En el mismo momento en que el Secretario General de la Academia Sueca nombraba a László Krasznahorkai se puso en marcha el proceso para elegir a su sucesor. Viaje a las mentes decisorias del mayor galardón literario, con sus luces y sus sombras: «Se ha ido convirtiendo en una lotería» Leer
En el mismo momento en que el Secretario General de la Academia Sueca nombraba a László Krasznahorkai se puso en marcha el proceso para elegir a su sucesor. Viaje a las mentes decisorias del mayor galardón literario, con sus luces y sus sombras: «Se ha ido convirtiendo en una lotería» Leer
Cuenta la leyenda que muchos de los Premios Nobel de Literatura a lo largo de la historia se han decidido en el bar. No en cualquier bar, privacidad obliga, sino en uno en particular. Ya lo avisa el eslogan de Den Gyldene Freden: «Genialidad y caos desde 1722». La Academia Sueca compró el edificio histórico en el que sigue ubicado el local en 1920. A cambio, tiene desde entonces uno de sus mejores salones reservado todos los jueves por la noche entre febrero y mayo para una misión muy especial: nominar a los finalistas al Nobel de Literatura. Dicen las malas lenguas que en el menú nunca falta la sopa de guisantes. Las más afiladas añaden que la cuenta alcohólica de esos encuentros no es precisamente económica y que el estruendo de la discusión se escucha desde todos los rincones del restaurante.. Los encargados de elaborar la lista final de nombres que se votarán en el pleno son los cinco miembros del Comité del Nobel, elegidos de entre los 18 que forman la Academia (ahora, en realidad, son 17, pero a ese asiento vacío volveremos más tarde) para cribar los cientos y cientos de nominaciones que llegan de todos los rincones del mundo. El escritor y profesor universitario Anders Olsson ha presidido el Comité que otorgó el premio a László Krasznahorkai, formado por las novelistas Ellen Mattson, Anna-Karin Palm, Anne Swärd y el periodista Per Wästberg. Era la primera vez que lo integraban más mujeres que hombres, una compensación por la histórica falta de paridad que también se ha ido trasladado a los premiados: en la última década, exactamente la mitad de los Nobel de Literatura han ido a parar a escritoras.. «En eso creo que ha habido pocos errores», asegura Javier Aparicio Maydeu, catedrático de Literatura Comparada de la Universidad Pompeu Fabra, agente literario con Carmen Balcells durante 15 años y crítico literario desde hace tres décadas, subraya: «En eso». «Reflejar el talento femenino está en la ola de los tiempos y sólo un necio lo condenaría», añade.. Que la calidad literaria no es el único criterio de elección ha quedado claro desde el nacimiento del galardón. «Basta con coger la lista de los premiados para observar un falso poderío de la literatura francesa a principios del 1900 que después se trasladó a la de habla inglesa, y en ese eje seguimos», analiza el profesor. «El italiano, el alemán o el español han sido simples salpicaduras en unas decisiones empañadas por un criterio geopolítico claro que se ha exacerbado en los últimos 20 años hacia una perspectiva poscolonial, en sustitución del tan criticado eurocentrismo».. Con el Nobel al chino Gao Xingjian se abrió una veda que fue acrecentando el desencanto del profesor hasta que el galardón a Bob Dylan en 2016 le rompió definitivamente el corazón. «El poscolonialismo es un tema fundamental en la cultura, pero ha convertido el Nobel en un mecanismo más sorprendente de lo que debería, con premios a autores desconocidos de países remotos sin lectores y que apenas han sido traducidos. No tiene demasiado sentido», asegura. Y confirma: «Se ha ido convirtiendo cada vez más en una lotería. No siempre se premia a los mejores, no».. Pero antes de llegar a ese 2016 en que cualquier previsión saltó por los aires, vayamos por partes, porque en la elección del Premio Nobel de Literatura intervienen dos procesos: el cronológico y el humano, y sin conocer el primero es complicado entender el segundo.. El reloj para el siguiente galardón se pone en marcha en cuanto se anuncia el nuevo premiado y a la Academia Sueca empiezan a llegar miles y miles de cartas con miles y miles de nominaciones de profesores universitarios, académicos, representantes acreditados del gremio de escritores y, claro, anteriores galardonados. El llamado Administrador Literario tiene ante sí la titánica tarea de convertir la avalancha de sugerencias en una lista de aproximadamente 200 nombres, larga pero inteligible, a lo largo del mes de febrero.. Sobre ese material tratarán los encuentros semanales que terminarán, entrada la noche, ante una sopa de guisantes en Den Gyldene Freden, a cinco minutos de la Academia y cuesta abajo. Más a mano, imposible.. En abril, empieza la criba. Los miembros del Comité presentan a la Academia una veintena de semifinalistas, escuchan sus alegaciones y se encierran bajo siete llaves para estudiar a fondo las propuestas y reducir la lista a cinco finalistas de los que, entre septiembre y octubre, saldrá el ganador, votado por mayoría absoluta. Cada miembro del Comité debe elaborar un minucioso informe sobre su candidato predilecto, y puede contar para ello con expertos lingüísticos y literarios. La discreción debe ser la máxima en una sucesión de reuniones cuyas actas permanecen secretas durante los siguientes 50 años, aunque no siempre haya sido así.. En el proceso cronológico ha interferido últimamente el humano, y de qué manera. En noviembre de 2017, 18 mujeres acusaron de agresión sexual al fotógrafo de origen francés Jean-Claude Arnault, casado con la veterana académica Katarina Frostenson. La investigación, que concluyó en condena, desveló, además, que la Academia financiaba el centro cultural Forum, que Arnault regentaba en Estocolmo, punto de encuentro habitual de la crème de la crème de la escena cultural sueca, y que, fruto de estas relaciones, el fotógrafo habría filtrado a las casas de apuestas al menos siete ganadores del Nobel de Literatura entre 2006 y 2016. Tres académicos presentaron su dimisión, entre ellos la secretaria permanente Sara Danius. El premio se suspendió en 2018 por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial. La Academia cambió sus estatutos y los miembros del comité tienen ahora limitada su vigencia a tres años. El asiento de Frostenson, el número 18, sigue hoy vacío.. Para el profesor Aparicio Maydeu, sin embargo, el escándalo sexual que derrumbó la imagen internacional de la Academia y la convirtió en «un hazmerreír» no ha tenido tanta influencia sobre la elección de los nuevos Nobel de Literatura como el tsunami que tuvo lugar un par de años antes. «Para mí, el punto de inflexión llegó en 2016, cuando concedieron el premio a Bob Dylan», asegura. «La Academia del Nobel llevaba tiempo jugando con las campañas de marketing, con alejarse del canon en busca de una repercusión mediática, pero aquello fue un cambio radical de las reglas del juego sin avisar a los concursantes. La prueba de que se equivocaron es que el propio cantautor no le dio mayor importancia. Las campañas de marketing no siempre casan bien con la complejidad del mundo. Menos, del mundo literario».
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