Cierto abandono expresa una manera de vivir en la ética de la poesía, su manera de marcar desapego hacia todo lo que la vida tiene de mezquina Leer
Cierto abandono expresa una manera de vivir en la ética de la poesía, su manera de marcar desapego hacia todo lo que la vida tiene de mezquina Leer
«He aprendido a ser sucio y me parece bien» es una frase de Juan Ramón Jiménez que leí alguna vez en el Salón de los pasos perdidos de Andrés Trapiello y que después retomé en un texto hecho para un libro que nunca llegué a escribir y que me temo que nunca existirá. Ese capítulo concreto trataba sobre las casas de César Manrique y de Álvaro Pombo y ahora, en vísperas del Cervantes de Pombo, la cabeza me vuelve al hilo que se quedó a medias.. La casa de César Manrique en Lanzarote la tiene todo el mundo en la memoria, ¿verdad? En resumen: el lugar se presenta como un templo del hedonismo pero, en el fondo, está obsesivamente determinado. Más que el epacio libre para la alegría y el capicho del deseo que creemos que es, es la escenografía de una vida-ópera, remedo de Turandot, y, por tanto, es en el fondo rígida.. ¿Y la casa de Pombo? Es mucho menos conocida para el público pero ha sido retratada y comentada en mil entrevistas. Y todo lo que se ha dicho de ella se puede sintetizar en seis palabras que no son ningún secreto pero que aún suenan turbadoras: Pombo vive al borde del Diógenes. Al borde, pero no más allá y mi sospecha es que el escritor siempre ha mantenido cierto control sobre el caos de su piso en Argüelles, sobre ese salón en ele y su bonita terraza. Que hay, incluso, una pequeña parte de coquetería en su abandono juanramoniano.. «He aprendido a ser sucio y me parece bien». ¿Qué significa esa frase aparentemente cómica? Supongo que en Álvaro Pombo, el descuido expresa su manera de vivir en la ética de la poesía, su manera de marcar desapego hacia todo lo que la vida tiene de mezquina. ¿Qué decir? La idea es atractiva pero sospecho que se nos acaba en sí misma porque, en realidad, ninguno de nosotros vive así, como Pombo en su religio poetarum, amueblados por Rilke y no por Ikea.. Sí que hay algo más que intuyo, algo que quizá sea interesante: ¿qué es el Síndrome de Diógenes sino un anhelo de refugio y de calor doméstico llevado al extremo? El instinto de contarnos a través de libros, acuarelas, fotografías de nuestros padres, souvenirs tontos que trajimos de Lanzarote, juguetes que acompañaron a nuestros hijos hace 40 años… El Diógenes es horrible pero hay algo dulce en esa querencia, algo que nos debería merecer una compasión bienhumorada.. Algo más: Álvaro Pombo es un escritor y un conversador maravilloso. Su discurrir es nítido y preciso. Limpísimo, esa es la palabra. Me encantará verlo en la entrega del Cervantes y cuento con que esté muy guapo de chaqué.
Literatura // elmundo