Vale la pena detenerse en este texto, que abarca los libros VIII y IX de su conocida ‘Ética a Nicómaco’, donde el filósofo griego explora la amistad como parte del tejido más íntimo de una vida buena Leer
Vale la pena detenerse en este texto, que abarca los libros VIII y IX de su conocida ‘Ética a Nicómaco’, donde el filósofo griego explora la amistad como parte del tejido más íntimo de una vida buena Leer
«Nadie querría vivir sin amigos aun disfrutando de los demás bienes», escribió Aristóteles en su tratado sobre la amistad que abarca los libros VIII y IX de su conocida Ética a Nicómaco. Ahora nos llega por separado, en una bellísima traducción de Eduardo Gil Bera para la editorial Acantilado. Vale la pena detenerse en este texto donde el filósofo griego explora la amistad como parte del tejido más íntimo de una vida buena.. Traducción de Eduardo Gil Bera. Acantilado. 96 páginas. 12 €. Puedes comprarlo aquí.. Discípulo de Platón y preceptor de Alejandro Magno, Aristóteles distinguió entre tres tipos de amistad: la de utilidad, la de placer y la de virtud. Las dos primeras, marcadas por su transitoriedad, anticipan lo que la sociología contemporánea -especialmente Zygmunt Bauman- denomina «relaciones líquidas». Sólo en la virtud situará el autor de la Ética la plenitud de la vida: un vínculo duradero que no depende de las circunstancias, sino del deseo mutuo de lo bueno. Montaigne en sus Ensayos elevaría esta idea hasta lo inefable, al justificar en estos términos su lazo con Étienne de La Boétie: «Porque él era él, porque yo era yo».. Aristóteles, sin embargo, no desconoce la condición imperfecta de los seres humanos ni puede olvidar nuestra fragilidad. No es un ingenuo, pues sabe que la amistad auténtica es rara, quizás tanto como la virtud misma. Su pesimismo nos recuerda el dolor de Michel de Montaigne ante la muerte de La Boétie, pero también evoca a Marcel Proust cuando observó que las relaciones auténticas surgen del difícil equilibrio entre el deseo de compartir y la imposibilidad de hacerlo por completo. Los modernos nunca podemos dejar de lado a estos dos maestros: Proust y Montaigne.. En última instancia, el vínculo que describe Aristóteles no es un refugio, sino un horizonte. Su lectura nos enseña que la vida buena se sustancia en el encuentro con el otro. De este modo, si toda filosofía responde a un diálogo, entonces la amistad no representa sólo un escenario, sino también su mejor promesa.
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