Israel Yehoshua Singer (Bilgoraj, Polonia, 1893-Nueva York, 1944) era hermano de Isaac Bashevis Singer y de Esther Kreitman. Autor de novelas y de la autobiografía De un mundo que ya no está (publicada en Acantilado), se le considera uno de los grandes escritores en yidis del siglo XX. Rompió a los 17 años con sus padres, que le habían dado una educación religiosa; para entonces a él le interesaban ideas más racionalistas e ilustradas. Se introdujo en los círculos literarios judíos de Varsovia; se entusiasmó y desilusionó por la revolución bolchevique, que conoció en Kiev y Moscú. Empezó a colaborar en Foverts, una revista judía de Nueva York, donde se trasladó en 1934 (y donde atrajo a su hermano).
Aunque los relatos no son autobiográficos, esas experiencias alimentan los mundos y escenarios —por un lado, la Europa central de finales del XIX y comienzos del siglo, con la situación de alteridad y opresión de los judíos, con el peso de las tradiciones y unos cambios repentinos en forma de revolución y guerras; por otro, Estados Unidos, con las posibilidades de integración y alienación para los inmigrantes— que retrata esta antología, compuesta por cinco cuentos aparecidos en un volumen titulado Primavera y tres que aparecieron en una publicación póstuma. Son piezas relativamente extensas que hablan a menudo de cierta inadecuación o extranjería y de un desajuste de expectativas: entre la comunidad y el individuo, entre padres e hijos, entre el que llega a una ciudad y la vida que lleva en ella, en los noviazgos y matrimonios, entre la posibilidad de la reinvención personal y el resultado que ofrece.
‘Will’ cuenta la historia de un niño que, para desasosiego de su padre, en vez de estudiar la Torá, se dedica a jugar con los caballos y quienes los cuidan. Él está a disgusto en su familia y su familia está a disgusto en el pueblo donde viven. Lucha en la Primera Guerra Mundial antes de emigrar, donde es feliz como granjero hasta que llegan noticias de la familia que dejó atrás. En el tristísimo ‘Primavera’, un conductor de ganado queda atrapado por la crecida de un río, y en el estupendo ‘Visita a la tumba de los padres’, el protagonista regresa al shtetl desde Nueva York para poner una lápida a sus padres. ‘Soledad’ y ‘Bela Saradatchi’, lúgubre y melancólico el primero y divertido y algo alocado y glamuroso el segundo, pueden leerse como variaciones sobre el aislamiento. Las protagonistas deben enfrentarse a una realidad frustrante, aunque lo hacen de maneras diferentes.
‘En la estación de Bajmatsh’, su único relato en primera persona, narra un episodio de la revolución rusa, usa la sátira y muestra diferentes destinos de los judíos
‘En la estación de Bajmatsh’ narra un episodio de la revolución rusa, usa la sátira y muestra diferentes destinos de los judíos. Es el único texto en primera persona; ante un delirante bucle administrativo en el que le piden que presente una petición en ucraniano, dice el narrador: “Pensé que me las arreglaría siguiendo el consejo judío para casos similares: escribe un ruso lleno de errores y saldría un buen ucraniano”. ‘Doctor Georgy’ es un cuento lleno de humor sobre los sueños y las decepciones de un padre inmigrante (que proyecta en su hijo sus aspiraciones). ‘El forastero’ transcurre en una aldea en Polonia donde viven judíos y gentiles, y construye una parábola aterradora sobre la comunidad y la exclusión. La narración es sobria y compasiva, relativamente clásica y realista, y las tramas de estos excelentes relatos hacen pensar a la vez en una tragedia y un chiste.
Los relatos del autor judío, que usó el yidis como sus hermanos, Isaac, premiado con el Nobel de 1978, y Esther Kreitman, abordan el sentimiento de extranjería y el desajuste de las expectativas familiares, sociales, sentimentales y vitales
Israel Yehoshua Singer (Bilgoraj, Polonia, 1893-Nueva York, 1944) era hermano de Isaac Bashevis Singer y de Esther Kreitman. Autor de novelas y de la autobiografía De un mundo que ya no está (publicada en Acantilado), se le considera uno de los grandes escritores en yidis del siglo XX. Rompió a los 17 años con sus padres, que le habían dado una educación religiosa; para entonces a él le interesaban ideas más racionalistas e ilustradas. Se introdujo en los círculos literarios judíos de Varsovia; se entusiasmó y desilusionó por la revolución bolchevique, que conoció en Kiev y Moscú. Empezó a colaborar en Foverts, una revista judía de Nueva York, donde se trasladó en 1934 (y donde atrajo a su hermano).
Aunque los relatos no son autobiográficos, esas experiencias alimentan los mundos y escenarios —por un lado, la Europa central de finales del XIX y comienzos del siglo, con la situación de alteridad y opresión de los judíos, con el peso de las tradiciones y unos cambios repentinos en forma de revolución y guerras; por otro, Estados Unidos, con las posibilidades de integración y alienación para los inmigrantes— que retrata esta antología, compuesta por cinco cuentos aparecidos en un volumen titulado Primavera y tres que aparecieron en una publicación póstuma. Son piezas relativamente extensas que hablan a menudo de cierta inadecuación o extranjería y de un desajuste de expectativas: entre la comunidad y el individuo, entre padres e hijos, entre el que llega a una ciudad y la vida que lleva en ella, en los noviazgos y matrimonios, entre la posibilidad de la reinvención personal y el resultado que ofrece.
‘Will’ cuenta la historia de un niño que, para desasosiego de su padre, en vez de estudiar la Torá, se dedica a jugar con los caballos y quienes los cuidan. Él está a disgusto en su familia y su familia está a disgusto en el pueblo donde viven. Lucha en la Primera Guerra Mundial antes de emigrar, donde es feliz como granjero hasta que llegan noticias de la familia que dejó atrás. En el tristísimo ‘Primavera’, un conductor de ganado queda atrapado por la crecida de un río, y en el estupendo ‘Visita a la tumba de los padres’, el protagonista regresa al shtetl desde Nueva York para poner una lápida a sus padres. ‘Soledad’ y ‘Bela Saradatchi’, lúgubre y melancólico el primero y divertido y algo alocado y glamuroso el segundo, pueden leerse como variaciones sobre el aislamiento. Las protagonistas deben enfrentarse a una realidad frustrante, aunque lo hacen de maneras diferentes.
‘En la estación de Bajmatsh’, su único relato en primera persona, narra un episodio de la revolución rusa, usa la sátira y muestra diferentes destinos de los judíos
‘En la estación de Bajmatsh’ narra un episodio de la revolución rusa, usa la sátira y muestra diferentes destinos de los judíos. Es el único texto en primera persona; ante un delirante bucle administrativo en el que le piden que presente una petición en ucraniano, dice el narrador: “Pensé que me las arreglaría siguiendo el consejo judío para casos similares: escribe un ruso lleno de errores y saldría un buen ucraniano”. ‘Doctor Georgy’ es un cuento lleno de humor sobre los sueños y las decepciones de un padre inmigrante (que proyecta en su hijo sus aspiraciones). ‘El forastero’ transcurre en una aldea en Polonia donde viven judíos y gentiles, y construye una parábola aterradora sobre la comunidad y la exclusión. La narración es sobria y compasiva, relativamente clásica y realista, y las tramas de estos excelentes relatos hacen pensar a la vez en una tragedia y un chiste.
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