¿En qué se parecen los actuales conflictos bélicos que asolan el mundo a los de épocas pasadas? El historiador italiano, autor del ensayo ‘La guerra en Europa’, explica los secretos y las reglas básicas de un fenómeno «consustancial al ser humano» Leer
¿En qué se parecen los actuales conflictos bélicos que asolan el mundo a los de épocas pasadas? El historiador italiano, autor del ensayo ‘La guerra en Europa’, explica los secretos y las reglas básicas de un fenómeno «consustancial al ser humano» Leer
La entrada de tropas rusas en Ucrania en febrero de 2022 reencontró a Europa con la realidad de la guerra, la más atroz forma de conflicto sociopolítico, que casi parecía desterrada del lenguaje del Viejo Continente y que se ha recrudecido paulatinamente desde entonces casi a diario con la invasión Israelí de Gaza, el contencioso entre India y Pakistán, las amenazas chinas en el Pacífico y la escalada de violencia en Irán.. Y es que la guerra, como defiende rotundo el mediático historiador, profesor y escritor italiano Alessandro Barbero (Turín, 1959) «es, lamentablemente, algo consustancial al ser humano». Dedicado a su estudio, especialmente en época medieval y moderna, desde hace más de 40 años, ahora llega a España su libro La guerra en Europa. Del Renacimiento a Napoleón (Alianza) un breve pero enjundioso ensayo que no sólo reflexiona sobre aspectos técnicos, como la evolución armamentística y logística de los conflictos, sino también sobre la esencia metafísica y la concepción social de una realidad bélica que lleva acompañando al ser humano desde sus orígenes.. «Lo interesante de la época que estudio en este libro, esa Edad Moderna que, grosso modo, abarca desde finales del siglo XV hasta principios del XIX, es que la guerra en Europa se consideraba algo normal, algo que no sólo existe, sino que es legítimo», explica el profesor. «Los Estados tienen la responsabilidad de decidir cuándo una guerra es necesaria, pueden hacerla, no hay nada criminal en el hecho de hacer la guerra, es una parte de las relaciones entre poderes».. Traducción de Pepa Linares. Alianza. 144 páginas. 11,95 € Ebook: 6,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Un cambio de mentalidad fundamental que supone uno de los pasos decisivos para dejar atrás la Edad Media. «En el siglo XV si un rey poderoso como el de Francia o Inglaterra quería ir a la guerra tenía que recaudar impuestos, conseguir dinero para comenzar a reclutar soldados», expone Barbero, que parafrasea a Raimondo Montecuccoli, un general italiano del siglo XVII que sirvió a los Habsburgo y fue considerado por muchos como el mejor de su época: «Para hacer la guerra necesitan tres cosas, dinero, dinero y dinero». «Sin embargo, el auge del absolutismo derivó en los ejércitos permanentes, en la figura de soldados profesionales y de partidas presupuestarias constantes para la guerra, lo que supuso una transformación social considerable», afirma el historiador.. En efecto, más allá de analizar aspectos como el declive de la caballería y el auge de la artillería, su libro desmenuza la compleja intendencia de estos ejércitos profesionales siempre necesitados de fondos, una realidad que, asegura, no ha cambiado en los últimos 300 años. «También hoy, en las guerras actuales, quien tiene más dinero es quien gana. Sin dinero se puede ganar una batalla, pero difícilmente una guerra. Además, en nuestra época el precio de las armas, de un avión de guerra o de un tanque, ahora de los drones, es increíble».. A pesar de centrarse en la historia, el tenso momento global actual hace imposible no enhebrar paralelismos con el presente que hace 10 o incluso 5 años no tendrían lugar. En este sentido, Barbero opina: «En realidad, hoy en día no vivimos guerras. Por ejemplo, lo de Ucrania es una operación militar especial», dice irónico citando la fórmula escogida por Putin hace ya tres años. «Todo el mundo le llamó hipócrita, pero nosotros los occidentales llevamos décadas haciendo lo mismo con esas operaciones para destruir dictadores terribles», matiza. «A diferencia de en el pasado, hoy nos parece impensable considerar la guerra legítima, pero esto tiene sus peligros y puntos negativos. Si la guerra es normal y legítima hay reglas, leyes y maneras de hacerla aceptadas por todos, algo que hoy ha desaparecido».. «Las guerras que están librando hoy Rusia e Israel son conflictos casi medievales, pues no buscan acuerdos sino exterminar totalmente al enemigo». Como explica el historiador, en el siglo XVIII, por ejemplo, un Gobierno decidía hacer la guerra y esta se anunciaba públicamente, se llamaba a los embajadores enemigos y se les comunicaba una fecha y una hora, amén de otras formalidades. Es decir, todo el mundo de un país sabía que estaba en guerra, algo que contrasta mucho con el mundo actual. Además, añade, «era mucho más sencilla de terminar, pues había fórmulas para ello, tratados, negociaciones, capitulaciones y todo eso. Era una forma más de diplomacia».. El fin de estas reglas bélicas llegaría tras la Segunda Guerra Mundial, cuando las grandes potencias emergentes comenzaron a saltarse las tradiciones. «En aquel entonces se inauguró un hacer bélico mucho más similar al medieval, que es el estilo que usan hoy Rusia e Israel, en el que no se sabe cuándo un conflicto comienza y termina, como ocurre con guerras como la de Corea [iniciada en 1950], que nunca terminó, o con Ucrania, que no fue declarada», señala Barbero. Pero la característica más abominable para el historiador es el afán de destrucción del contendiente. «Esto también viene de la Segunda Guerra Mundial, ese deseo de exterminar al enemigo totalmente sin que importen las víctimas civiles. Por fortuna, no hemos llegado al punto de que la opinión pública y la prensa celebren como buenas noticias la muerte de cientos de miles de personas, como ocurrió con los 25.000 alemanes de Dresde o los más de 200.000 japoneses quemados vivos con las bombas atómicas».. Un rechazo de la población, por ejemplo, hacia lo que ocurre en Gaza que no siempre es tan entusiasta desde el plano político, lo que entronca con el creciente debate sobre el rearme europeo y sobre si en unos años unos años podríamos volver a ser, por voluntad o necesidad, una sociedad más proclive a las guerras. «Creo que en España no es mucho mejor, pero la clase política de Italia no sabe nada ni entiende nada porque no ha leído nada. Y en ese sentido consideran incluso probable la guerra contra Rusia. Pero sería de nuevo una guerra de esas del siglo XX, en las que se lucha contra alguien que es muy malo para destruirlo, no para negociar», lamenta el profesor. «El problema es que ya lo vivimos con Gadafi o Saddam, y sabemos que la destrucción de un dictador también implica la destrucción de su país, si no que se lo digan a Irak, a Libia o a Siria».. «El autoritarismo actual no es de masas como fue el del siglo XX, lo que pretende es que la gente no participe en política. Ni sepa, ni discuta, ni piense». La desconfianza de Barbero hacia la clase política no es algo reciente, sino que viene de lejos. El episodio más notorio fue cuando se pronunció en contra de la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre de 2019 sobre la importancia de la memoria europea para el futuro de Europa, que condenaba y equiparaba todos los totalitarismos del siglo XX, sobre la que aseguró: «Los parlamentos jamás deberían expresarse sobre la historia ni sobre la memoria, ni siquiera con las mejores intenciones. En este caso, el Parlamento quedó atrapado en una resolución proveniente de países con una historia totalmente diferente a la nuestra […] y en su concepción distorsionada, puede surgir la idea de que la hoz y el martillo son tan aterradoras como la esvástica». Y es que, según defiende el profesor: «la memoria es una mala bestia. No es buena cosa decidir políticamente siguiendo la memoria de un pueblo o de un Estado. Es lo que hacen en Europa Oriental o en Oriente Próximo, y las consecuencias son las que vemos».. También denuncia que no es posible enfrentarse a los conflictos de los que venimos hablando sin conocer el pasado. «Nuestra política y nuestra prensa creen que los problemas entre Rusia e Ucrania comenzaron en 2022 y no saben nada de, por ejemplo, la guerra de Crimea del siglo XIX, que en Occidente apenas ha dejado huella -si bien los periódicos franceses e ingleses estuvieron tres años publicando barbaridades sobre los rusos-, pero que allí sí recuerdan», explica. «Como narró Tolstói, que fue oficial de artillería sobre los muros de Sebastopol, para ellos era una guerra santa, la defensa de la madre patria contra los invasores. La misma propaganda está vigente hoy en Rusia, pero sin conocer la historia no puede saberse».. Retirado de la enseñanza desde octubre del año pasado, cuando dejó su cátedra de Historia Medieval, Barbero no sólo ha defendido el valor de su disciplina desde las aulas. Las visitas de su canal de Youtube, donde cuelga sus ponencias y vídeos que van más allá de asuntos medievales -adentrándose en el fascismo, los Años de Plomo, las guerras mundiales o los conflictos de actualidad- alcanzan los cientos de miles. Además, continua impartiendo conferencias multitudinarias, como la que ofreció el pasado 1 de mayo en Turín para más de 500 jóvenes y en la que habló de la deriva represiva de Occidente y de la paradoja de armarse en nombre de la seguridad.. «No podemos reducir lo que pasa nada a un relato de buenos y malos, como hacemos en Europa. Es una renuncia brutal a la inteligencia colectiva». «El historiador necesita ser riguroso, analítico y objetivo, pero, en mi opinión, no es necesario ser neutral. Uno puede ser neutral en el conflicto entre Atenas y Esparta, aunque seguro que muchos no lo son, pero hay cuestiones ante las que es necesario no serlo, por ejemplo, al hablar del nazismo y el Holocausto», defiende. «Cualquier historiador serio puede analizar los motivos, las ideas, las tradiciones, las memorias, los intereses materiales e inmateriales que han producido las guerras de Gaza y Ucrania, pero eso no quiere decir que debamos lanzarnos a hacer propaganda, que es en lo que se ha convertido hoy la historia. No podemos reducir lo que pasa a un relato de buenos y malos, como estamos haciendo en Europa, porque esto supone una renuncia brutal a la inteligencia colectiva de una ciudadanía, y eso es algo muy triste».. Esta situación maniquea nace, a entender de Barbero, de otro rasgo innato de la naturaleza humana: tener enemigos. «Por mucho que lo hayamos intentado, no es natural amar al prójimo, pero para eso está la civilización. Mi naturaleza me indica que mate a quien me ofende, pero las normas sociales y morales me frenan. Eso no ocurre con los Estados, para los que tener enemigos muy malos, cuanto peores, mejor, es algo cada vez más necesario», ironiza el profesor, quien lamenta: «Igual que hemos decidido que comer seres humanos, matar gladiadores en un anfiteatro o tener esclavos son cosas malas, podríamos decidir que tener enemigos no es bueno. Pero, como digo, para la propaganda política los enemigos son algo maravilloso que hace olvidar otros problemas».. Soldados ucranianos ante de una ofensiva en Chasiv Yar, en el Donbás, en agosto de 2024.Alberto Rojas. Una reflexión que el historiador hila con la citada charla sobre el auge actual del autoritarismo un poco por todas partes, en especial en el mundo occidental. «Obviamente la idea del enemigo, exterior o interior, no es algo que haya inventado el autoritarismo populista actual, pero sí que se sirve de ella. Estamos plenamente inmersos en el mundo post 11-S y desde este presente es difícil decir si vivimos simplemente una oscilación de la libertad y la democracia o algo más profundo», opina. «La historia es cíclica, pero es muy preocupante esta regresión que nos lleva a ver a jóvenes que se manifiestan casi como terroristas o a mucha gente a esconder sus opiniones si son diferentes a las del poder por miedo a represalias en redes o en los medios».. «Espero que los políticos europeos sean más cínicos e inteligentes de lo que parecen y no nos lleven a una guerra que, ganemos o no, cambiará el mundo». Pero a pesar de esto, el profesor recomienda huir de las simplificaciones banales como la tan cacareada de que estamos reviviendo el tránsito del siglo XX hacia los totalitarismos. «Es ridículo, por supuesto. Para empezar, el autoritarismo actual no es como el de hace 100 años, pues aquel tenía interés en la participación de las masas. Fuera con una camisa negra o parda, se quería al pueblo gregario jaleando y adoctrinado», recuerda. «El de hoy en día es más elitista en el sentido de que piensa que el pueblo no debe participar en política. Es más, cuanto menos sepa, discuta e incluso piense, mejor», denuncia.. Por eso, Barbero confiesa no tenerlas todas consigo sobre la entrada de Europa en la guerra. «En Italia no se para de repetir la famosa cita latina si vis pacem para bellum, pero la historia muestra que cuando uno se prepara para la guerra lo que acaba teniendo es justamente guerra», advierte. «Ese es el camino que parece haber tomado Europa, pero de momento el coste, tanto económico como social, les parece inasumible a los políticos. Sólo espero que sean más cínicos e inteligentes de lo que parecen y no nos lleven a una guerra que, ganemos o perdamos, cambiaría para siempre nuestros países tal y como los conocemos», sentencia el historiador.
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