Francis Ford Coppola, una de las primeras personas en leerlo, consideraba que aquel guion era una basura pomposa e indigesta. El 1 de agosto de 1975, hace ahora casi 50 años, George Lucas dio carpetazo al que consideraba el primer borrador viable de la futura Star Wars. Desde su punto de vista, ya solo quedaba cerrar los últimos flecos del acuerdo de producción con Fox y empezar a rodar en el área de Los Ángeles a finales de diciembre. Pero a su esposa, Marcia Griffin, y a su socio y amigo, Coppola, aquello les seguía pareciendo una jerigonza incomprensible.. A Marcia, montadora de profesión, colaboradora habitual de Martin Scorsese, le preocupaba especialmente que el gran proyecto de George tras el éxito de American Graffiti se basase en un guion falto de pulso narrativo y deficiente en lo literario. Incluso recomendó a su marido, no sin cierta crueldad, que intentase “leer un poco más” para comprobar por sí mismo cómo se construye una buena historia.. Literatura de urracas. Pero la falta de referentes no era el problema. Adventures of the Starkiller, Episode One: The Star Wars, título provisional del proyecto, había sido fruto de muchas horas de lectura voraz y digestión problemática. Para empezar, Lucas se había inspirado en Las enseñanzas de Don Juan, evangelio new age del escritor (y chamán) peruano Carlos Castaneda, y en los cuentos de hadas del mitólogo neoyorquino Joseph Campbell.. Ese par de autores le inspiraron un primer balbuceo narrativo, apenas un puñado de párrafos, escritos en febrero de 1972, en los que podía leerse la siguiente frase: “Esta es la historia de Mace Windu, venerable Jedi bendu del planeta Opuchi, y de su pariente y aprendiz padawaan Usby C.J. Thape». A continuación, empezó a enriquecer el guiso con ingredientes literarios tan heterogéneos como los cómics de Flash Gordon y Buck Rogers, las sagas de Tolkien, los tratados sobre religión comparada del antropólogo James George Frazer, el ciclo de novelas sobre el explorador John Carter que escribió Edgard Rice Burroughs, Los viajes de Gulliver o los romances galácticos de Edwin Arnold.. Lucas, según propia confesión, abordó todo ese material con instinto de urraca, decidido a apropiarse sin complejos de todo lo que brillase. Eso sí, las influencias literarias convivieron en todo momento con las cinematográficas. En mayo de 1973, cuando todo lo que podía exhibir era un lánguido borrador de 13 páginas repleto de nombres extraños, Lucas explicó al director de Universal Pictures, Lew Wasserman, que su película iba a ser un cruce entre los hermanos Grimm y 2001: Un odisea del espacio y que su esquema narrativo básico (una princesa adolescente custodiada por dos secuaces, uno alto, escuálido y parlanchín y otro bajito, rechoncho y parco en palabras) iba a ser muy similar al de La fortaleza escondida, de Akira Kurosawa, una de sus películas de cabecera.. Decisiones complejas. Lucas creía tanto en el proyecto, había invertido tanto tiempo y esfuerzo, que incluso renunció a dirigir Apocalypse Now, una epopeya bélica con guion de John Milius en la que Coppola y él tenían puestas grandes esperanzas desde su etapa como productores independientes a finales de los sesenta. Para Coppola se trataba de una renuncia incomprensible: Lucas estaba dando la espalda a la película que iba a consagrarle como un director serio, un verdadero auteur en la incipiente tradición del nuevo Hollywood, para dedicar los próximos tres años de su vida a hacer “cine para imbéciles”.. “No aspiro a recaudar mucho dinero, pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”. George Lucas a Brian de Palma. Pero Lucas estaba harto de la paternal tutela de Coppola, de las pretensiones intelectuales de su esposa Marcia y de los consejos condescendientes de miembros de la camarilla del cine de autor como Scorsese o William Friedkin. Con el primer borrador en la mano en el verano de 1975 y el presupuesto de cinco millones de dólares que le garantizaba Fox, estaba resuelto a encontrar su propio camino, que era también el de Steven Spielberg y Brian de Palma, otro par de jóvenes con voluntad de restauradores del cine tradicional.. A De Palma, su mejor confidente, le dijo que la suya iba a ser una película “para niños de entre 10 y 12 años”, y que por tanto no cabía exigirle al guion coherencia narrativa ni profundidad psicológica. A los niños les entusiasman los detalles, así que se trataba, sobre todo, de construir para ellos un universo de fantasía ricamente amueblado, con estímulos múltiples para su imaginación, como las atracciones de un parque temático: “No aspiro a recaudar mucho dinero”, confesó a De Palma en un rapto de clarividencia que, pese a todo, se quedó muy corto, “pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”.. Más aún: el guion de 110 páginas que había suscitado el rechazo incondicional de Marcia y Francis no era más que la punta del iceberg. George contaba con otros 250 folios que iban a dar pie a un par de secuelas casi inmediatas, de manera que, tal y como recordaba años después su confidente, De Palma, una vez consolidado el impacto inicial, la segunda película recaudaría el doble que la primera y la tercera el doble de la segunda. “Era un plan quinquenal”, concluía De Palma. Y fue ejecutado con una precisión y una eficacia muy por encima de las expectativas.. Lucas se estaba anticipando al signo de los tiempos, pero contaba ya con un precedente poderoso: pocas semanas antes de que su guion estuviese listo, a finales de junio de 1975, Spielberg acababa de estrenar Tiburón, el manifiesto contrarrevolucionario del cine comercial, la prueba de que una película de género de factura clásica y sin ínfulas de ningún tipo podía recaudar más de 100 millones de dólares.. Peter Biskind explica en Moteros tranquilos, toros salvajes cómo se gestaron las tres versiones de The Adventures of Luke Starkiller que Lucas pergeñó en solitario. El cineasta se encerró en el desván de su casa de San Anselmo, en California, “en una habitación que compartía con un estridente piano eléctrico Wurlitzer” y en cuya pared, justo detrás del escritorio, había pegado una foto de otro de sus héroes, el director soviético Serguéi Einsenstein. Aunque dedicaba largas jornadas a trabajar en el guion, muchas de ellas estaban destinadas a la lectura de biografías de astronautas y novelas de ciencia ficción barata de los años treinta.. Biskind explica que una de sus principales preocupaciones era “introducir en el guion material de sensibilidad contemporánea, pero evitando el sexo y rebajando todo lo posible la dosis de violencia”. Para el personaje del Emperador, un sombrío burócrata corrompido por el poder, se inspiró en el presidente Richard Nixon. A Darth Vader, por entonces un personaje secundario, lo concibió desde el principio como un cruce entre el sacerdote de un culto esotérico, uno de los brujos de Castaneda, y un oficial nazi. El resto del material fluía y oscilaba con una intensidad alarmante: “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”.. “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”. Peter Biskind en ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’. Obi-Wan, que inicialmente era el mismo personaje que Darth Vader, se convirtió en su némesis. “La Fuerza pasó a tener un Lado Bueno (Ashlan) y otro malo (Bogan)”. Anakin Starkiller se fue transformando gradualmente en Luke Skywalker y, en el proceso, dejó de ser un alto oficial retirado que se unía a una milicia rebelde para transformarse en la Nueva Esperanza, un joven Mesías atascado en un planeta desértico al que los caballeros Jedi, la secta de nostálgicos partidarios del Viejo Imperio (pronto la Vieja República) instruían en el uso de la Fuerza, que por entonces era más un arte marcial que una corriente espiritual con base genética.. Con un poco de ayuda de mis amigos. En aquellos borradores, Han Solo seguía siendo una criatura de repulsivo aspecto reptiliano que traicionaba a la Resistencia para convertirse, poco más tarde, en lo que Marcia Griffin describía como “una rana con chaleco de cuero” y un aliado reticente del protagonista. Chewbacca iba a ser otro batracio con disfraz de Halloween hasta que Lucas decidió darle el aspecto de su propio perro, Indiana, un malamute de Alaska, el único ser vivo al que permitía acceder al desván durante sus más de dos años de casi continuo encierro. Personajes como Kiber Crystal, llamados a desempeñar un papel crucial en los primeros borradores, acabaron desapareciendo a medida que Obi-Wan los suplantaba asumiendo cada vez más funciones, del ermitaño loco al antiguo instructor de Darth Vader, el tío y mentor de Luke, el infiltrado de la princesa Leia en la periferia imperial.. Lucas se había extenuado escribiendo. Sufría frecuentes dolores de cabezas, molestias lumbares y gástricas y había sucumbido a las supersticiones del escritor solitario: solo utilizaba lápices del número 2 y papel rayado de color azul y verde, se cortaba mechones de pelo y los envolvía en el papel que arrojaba a la papelera, se alimentaba de manera anárquica y precaria. Cuando dio la tarea por concluida, aquel 1 de agosto de hace medio siglo, estaba solo en casa. Marcia había empezado a trabajar en lo que ella consideraba una verdadera película, Taxi Driver, no la fábula pueril en que estaba embarcado su marido. Aun así, dio a Brian De Palma instrucciones muy precisas: “Si George te lee su guion, dile, por favor, que te parece genial y que tiene mucho talento. Yo no lo creo, pero él está pasando una crisis de autoconfianza y tu opinión es la única que respeta”.. Esta historia tiene un final feliz. Aunque el departamento creativo continuó considerando que la versión de agosto de Episode One: The Star Wars seguía siendo un desastre, reconocía que era bastante mejor que los anteriores y podía rescatarse del oprobio con un poco de trabajo adicional. Sugirieron a Lucas que lo pusiese en manos de un equipo de guionistas profesionales, y él, por una vez, decidió seguir su consejo.. Aunque solo a medias. No estaba dispuesto a contratar a ninguno de los juntaletras a sueldo que le ofrecía el estudio, profesionales adocenados que no le inspiraban más que desprecio, pero sí estuvo dispuesto a mostrárselo a dos buenos amigos, el tándem de guionistas que formaban Gloria Katz y Willard Huyck. Fueron ellos, según diversos testimonios, los que dieron al guion final la concreción y la coherencia narrativa que, en opinión de Lucas, ni siquiera necesitaba.. El poderoso amigo fue bastante cicatero con Katz y Huyck. Aceptó la mayoría de sus sugerencias, compró a precio de ganga sus líneas de diálogo sencillas pero certeras y, una vez concluido su trabajo, les explicó que había decidido firmar el guion en solitario, porque Star Wars era “la obra de su vida” y no le parecía lógico compartirla con nadie.. Eso sí, como compensación, les ofreció un pequeño porcentaje de los futuros beneficios. Katz y Huyck estuvieron de acuerdo, satisfechos, según explicaban años después, de haber contribuido a rescatar a un buen amigo que padecía un atasco creativo.. El guion final estuvo listo en marzo de 1976 y la huella de Katz y Huyck resulta evidente para cualquiera que haya echado un vistazo a las versiones anteriores, tan míticas hoy como torpes y absurdas parecieron en su día a la estrecha élite de sus primeros lectores. Han Solo nunca fue un batracio con chaleco, Leia Organa pasó de mujer florero a líder de un movimiento de resistencia democrática contra un Imperio del Mal, Luke no fue un vetusto general y Chewbacca acabó encarnando la versión galáctica del mejor amigo del hombre.. Para Marcia Griffin, tal vez la lectora menos indulgente que tuvo jamás Lucas, “Star Wars acabó siendo un enorme imperio audiovisual con forma de pirámide invertida: en su base había un guisante, el guion de George”. La historia de héroes y villanos de una galaxia lejana que a Coppola le pareció pomposa e indigesta.. Seguir leyendo
Francis Ford Coppola, una de las primeras personas en leerlo, consideraba que aquel guion era una basura pomposa e indigesta. El 1 de agosto de 1975, hace ahora casi 50 años, George Lucas dio carpetazo al que consideraba el primer borrador viable de la futura Star Wars. Desde su punto de vista, ya solo quedaba cerrar los últimos flecos del acuerdo de producción con Fox y empezar a rodar en el área de Los Ángeles a finales de diciembre. Pero a su esposa, Marcia Griffin, y a su socio y amigo, Coppola, aquello les seguía pareciendo una jerigonza incomprensible. A Marcia, montadora de profesión, colaboradora habitual de Martin Scorsese, le preocupaba especialmente que el gran proyecto de George tras el éxito de American Graffiti se basase en un guion falto de pulso narrativo y deficiente en lo literario. Incluso recomendó a su marido, no sin cierta crueldad, que intentase “leer un poco más” para comprobar por sí mismo cómo se construye una buena historia. Literatura de urracasPero la falta de referentes no era el problema. Adventures of the Starkiller, Episode One: The Star Wars, título provisional del proyecto, había sido fruto de muchas horas de lectura voraz y digestión problemática. Para empezar, Lucas se había inspirado en Las enseñanzas de Don Juan, evangelio new age del escritor (y chamán) peruano Carlos Castaneda, y en los cuentos de hadas del mitólogo neoyorquino Joseph Campbell. Ese par de autores le inspiraron un primer balbuceo narrativo, apenas un puñado de párrafos, escritos en febrero de 1972, en los que podía leerse la siguiente frase: “Esta es la historia de Mace Windu, venerable Jedi bendu del planeta Opuchi, y de su pariente y aprendiz padawaan Usby C.J. Thape». A continuación, empezó a enriquecer el guiso con ingredientes literarios tan heterogéneos como los cómics de Flash Gordon y Buck Rogers, las sagas de Tolkien, los tratados sobre religión comparada del antropólogo James George Frazer, el ciclo de novelas sobre el explorador John Carter que escribió Edgard Rice Burroughs, Los viajes de Gulliver o los romances galácticos de Edwin Arnold. Lucas, según propia confesión, abordó todo ese material con instinto de urraca, decidido a apropiarse sin complejos de todo lo que brillase. Eso sí, las influencias literarias convivieron en todo momento con las cinematográficas. En mayo de 1973, cuando todo lo que podía exhibir era un lánguido borrador de 13 páginas repleto de nombres extraños, Lucas explicó al director de Universal Pictures, Lew Wasserman, que su película iba a ser un cruce entre los hermanos Grimm y 2001: Un odisea del espacio y que su esquema narrativo básico (una princesa adolescente custodiada por dos secuaces, uno alto, escuálido y parlanchín y otro bajito, rechoncho y parco en palabras) iba a ser muy similar al de La fortaleza escondida, de Akira Kurosawa, una de sus películas de cabecera. Decisiones complejas Lucas creía tanto en el proyecto, había invertido tanto tiempo y esfuerzo, que incluso renunció a dirigir Apocalypse Now, una epopeya bélica con guion de John Milius en la que Coppola y él tenían puestas grandes esperanzas desde su etapa como productores independientes a finales de los sesenta. Para Coppola se trataba de una renuncia incomprensible: Lucas estaba dando la espalda a la película que iba a consagrarle como un director serio, un verdadero auteur en la incipiente tradición del nuevo Hollywood, para dedicar los próximos tres años de su vida a hacer “cine para imbéciles”. “No aspiro a recaudar mucho dinero, pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”George Lucas a Brian de PalmaPero Lucas estaba harto de la paternal tutela de Coppola, de las pretensiones intelectuales de su esposa Marcia y de los consejos condescendientes de miembros de la camarilla del cine de autor como Scorsese o William Friedkin. Con el primer borrador en la mano en el verano de 1975 y el presupuesto de cinco millones de dólares que le garantizaba Fox, estaba resuelto a encontrar su propio camino, que era también el de Steven Spielberg y Brian de Palma, otro par de jóvenes con voluntad de restauradores del cine tradicional. A De Palma, su mejor confidente, le dijo que la suya iba a ser una película “para niños de entre 10 y 12 años”, y que por tanto no cabía exigirle al guion coherencia narrativa ni profundidad psicológica. A los niños les entusiasman los detalles, así que se trataba, sobre todo, de construir para ellos un universo de fantasía ricamente amueblado, con estímulos múltiples para su imaginación, como las atracciones de un parque temático: “No aspiro a recaudar mucho dinero”, confesó a De Palma en un rapto de clarividencia que, pese a todo, se quedó muy corto, “pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”. Más aún: el guion de 110 páginas que había suscitado el rechazo incondicional de Marcia y Francis no era más que la punta del iceberg. George contaba con otros 250 folios que iban a dar pie a un par de secuelas casi inmediatas, de manera que, tal y como recordaba años después su confidente, De Palma, una vez consolidado el impacto inicial, la segunda película recaudaría el doble que la primera y la tercera el doble de la segunda. “Era un plan quinquenal”, concluía De Palma. Y fue ejecutado con una precisión y una eficacia muy por encima de las expectativas. Lucas se estaba anticipando al signo de los tiempos, pero contaba ya con un precedente poderoso: pocas semanas antes de que su guion estuviese listo, a finales de junio de 1975, Spielberg acababa de estrenar Tiburón, el manifiesto contrarrevolucionario del cine comercial, la prueba de que una película de género de factura clásica y sin ínfulas de ningún tipo podía recaudar más de 100 millones de dólares. Peter Biskind explica en Moteros tranquilos, toros salvajes cómo se gestaron las tres versiones de The Adventures of Luke Starkiller que Lucas pergeñó en solitario. El cineasta se encerró en el desván de su casa de San Anselmo, en California, “en una habitación que compartía con un estridente piano eléctrico Wurlitzer” y en cuya pared, justo detrás del escritorio, había pegado una foto de otro de sus héroes, el director soviético Serguéi Einsenstein. Aunque dedicaba largas jornadas a trabajar en el guion, muchas de ellas estaban destinadas a la lectura de biografías de astronautas y novelas de ciencia ficción barata de los años treinta. Biskind explica que una de sus principales preocupaciones era “introducir en el guion material de sensibilidad contemporánea, pero evitando el sexo y rebajando todo lo posible la dosis de violencia”. Para el personaje del Emperador, un sombrío burócrata corrompido por el poder, se inspiró en el presidente Richard Nixon. A Darth Vader, por entonces un personaje secundario, lo concibió desde el principio como un cruce entre el sacerdote de un culto esotérico, uno de los brujos de Castaneda, y un oficial nazi. El resto del material fluía y oscilaba con una intensidad alarmante: “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”. “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”Peter Biskind en ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’Obi-Wan, que inicialmente era el mismo personaje que Darth Vader, se convirtió en su némesis. “La Fuerza pasó a tener un Lado Bueno (Ashlan) y otro malo (Bogan)”. Anakin Starkiller se fue transformando gradualmente en Luke Skywalker y, en el proceso, dejó de ser un alto oficial retirado que se unía a una milicia rebelde para transformarse en la Nueva Esperanza, un joven Mesías atascado en un planeta desértico al que los caballeros Jedi, la secta de nostálgicos partidarios del Viejo Imperio (pronto la Vieja República) instruían en el uso de la Fuerza, que por entonces era más un arte marcial que una corriente espiritual con base genética. Con un poco de ayuda de mis amigos En aquellos borradores, Han Solo seguía siendo una criatura de repulsivo aspecto reptiliano que traicionaba a la Resistencia para convertirse, poco más tarde, en lo que Marcia Griffin describía como “una rana con chaleco de cuero” y un aliado reticente del protagonista. Chewbacca iba a ser otro batracio con disfraz de Halloween hasta que Lucas decidió darle el aspecto de su propio perro, Indiana, un malamute de Alaska, el único ser vivo al que permitía acceder al desván durante sus más de dos años de casi continuo encierro. Personajes como Kiber Crystal, llamados a desempeñar un papel crucial en los primeros borradores, acabaron desapareciendo a medida que Obi-Wan los suplantaba asumiendo cada vez más funciones, del ermitaño loco al antiguo instructor de Darth Vader, el tío y mentor de Luke, el infiltrado de la princesa Leia en la periferia imperial. Lucas se había extenuado escribiendo. Sufría frecuentes dolores de cabezas, molestias lumbares y gástricas y había sucumbido a las supersticiones del escritor solitario: solo utilizaba lápices del número 2 y papel rayado de color azul y verde, se cortaba mechones de pelo y los envolvía en el papel que arrojaba a la papelera, se alimentaba de manera anárquica y precaria. Cuando dio la tarea por concluida, aquel 1 de agosto de hace medio siglo, estaba solo en casa. Marcia había empezado a trabajar en lo que ella consideraba una verdadera película, Taxi Driver, no la fábula pueril en que estaba embarcado su marido. Aun así, dio a Brian De Palma instrucciones muy precisas: “Si George te lee su guion, dile, por favor, que te parece genial y que tiene mucho talento. Yo no lo creo, pero él está pasando una crisis de autoconfianza y tu opinión es la única que respeta”. Esta historia tiene un final feliz. Aunque el departamento creativo continuó considerando que la versión de agosto de Episode One: The Star Wars seguía siendo un desastre, reconocía que era bastante mejor que los anteriores y podía rescatarse del oprobio con un poco de trabajo adicional. Sugirieron a Lucas que lo pusiese en manos de un equipo de guionistas profesionales, y él, por una vez, decidió seguir su consejo. Aunque solo a medias. No estaba dispuesto a contratar a ninguno de los juntaletras a sueldo que le ofrecía el estudio, profesionales adocenados que no le inspiraban más que desprecio, pero sí estuvo dispuesto a mostrárselo a dos buenos amigos, el tándem de guionistas que formaban Gloria Katz y Willard Huyck. Fueron ellos, según diversos testimonios, los que dieron al guion final la concreción y la coherencia narrativa que, en opinión de Lucas, ni siquiera necesitaba. El poderoso amigo fue bastante cicatero con Katz y Huyck. Aceptó la mayoría de sus sugerencias, compró a precio de ganga sus líneas de diálogo sencillas pero certeras y, una vez concluido su trabajo, les explicó que había decidido firmar el guion en solitario, porque Star Wars era “la obra de su vida” y no le parecía lógico compartirla con nadie. Eso sí, como compensación, les ofreció un pequeño porcentaje de los futuros beneficios. Katz y Huyck estuvieron de acuerdo, satisfechos, según explicaban años después, de haber contribuido a rescatar a un buen amigo que padecía un atasco creativo. El guion final estuvo listo en marzo de 1976 y la huella de Katz y Huyck resulta evidente para cualquiera que haya echado un vistazo a las versiones anteriores, tan míticas hoy como torpes y absurdas parecieron en su día a la estrecha élite de sus primeros lectores. Han Solo nunca fue un batracio con chaleco, Leia Organa pasó de mujer florero a líder de un movimiento de resistencia democrática contra un Imperio del Mal, Luke no fue un vetusto general y Chewbacca acabó encarnando la versión galáctica del mejor amigo del hombre. Para Marcia Griffin, tal vez la lectora menos indulgente que tuvo jamás Lucas, “Star Wars acabó siendo un enorme imperio audiovisual con forma de pirámide invertida: en su base había un guisante, el guion de George”. La historia de héroes y villanos de una galaxia lejana que a Coppola le pareció pomposa e indigesta. Seguir leyendo
Francis Ford Coppola, una de las primeras personas en leerlo, consideraba que aquel guion era una basura pomposa e indigesta. El 1 de agosto de 1975, hace ahora casi 50 años, George Lucas dio carpetazo al que consideraba el primer borrador viable de la futura Star Wars. Desde su punto de vista, ya solo quedaba cerrar los últimos flecos del acuerdo de producción con Fox y empezar a rodar en el área de Los Ángeles a finales de diciembre. Pero a su esposa, Marcia Griffin, y a su socio y amigo, Coppola, aquello les seguía pareciendo una jerigonza incomprensible.. A Marcia, montadora de profesión, colaboradora habitual de Martin Scorsese, le preocupaba especialmente que el gran proyecto de George tras el éxito de American Graffiti se basase en un guion falto de pulso narrativo y deficiente en lo literario. Incluso recomendó a su marido, no sin cierta crueldad, que intentase “leer un poco más” para comprobar por sí mismo cómo se construye una buena historia.. Literatura de urracas. Pero la falta de referentes no era el problema. Adventures of the Starkiller, Episode One: The Star Wars, título provisional del proyecto, había sido fruto de muchas horas de lectura voraz y digestión problemática. Para empezar, Lucas se había inspirado en Las enseñanzas de Don Juan, evangelio new age del escritor (y chamán) peruano Carlos Castaneda, y en los cuentos de hadas del mitólogo neoyorquino Joseph Campbell.. Ese par de autores le inspiraron un primer balbuceo narrativo, apenas un puñado de párrafos, escritos en febrero de 1972, en los que podía leerse la siguiente frase: “Esta es la historia de Mace Windu, venerable Jedi bendu del planeta Opuchi, y de su pariente y aprendiz padawaan Usby C.J. Thape». A continuación, empezó a enriquecer el guiso con ingredientes literarios tan heterogéneos como los cómics de Flash Gordon y Buck Rogers, las sagas de Tolkien, los tratados sobre religión comparada del antropólogo James George Frazer, el ciclo de novelas sobre el explorador John Carter que escribió Edgard Rice Burroughs, Los viajes de Gulliver o los romances galácticos de Edwin Arnold.. Alec Guinness y George Lucas en el rodaje de ‘La guerra de las galaxias’, titulada posteriormente ‘Star Wars: Episodio IV – Una nueva esperanza’.Sunset Boulevard (Corbis via Getty Images). Lucas, según propia confesión, abordó todo ese material con instinto de urraca, decidido a apropiarse sin complejos de todo lo que brillase. Eso sí, las influencias literarias convivieron en todo momento con las cinematográficas. En mayo de 1973, cuando todo lo que podía exhibir era un lánguido borrador de 13 páginas repleto de nombres extraños, Lucas explicó al director de Universal Pictures, Lew Wasserman, que su película iba a ser un cruce entre los hermanos Grimm y 2001: Un odisea del espacio y que su esquema narrativo básico (una princesa adolescente custodiada por dos secuaces, uno alto, escuálido y parlanchín y otro bajito, rechoncho y parco en palabras) iba a ser muy similar al de La fortaleza escondida, de Akira Kurosawa, una de sus películas de cabecera.. Decisiones complejas. Lucas creía tanto en el proyecto, había invertido tanto tiempo y esfuerzo, que incluso renunció a dirigir Apocalypse Now, una epopeya bélica con guion de John Milius en la que Coppola y él tenían puestas grandes esperanzas desde su etapa como productores independientes a finales de los sesenta. Para Coppola se trataba de una renuncia incomprensible: Lucas estaba dando la espalda a la película que iba a consagrarle como un director serio, un verdadero auteur en la incipiente tradición del nuevo Hollywood, para dedicar los próximos tres años de su vida a hacer “cine para imbéciles”.. “No aspiro a recaudar mucho dinero, pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”. George Lucas a Brian de Palma. Pero Lucas estaba harto de la paternal tutela de Coppola, de las pretensiones intelectuales de su esposa Marcia y de los consejos condescendientes de miembros de la camarilla del cine de autor como Scorsese o William Friedkin. Con el primer borrador en la mano en el verano de 1975 y el presupuesto de cinco millones de dólares que le garantizaba Fox, estaba resuelto a encontrar su propio camino, que era también el de Steven Spielberg y Brian de Palma, otro par de jóvenes con voluntad de restauradores del cine tradicional.. A De Palma, su mejor confidente, le dijo que la suya iba a ser una película “para niños de entre 10 y 12 años”, y que por tanto no cabía exigirle al guion coherencia narrativa ni profundidad psicológica. A los niños les entusiasman los detalles, así que se trataba, sobre todo, de construir para ellos un universo de fantasía ricamente amueblado, con estímulos múltiples para su imaginación, como las atracciones de un parque temático: “No aspiro a recaudar mucho dinero”, confesó a De Palma en un rapto de clarividencia que, pese a todo, se quedó muy corto, “pero fabricaremos juguetes inspirados en los personajes y muchos de los niños que vean la película querrán comprarlos”.. Más aún: el guion de 110 páginas que había suscitado el rechazo incondicional de Marcia y Francis no era más que la punta del iceberg. George contaba con otros 250 folios que iban a dar pie a un par de secuelas casi inmediatas, de manera que, tal y como recordaba años después su confidente, De Palma, una vez consolidado el impacto inicial, la segunda película recaudaría el doble que la primera y la tercera el doble de la segunda. “Era un plan quinquenal”, concluía De Palma. Y fue ejecutado con una precisión y una eficacia muy por encima de las expectativas.. George Lucas y la Estrella de la Muerte.Sunset Boulevard (Corbis via Getty Images). Lucas se estaba anticipando al signo de los tiempos, pero contaba ya con un precedente poderoso: pocas semanas antes de que su guion estuviese listo, a finales de junio de 1975, Spielberg acababa de estrenar Tiburón, el manifiesto contrarrevolucionario del cine comercial, la prueba de que una película de género de factura clásica y sin ínfulas de ningún tipo podía recaudar más de 100 millones de dólares.. Peter Biskind explica en Moteros tranquilos, toros salvajes cómo se gestaron las tres versiones de The Adventures of Luke Starkiller que Lucas pergeñó en solitario. El cineasta se encerró en el desván de su casa de San Anselmo, en California, “en una habitación que compartía con un estridente piano eléctrico Wurlitzer” y en cuya pared, justo detrás del escritorio, había pegado una foto de otro de sus héroes, el director soviético Serguéi Einsenstein. Aunque dedicaba largas jornadas a trabajar en el guion, muchas de ellas estaban destinadas a la lectura de biografías de astronautas y novelas de ciencia ficción barata de los años treinta.. Biskind explica que una de sus principales preocupaciones era “introducir en el guion material de sensibilidad contemporánea, pero evitando el sexo y rebajando todo lo posible la dosis de violencia”. Para el personaje del Emperador, un sombrío burócrata corrompido por el poder, se inspiró en el presidente Richard Nixon. A Darth Vader, por entonces un personaje secundario, lo concibió desde el principio como un cruce entre el sacerdote de un culto esotérico, uno de los brujos de Castaneda, y un oficial nazi. El resto del material fluía y oscilaba con una intensidad alarmante: “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”.. “Primero había demasiados personajes; después, demasiado pocos. El argumento empezó siendo demasiado sencillo para volverse, en las sucesivas reescrituras, demasiado complejo. El papel de la princesa Leia crecía y menguaba”. Peter Biskind en ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’. Obi-Wan, que inicialmente era el mismo personaje que Darth Vader, se convirtió en su némesis. “La Fuerza pasó a tener un Lado Bueno (Ashlan) y otro malo (Bogan)”. Anakin Starkiller se fue transformando gradualmente en Luke Skywalker y, en el proceso, dejó de ser un alto oficial retirado que se unía a una milicia rebelde para transformarse en la Nueva Esperanza, un joven Mesías atascado en un planeta desértico al que los caballeros Jedi, la secta de nostálgicos partidarios del Nuevo Imperio (pronto la Nueva República) instruían en el uso de la Fuerza, que por entonces era más un arte marcial que una corriente espiritual con base genética.. Con un poco de ayuda de mis amigos. En aquellos borradores, Han Solo seguía siendo una criatura de repulsivo aspecto reptiliano que traicionaba a la Resistencia para convertirse, poco más tarde, en lo que Marcia Griffin describía como “una rana con chaleco de cuero” y un aliado reticente del protagonista. Chewbacca iba a ser otro batracio con disfraz de Halloween hasta que Lucas decidió darle el aspecto de su propio perro, Indiana, un malamute de Alaska, el único ser vivo al que permitía acceder al desván durante sus más de dos años de casi continuo encierro. Personajes como Kiber Crystal, llamados a desempeñar un papel crucial en los primeros borradores, acabaron desapareciendo a medida que Obi-Wan los suplantaba asumiendo cada vez más funciones, del ermitaño loco al antiguo instructor de Darth Vader, el tío y mentor de Luke, el infiltrado de la princesa Leia en la periferia imperial.. Lucas se había extenuado escribiendo. Sufría frecuentes dolores de cabezas, molestias lumbares y gástricas y había sucumbido a las supersticiones del escritor solitario: solo utilizaba lápices del número 2 y papel rayado de color azul y verde, se cortaba mechones de pelo y los envolvía en el papel que arrojaba a la papelera, se alimentaba de manera anárquica y precaria. Cuando dio la tarea por concluida, aquel 1 de agosto de hace medio siglo, estaba solo en casa. Marcia había empezado a trabajar en lo que ella consideraba una verdadera película, Taxi Driver, no la fábula pueril en que estaba embarcado su marido. Aun así, dio a Brian De Palma instrucciones muy precisas: “Si George te lee su guion, dile, por favor, que te parece genial y que tiene mucho talento. Yo no lo creo, pero él está pasando una crisis de autoconfianza y tu opinión es la única que respeta”.. Steven Spielberg y George Lucas en 1978.Frank Edwards (Getty Images). Esta historia tiene un final feliz. Aunque el departamento creativo continuó considerando que la versión de agosto de Episode One: The Star Wars seguía siendo un desastre, reconocía que era bastante mejor que los anteriores y podía rescatarse del oprobio con un poco de trabajo adicional. Sugirieron a Lucas que lo pusiese en manos de un equipo de guionistas profesionales, y él, por una vez, decidió seguir su consejo.. Aunque solo a medias. No estaba dispuesto a contratar a ninguno de los juntaletras a sueldo que le ofrecía el estudio, profesionales adocenados que no le inspiraban más que desprecio, pero sí estuvo dispuesto a mostrárselo a dos buenos amigos, el tándem de guionistas que formaban Gloria Katz y Willard Huyck. Fueron ellos, según diversos testimonios, los que dieron al guion final la concreción y la coherencia narrativa que, en opinión de Lucas, ni siquiera necesitaba.. El poderoso amigo fue bastante cicatero con Katz y Huyck. Aceptó la mayoría de sus sugerencias, compró a precio de ganga sus líneas de diálogo sencillas pero certeras y, una vez concluido su trabajo, les explicó que había decidido firmar el guion en solitario, porque Star Wars era “la obra de su vida” y no le parecía lógico compartirla con nadie.. Eso sí, como compensación, les ofreció un pequeño porcentaje de los futuros beneficios. Katz y Huyck estuvieron de acuerdo, satisfechos, según explicaban años después, de haber contribuido a rescatar a un buen amigo que padecía un atasco creativo.. El guion final estuvo listo en marzo de 1976 y la huella de Katz y Huyck resulta evidente para cualquiera que haya echado un vistazo a las versiones anteriores, tan míticas hoy como torpes y absurdas parecieron en su día a la estrecha élite de sus primeros lectores. Han Solo nunca fue un batracio con chaleco, Leia Organa pasó de mujer florero a líder de un movimiento de resistencia democrática contra un Imperio del Mal, Luke no fue un vetusto general y Chewbacca acabó encarnando la versión galáctica del mejor amigo del hombre.. Para Marcia Griffin, tal vez la lectora menos indulgente que tuvo jamás Lucas, “Star Wars acabó siendo un enorme imperio audiovisual con forma de pirámide invertida: en su base había un guisante, el guion de George”. La historia de héroes y villanos de una galaxia lejana que a Coppola le pareció pomposa e indigesta.
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