Javier Salvago publica ‘Mis reflexiones de El Loco’, con las disertaciones que escribió para Jesús Quintero durante más de 30 años. «Una de sus vocaciones frustradas de Quintero es que no escribía», dice, pero El Loco «siempre tenía un chispazo que era sólo suyo, su sello» Leer
Javier Salvago publica ‘Mis reflexiones de El Loco’, con las disertaciones que escribió para Jesús Quintero durante más de 30 años. «Una de sus vocaciones frustradas de Quintero es que no escribía», dice, pero El Loco «siempre tenía un chispazo que era sólo suyo, su sello» Leer
Todos los focos apuntaban al gran Jesús Quintero (San Juan del Puerto, Huelva, 1940 – Ubrique, Cádiz, 2022), el artista de la comunicación, el mago de los silencios, el mejor entrevistador, ese al que nadie podía resistirse. Puso su sello en programas tan icónicos como Cuerda de presos, Ratones coloraos o el que le bautizó para siempre, El Loco de la Colina. Reinó en la radio y la televisión durante más de tres décadas, entre los años 80 y 90 del siglo pasado y los primeros de los 2000. Pero detrás de las cámaras había un gran equipo de mentes brillantes que hacían que El Loco de la Colina deslumbrara cada noche desde su púlpito televisivo.. Dentro del círculo más cercano que rodeaba a Quintero y su universo televisivo estaba el poeta Javier Salvago (Paradas, Sevilla, 1950). Fue su guionista durante más de treinta años, siempre en la sombra, alejado de los focos y la fama que tanto le gustaban a Quintero. Salvago dio voz al personaje ideado por El Loco de la Colina y ahora acaba de publicar el libro Mis reflexiones de El Loco, en la editorial Los papeles del sitio, que recoge, precisamente, todas esas disertaciones que durante años redactó para Quintero.. Jesús Quintero, en el teatro que entonces llevaba su nombre en el centro de Sevilla.Fernando Ruso. Sorprende la vigencia de las reflexiones de El Loco, a pesar de que fueron escritas hace varias décadas. «La democracia es el menos malo de los sistemas políticos, pero es malísimo», recoge una. «La verdad y la bondad parecen débiles cuando ante ellas se alzan, prepotentes, la mentira y la maldad. […] El día que te descubran la mentira, estarás acabado, finito, muerto. Bueno, en realidad eso era en otros tiempos. Ahora los mentirosos y los malos ni se sonrojan cuando se descubre su maldad y sus mentiras. Ni se sonrojan ni piden disculpas ni dimiten. Siguen ahí, liderando las audiencias, ganando elecciones…». La mentira y los bulos, antes de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pusiera de actualidad su «máquina del fango».. Y están también las obsesiones de Quintero. «El Sur es una filosofía, una religión, un sentimiento, una forma de entender la vida y la muerte. […]. El sur es una casa con dos puertas: una da al paraíso, otra al infierno». Y disertaciones con tintes autobiográficos. «Te aseguro que cuando hablo de soledad, de depresión, de incomprensión, de angustia, de dolor o de miedo, no hablo de oídas. […] Conozco el sabor de la traición, del desengaño, del desamor, del miedo… Le he visto las orejas al lobo de la enfermedad y del dolor. He vivido sin dinero».. «Este libro, aunque lo he escrito yo, no lo siento totalmente mío porque escribía para un personaje que ya existía, al que le daba voz y le daba vida. Aunque, desde el principio, intenté llevarme a El Loco a mi terreno, darle un poquito de carne, traérmelo a la tierra y que hablara de las experiencias que nos pasan a todos y de la vida, más que de andar por las nubes. Al final, ese personaje habla un poco como yo. Es mi voz», explica Salvago.. El Loco fichó al poeta tras ganar el Premio Rey Juan Carlos I de Poesía en 1984. Pero lo tenía en mente desde mucho antes, cuando lo entrevistó en la radio al alzarse en 1981 con el Premio de Poesía Luis Cernuda. Tanto se volcó Salvago en su trabajo con Quintero que estuvo más de una década sin publicar nada de poesía. En 1997, recopiló por primera vez todas sus poesías en un volumen y no hubo nuevos poemarios hasta 2011.. «Es que no tenía necesidad. Cuando me llamó Quintero, supe que me iba a dedicar a escribir, que era lo que yo quería. Entonces, no sabía que una cosa es escribir por obligación y otra, por necesidad interior. Porque te lo pida el cuerpo y el alma», recuerda Salvago. Y tan intenso era el trabajo con El Loco que, «al escribir por obligación, me fui apartando de hacerlo por vocación y necesidad».. «Terminaba tan harto que llegó un momento en el que las palabras no significaban. Yo me sentía como una especie de puta de la palabra», bromea Salvago. Era un trabajo «absolutamente absorbente».. No lo dice, ni mucho menos, con rencor. No hay arrepentimiento alguno. Está plenamente convencido de la decisión que tomó de ligar su carrera profesional a la de El Loco. «Si tenía una pequeña vanidad por publicar, desaparecía porque un poema lo leen, como mucho, 200 personas. Yo escribía textos que escuchaban millones de personas cada noche», zanja Salvago.. Cuando Quintero lo llamó, el poeta aceptó «con todas las reservas porque, hasta entonces, no había hecho otra cosa que escribir poemas y no conocía la medida de mis posibilidades», cuenta en el prólogo del libro. De todos modos, en aquel momento, «no tenía mucho donde escoger. Tenía un hijo pequeño y una mujer y mi único oficio era escribir versos. Así que le dije que sí, creyendo que aquello sería sólo un pasatiempo, algo que me ayudaría a tirar para adelante unos cuantos meses, pero sin sospechar que se acabaría convirtiendo en mi medio de vida».. Para un poeta entrado en los 30 años, Quintero ofrecía muy buenas condiciones salariales. «Cuando empecé, me ofrecieron 1.000 pesetas por folio y la posibilidad de ganar todo el dinero que quisiera escribiendo folios y más folios. Para mí, eso era una pequeña fortuna».. Son míticos los folios a mil pesetas costeados por Quintero a su brillante nómina de guionistas-escritores, entre los que estuvieron en diferentes etapas Raúl del Pozo, Félix Machuca, Juan Teba, Juan José Téllez… Cuando todavía no existía el correo electrónico, Téllez enviaba su texto en el autobús de Comes que hacía el trayecto desde Algeciras a Sevilla, como cuenta en el libro El Loco el periodista ya fallecido Jesús Melgar, que también trabajó durante años con Quintero.. «¡Que estamos hablando del año ochenta y algo! Mil pesetas por un folio no lo cobraba ni Paco Umbral. En aquella época, no se valoraba a los escritores ni a los guionistas. Eso lo mejoró Quintero. Les dio su lugar, aunque no publicitariamente, porque no se decía quién estaba en el staff, pero sí se les pagaba muy bien», contó a este diario el propio Melgar en 2022.. Melgar también reconoció a Crónica que «nos vampirizaba a todos los que estábamos alrededor», aunque lo daba por «justificado con lo que ha aportado al mundo de la comunicación». Comparte esta opinión Salvago. «Quintero lo vampirizaba todo. Se alimentaba de todo, pero conmigo el trato fue siempre exquisito».. Actuaba así, en cierta manera, porque «una de sus vocaciones frustradas era que no escribía», revela Salvago. El genio de la comunicación «tomaba notas, pero nunca armó de principio a final una reflexión». Ese era el trabajo de sus guionistas.. En cualquier caso, Quintero era «muy creativo, tenía muchas ideas y muchos golpes geniales; había entrevistas en las que se sentía a gusto y ni siquiera miraba los cuestionarios, y siempre tenía un chispazo, el chispazo del Loco, que era solo suyo, su sello, lo que hacía que aquello solo pudiera ser de Jesús Quintero», evoca Salvago.. Su trabajo era como un sacerdocio. «Vivía para él. Estaba siempre pensando cosas nuevas, cosas originales y no tenía reparo, se atrevía a hacerlo todo y a preguntarlo todo. Era un genio en lo suyo. Se aprendía mucho a su lado», destaca el poeta-guionista.. Salvago estuvo en la sombra más de 30 años, pero «no quería más» porque «soy una persona cómoda y quiero estar en mi casa tranquilamente, levantarme a la hora que quiera porque soy más bien noctámbulo y trabajo por la noche. Y, por la calle, que no me conozca la gente. Eso es la libertad total».. Además, «siempre me he sentido poeta y, si busco algún prestigio, es el de poeta. Lo demás, me resbala. No quiero que se me reconozca como guionista», apostilla.. Cuando Salvago llegó al programa de Quintero, comenzó solamente escribiendo textos para las reflexiones de El Loco, pero «inmediatamente» el jefe lo puso a hacer cuestionarios para las entrevistas. «Él traía un cuestionario previo y yo luego redactaba más de 50 preguntas».. Las entrevistas tenían su liturgia. Como una obra de teatro, con su planteamiento, nudo y desenlace. Si no se lograba en el plató, se conseguía en la sala de montaje. Quintero «preguntaba ingenuamente, pero nosotros sabíamos perfectamente lo que estábamos buscando». Los cuestionarios eran una referencia, pero si el personaje se adentraba en algún terreno interesante, Quintero seguía por ahí. «Como escuchaba y era un buen entrevistador, sabía dónde tenía que ir».. A todo ello se añadían los míticos silencios de El Loco. Y las miradas. «Quintero fue un maestro del silencio. Se quedaba en blanco, pero en el sentido de que estás escuchando al que te está hablando y te impresiona. Es un silencio interior», explica Salvago. «Con el silencio jugamos todo lo que nos dio la gana» y hasta hicieron «experimentos de dos minutos de silencio, a ver si la gente aguantaba». Aquello se emitió en Canal Sur.. La dimensión de Quintero iba más allá del periodismo. Salvago cree que «no se le entiende si se piensa que es solo un periodista o un comunicador. Era artista. Hizo arte con la radio y la televisión». De hecho, los personajes que llevaba a su programa tenían que tener arte y no necesariamente porque fueran artistas.. Nunca quiso sentarse ante Camarón delante de las cámaras. Quizá para no derribar el mito del cantaor flamenco. «A Camarón nunca lo quiso entrevistar porque el cantaor hablaba muy poco e iba a ser muy difícil hacerle una buena entrevista», añade. En cualquier caso, «todo el mundo quería que lo entrevistara Quintero». Para Salvago, entre las mejores entrevistas, está la última que le hizo a Antonio Gala, donde el escritor habla sin pelos en la lengua de todo. De lo humano y lo divino.. El Loco llevó a sus programas televisivos a toda una galería de personajes marginales a los que les dio «el mismo trato que a un presidente de Gobierno o a una estrella de rock» porque «eran arte», como de «neorrealismo italiano», dice Salvago. Con ellos, «se entendió perfectamente porque él tenía un fondo de pícaro». También tenía un «gran olfato» y El Loco «calaba a la gente inmediatamente».. El talón de Aquiles de Quintero fue que «se metía unas necesidades absurdas» y en unos negocios ruinosos. Era «muy listo, pero no muy inteligente porque una persona inteligente aprende de los errores y él nunca aprendió de ellos. Tropezaba ocho veces en la misma piedra. De hecho, se arruinó varias veces». Y ocurrió porque decía «quiero demostrar que soy el mejor empresario de Andalucía» y no tenía «ninguna necesidad» porque ya era «el mejor comunicador de Andalucía, de España y de medio mundo».. Uno de sus negocios fracasados fue el Montpensier, un local de lujo en pleno parque de María Luisa, en Sevilla. Era «maravilloso», pero tuvo ideas «tan peregrinas» como que los camareros tenían que parecerse a algún famoso, aunque no supieran mucho de su oficio. Para un pequeño teatro que había «se trajo a 20 cubanos», pero claro, «mantener a 20 personas para que hicieran algo por la noche… Fue una locura total y una ruina».. También es cierto que Quintero no le daba ninguna importancia al dinero. «Le gustaba tenerlo, le gustaba gastarlo, sobre todo en sus fantasías, pero no era una persona de tenerle apego al dinero», evoca Salvago.. En Mis reflexiones de El Loco la palabra dinero figura 21 veces. No es, ni mucho menos, la que más sale. Ahí va una:«Más vale hombre sin dinero que dinero sin hombre, dijo Temístocles. Pero aquellos eran otros tiempos. Ahora vivimos en una época de idólatras del becerro de oro en la que el dinero ha acabado con el hombre. A fuerza de sumisiones, corruptelas, trampas, mentiras y renuncias para conseguirlo, el hombre ha perdido su alma».. En su libro, Salvago ha seleccionado los textos menos conocidos. «Algunos puede que Quintero los dijera solamente una vez. Hay otros que repitió infinidad de veces. Y es curioso porque la gente creía que siempre eran nuevos».. Ya se puede adquirir el libro a través de la web de la editorial sevillana Los papeles del sitio. No se distribuye en librerías. La primera tirada será numerada y Salvago firmará los primeros 75 ejemplares porque justo este año cumple 75 años. Una edición de coleccionista. ¿Como le habría gustado a Quintero?
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