estaba claro que la normalización de este tipo de personajes femeninos no era más que cuestión de tiempo e implicaba que, socialmente, nos estábamos deshaciendo del encorsetamiento de la mujer como ente plano. ¡A lo mejor esto calaba tanto que incluso conseguíamos que la gente dejara de decir que Skyler era la mala de Breaking Bad!. Como comentaba, echando la vista atrás, Girls era una promesa de futuro casi como lo fueron los coches voladores en su momento: en el futuro tendréis las tetas feas y vuestra vida continuará… en el futuro nunca olvidaréis el ridículo que hicisteis esa noche delante de vuestro ex y vuestra continuará…. De pronto hemos llegado al futuro y no hay coches voladores, ni pezones asimétricos en pantalla, solo turbo-fascismo e ilustraciones hechas con IA y, por si fuera poco, el género femenino es cada día algo más performativo, sangrante y costoso.. El creciente auge en redes sociales del I’m just a girl, del clean look y de la clean girl no es tendencia; es propaganda y un aviso de lo que está por venir (de lo que está por volver).. La exacerbación del orden, la elegancia, los armarios cápsula y el lujo silencioso es la antesala de la condena al ruido, al desahogo, a la expresión y, por consiguiente, a la disidencia (sexual, racial, de género). ¿Nos habría salvado Girls de ese anuncio de los vaqueros de Sydney Sweeney que hace apología a la eugenesia? Pues no, pero el universo de Lena Dunham chocaba frontalmente contra esta burbuja de recato autoimpuesto y eso, quieras o no, era un respiro.. Tampoco es casual la sobreutilización de lo limpio en estos escenarios; lo limpio está entramado con el orden, el orden con el lujo, el lujo con lo privado, y lo privado con la clase. Bibiana Collado ya habló de la limpieza como exigencia social y moral para según qué personas en Yeguas exhaustas: “En mi casa, la limpieza había sido siempre un signo de honradez. Pobres pero limpios parecía ser el lema oculto. De hecho, la insistencia en la higiene doméstica que tenían mi madre y otras muchas madres del pueblo era tal que resultaba perturbadora. ¿Qué clase de mancha pretendían borrar con tanta limpieza? ¿Sería la propia pobreza la que querían borrarse?”. A colación de esto, hace unos meses estuve tomando algo con dos de las mentes más brillantes de mi generación (mis amigas Laia Manzanares y Leonor Cervantes) y, hablando de este tema —del resurgir de la clean girl, de la chica que solo es chica—, Laia mencionó un verbo catalán que no tiene, como tal, traducción al castellano: embrutar. “Podría traducirse como ensuciar, pero no es solo ensuciar, es algo más”, dijo. Y creo que es verdad, embrutar tiene otra fuerza, tiene vehemencia e intencionalidad. Para mí todas las chicas de Girls están embrutadas perdidas, incluso Marnie s’ha embrutat alguna que otra vez.. Por último, no puedo pasar la oportunidad de deciros que no, no sois simplemente unas chicas y que, si tan limpias sois, lavaos el pelo.. Frente al clean look, embrutem-nos.
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