Hay pocas palabras para describir lo que se vivió anoche en el encuentro entre los finalistas y ex compañeros de Supervivientes. En realidad, sí que las hay, pero utlizarlas sería hacer leña del árbol caído, pues lo que ocurrió anoche fue un reventón en toda regla, un despropósito, un desvarío, un esperpento. El show de quienes han llegado al límite: Anita Williams y Montoya. . Seguir leyendo
Supervivientes terminó el lunes. Borja González fue el ganador (aunque anoche no lo pareciese). Anoche, los finalistas (muy importante el «los») iban a cerrar conflictos y heridas. Lo que ocurrió fue un esperpento, un despropósito, un «sujétame el cubata»
Hay pocas palabras para describir lo que se vivió anoche en el encuentro entre los finalistas y ex compañeros de Supervivientes. En realidad, sí que las hay, pero utlizarlas sería hacer leña del árbol caído, pues lo que ocurrió anoche fue un reventón en toda regla, un despropósito, un desvarío, un esperpento. El show de quienes han llegado al límite: Anita Williams y Montoya.. Se supones que el programa de anoche de Supervivientes tenía que ser para los finalistas -Escassi, Borja, Montoya y Anita-. Cada uno iría entrando en el plató y se iría enfrentando a todas las heridas que quedaron abiertas. Algunas eran pequeños cortes que dejaron de sangrar hace tiempo, pero que si hacía falta volver a abrir, se abrirían. Las de otros eran heridas que nunca han dejado de supurar. Llevan tiempo infectadas y ahora no hay desinfectante que pueda frenar el avance de la infección.. La idea de Supervivientes era la más lógica, arrancaría el programa con Sandra Barneda recibiendo a Borja González, ganador de Supervivientes 2025; después a Álvaro Muñoz Escassi; y después a Anita y Montoya. Sin embargo, Supervivientes tuvo que cambiar por completo toda su escaleta, pues las horas previas al programa había ocurrido algo que, aunque desde otros prorgramas de Telecinco, llevaban avisando desde que terminase la gran final del martes, lo cambiaba todo. Algo había ocurrido entre Montoya y Anita Williams. Separados en dos salas de Mediaset, Supervivientes conectaba con ellos y les pedía explicaciones. Cada uno daba una versión de lo ocurrido, pero ambos coincidían en que la historia entre los dos concursantes estaba en stand by. Entraron en plató y… se lío la mundial.. Hacía tiempo que no se vivía una noche como la que se vivió anoche en el plató de Supervivientes. Hacía tiempo que el descontrol y el desvarío no se apoderaban así de un plató. ¿Entretenido? Desde luego. ¿Bochornoso? También. Lo que ocurrió las más de dos horas después fue un show difícil de calificar, pues no está muy claro si aplaudir, reír, llorar o mirar hacia otro lado. El resumen sería algo así: Montoya quiere y necesita tiempo. Anita quiere más, se ha hecho ilusiones. No llegan a un punto común. Anita suelta una bomba en directo. Montoya lo niega y reniega de ella, y… se produce el reventón televisivo y el reventón de la mente humana.. «Makoke, perdón, tenías razón, en Playa Misterio sí que hubo sexo, estoy harta de que no me entienda nadie, ahora estoy contando la verdad y estoy hasta temblando», soltó de repente Anita. Hay que remontarse a la semana de Supervivientes en la que Anita Williams aceptó hacerse una prueba de embarazo. La concursante había engordado, las dudas arreciaban y Supervivientes le ofreció hacer la prueba. Anita aceptó, pero el ofrecimiento del programa, las dudas sobre esa barriga llevaron a que Makoke soltase que no era descabellado que estuviera embarazada, pues al principio de la edición de Supervivientes, cuando Anita, Montoya y Manuel estuvieron ocultos en Playa Misterio, Anita y Montoya habían tenido sexo.. En aquel momento, los dos lo negaron. Como no podía ser de otra manera en aquel programa se lío parda. Makoke se mantenía firme en su afirmación. Montoya y Anita, en la suya. El antecedente era más previo aún, pues Montoya y Anita entraron completamente separados tras lo vivido en La isla de las tentaciones. Montoya decía querer curarse; Anita quería recuperarle, y en ese intento, ella haría todo lo que pidiera, hasta entender y aceptar que Montoya renegase de ella para que su familia no pensase que era imbécil y que a la primera de cambio había vuelto con la persona que le había hundido en los últimos meses. Ahí quedó la cosa hasta que anoche Anita, cansada de las idas y venidas emocionales de Montoya y de su falta de claridad con ella dijo basta.. La confesión de Anita fue el desencadenante de un tremebundo espectáculo que, estando Montoya, no entiendo cómo nos puede seguir sorprendiendo. Gritos, llantos, huidas de plató, reproches, más gritos, más llantos, Sandra Barneda intentando poner algo de cordura, a la vez que intentaba hacer el programa, los colaboradores echando más leña al fuego, el ganador de Supervivientes estático en una sala de Mediaset esperando que alguien le diera paso al plató, Pelayo, hasta el último pelo del cogote, Carmen Alcayde, entre dos aguas. De nuevo, más gritos, más llantos, Montoya arrollidándose y suplicando que le dejasen feliz. Anita, intentando no volver a quedar como la killer woman con la que entró en Supervivientes. Escassi buscando poner algo de paz. Anita, de rodillas delante de Montoya. Sandra Barneda, consolando, calmando e intentando hacer un programa. Más llantos, más gritos, más de todo.. «Hay una cosa que se llama respeto. ¡Basta! Ya de verdad… estáis en un programa. Os estoy diciendo calma y serenidad. Llevamos dos horas que es imposible. Imposible», repitió muchas veces anoche Sandra Barneda. Si ella estaba así, imaginad los espectadores. Efectivamente, era un imposible.. Montoya se acababa de caer con todo el equipo o más bien le acababan de tirar por la borda con todo el equipo. La revelación de Anita -una chorrada como un piano, pues después de Playa Misterio hubo otras muchas noches de pasión en Supervivientes- supuso para Montoya el mayor puñal que le podrían haber clavado. Negó hasta tres veces como San Pedro, aunque todo apunta a que Anita no estaba mintiendo. Y lo negó por lo mismo que en Supervivientes, porque no quería que su familia se pensase que era un imbécil.. «Me parece muy ruin, que lo demuestren. La estuve abrazando y dándole cariño. Tengo una familia, yo no tengo necesidad de callarme eso», gritaba Montoya. Pero Anita también quería su sitio, su lugar, dejar claro que no quería volver quedar de «mentirosa» y volvía a entonar su verdad: «Creo que teníamos que contarlo, en este programa hay una audiencia y se tenía que contar la verdad».. Anita se rompía por completo y Montoya abandonaba el plató, entre lágrimas. Al que Sandra Barneda iba a buscar para que volviera y este se mostraba completamente sobrepasado: «Yo quiero ser feliz, llevamos mucho, necesito mi distancia y tiempo». El que volvía a sentarse en el sofá, pero no podía parar de llorar: «Quiero que a ella siempre le vaya bien en la vida».. «Es que no sé, estoy en shock la verdad», decía Anita. La realidad es que en shock estábamos todos los que lo estábamos viendo. El plató de Supervivientes se descontroló por completo. No había manera de frenar el show, pues como dijo Álvaro Muñoz Escassi ninguno de los dos estaba preparado para todo esto. Salir de Supervivientes, de 102 días aislado, viviendo en una burbuja, sin información del exterior, en una especie de oasis mental y, entonces, regresar a España y recibir de sopetón toda la cruda realidad.. Para dos personas, especialmente Montoya, que emocionalmente todavía no se había recuperado encontrarse de sopetón con todo esto es un papelón muy difícil de gestionar. De hecho, él mismo gritó varias veces que estaba «atrapado», que él sólo quería irse a su casa, descansar, curarse, recuperarse, pensar… Para Anita Williams volver a encontrarse con el mismo pastel envenenado con el que se fue, el de la mala, el de la traicionera, el de la infiel, suponía también un golpe demasiado duro para recibir sin haber tenido un tiempo de respito y calma.. «Quiero ser feliz. Ya vale Sandra, ya vale. Quiero ser feliz ya y me lo merezco. He entrado, he sido generoso y no tengo necesidad de inventarme algo que no he hecho. Yo me he dejado llevar y algo que no ha pasado no (…) «Quiero ser feliz, yo me rindo. Haced lo que queráis, pero de verdad que quiero ser feliz ya por favor. Me rindo de este juego», repetía una y otra vez Montoya sin que nada ni nadie pudiese calmarse. Ni una telenovela de los 90.. Y en medio de todo esto, un ganador, Borja González. Es innegable que el contenido que dieron Anita y Montoya anoche para la televisión es oro puro. Es como una gallina que no para de poner huevos de oro, uno detrás de otro. ¿Hubiera dado el mismo Borja? Todos sabemos que no, pero tampoco era de recibo dejarle en una sala esperando horas y horas para poder entrar cuando él tenía que haber sido el primero en hacerlo. 15 minutos de entrevista y luego dejas que Anita y Montoya den todo el show que quieran, lloren, griten, pataleen y se dejan llevar hasta límites insospechados. El problema es que el show de Anita y Montoya nos arrastró ahora. Son como una adicción, no puedes dejar de consumirlos, aunque sepas que te hacen daño, aunque los aborrezcas, aunque los quieras y los ansíes.. Anita y Montoya, anoche en Supervivientes.MEDIASET. El problema es que después de tantos meses siendo ellos los que han sostenido todo el contenido del programa, siendo ellos los que más enemigos se han generado, siendo las gotas que han colmado el vaso, lo vivido anoche en Supervivientes fue una gota más que acabó con la paciencia de buena parte de los seguidores del programa. Es como una contradicción, como un ‘no puedo dejar de mirarlos’, pero a la vez un ‘que esto acabe ya’.. Queda el debate del domingo. En medio dos días para que, o bien, esto se frene, o bien, esto se encienda aún más, si es que se puede encender más todavía. Ha llegado el momento de que Anita y Montoya respiren, se tomen su tiempo, se reconstruyan. El problema es que tocar el cielo del estrellato es más adictivo todavía que verles a a ellos.
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