La escritora uruguaya publica ‘El monte de las furias’, una novela hermosa y compleja que reflexiona con hondo lirismo sobre las aristas de la condición humana. «La literatura no es lugar para el activismo, es una experiencia estética» Leer
La escritora uruguaya publica ‘El monte de las furias’, una novela hermosa y compleja que reflexiona con hondo lirismo sobre las aristas de la condición humana. «La literatura no es lugar para el activismo, es una experiencia estética» Leer
El éxito de Mugre rosa (2020), que le valió galardones como el Sor Juana Inés de la Cruz, el Nacional de Uruguay o el Bartolomé Hidalgo, además de ser finalista del National Book Award; terminó cansando un poco a Fernanda Trías (Montevideo, 1976), pues este relato sobre una epidemia global que se transmitía por el aire coincidió con la pandemia del coronavirus. «Me hizo muy feliz la acogida y repercusión del libro, pero me harté de que todo se centrara en eso y no en otros temas que exploraba la novela», reconoce a La Lectura desde su casa en Bogotá, donde vive desde hace casi una década.. Quizá para evitar algo similar, El monte de las furias (Random House) es una novela mucho más lírica, más esquiva a definiciones, en la que la trama se diluye en las poderosas imágenes y en el poder del lenguaje. Construida en forma de diarios, con una poderosa primera persona -la mujer, de quien nunca conocemos el nombre- que oscila entre la cordura y el delirio, inundada de rabia y dueña de un pasado oscuro que se sugiere sin nombrarlo, la novela deshoja en sus páginas, con envidiable sutileza, un buen puñado de temas claves de la autora: la maternidad y su necesidad, la desigualdad social y la pobreza extrema a los que conducen el capitalismo radical, la naturaleza y nuestra relación con ella y la imposibilidad del lenguaje para expresar ciertas realidades.. Random House. 248 páginas. 18,90 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. «Aquí intento de burlarme de esa idea de que si una novela no tiene trama es aburridísima y hay que tirarla a la basura. Me río de eso porque no creo en ello. Cuando quiero ver una historia con trama busco una serie de Netflix, pero contar una historia no es la función principal de la la literatura. Para mí, la literatura es una experiencia estética que proponemos al lector, un mundo en el que adentrarse para sentir y pensar en ciertas cosas», explica la escritora. «Me gusta que mis personajes sean lo más complejos y con gamas de grises posibles, porque me parece fascinante acercarse a otra manera de estar en el mundo, a otra manera de pensar y de sentir, a otra subjetividad. Quizá por eso escribo, porque me inquieta pensar que hay tantos millones y millones de subjetividades en el mundo y no puedo acceder a ninguna. La ficción es ese camino para imaginar otras vidas».. La vida que se nos plantea aquí es la de una mujer de origen humilde que vive sola, prácticamente aislada del mundo, en lo alto de una montaña con la que empieza a fraguar una intimidad y una afectividad que pronto trasciende lo real. Paralelamente, a través de sus escritos descubrimos un pasado de violencia y miseria, en el que laten crudos conflictos maternofiliales y sociales, que se resiste a soltarla por completo. «Al conocer sólo su parte de la historia, lo que narra no es completamente fiable, máxime cuando su personalidad oscila entre la cordura y el delirio», apunta Trías. «Quería jugar con esa frontera, un borde que muchos habitamos. Además, tras la protagonista de Mugre rosa, una mujer mucho más culta, urbana y educada, quería una voz mucho más simple, rústica, que, sin embargo, es capaz de llegar a lugares poéticos y sensibles, sutiles, sin necesidad de utilizar un lenguaje elevado ni pretencioso».. Justamente el lenguaje, áspero y cruel, lírico y metafórico, singular y poderoso, es la auténtica clave de El monte de las furias y conecta con el paisaje y la naturaleza, otro de los temas fundamentales de esta novela que, paradójicamente, tomó forma durante el confinamiento, cuando Trías, encerrada en su casa, estuvo varias semanas observando por la ventana los Cerros Orientales de la capital colombiana. «Entré en un estado meditativo y de verdadera comunión con este paisaje duro y violento que configura también la idiosincrasia del país», explica.. «Nuestro lenguaje es una herramienta insuficiente. En esta novela he intentado trascender el lenguaje humano, aún sabiendo que voy a fracasar». «Quería ir más a fondo con el tema del medioambiente, que ya había explorado, pero tenía dudas sobre cómo trabajarlo literariamente, pues no quería que fuera un alegato. La literatura no es lugar para hacer activismo, en la vida hay muchos otros espacios para eso. Lo que quería era agarrar el gran dolor que sentía ante el el daño y la violencia que ejercemos sobre todas las formas de la naturaleza y narrarlo desde ese tiempo geológico del universo en el que somos insignificantes».. En esa búsqueda, Trías pronto se vio «enfrentada a la imposibilidad del lenguaje humano para expresar lo ajeno, el habla de la naturaleza. Nuestro lenguaje es una herramienta insuficiente para comunicar nuevas maneras de intimidad y de afectividad con otras corporalidades animales, vegetales o minerales, así que decidí trascender el lenguaje humano aún sabiendo que iba a fracasar», apunta la escritora, que en algunos capítulos breves, los más líricos y místicos, da voz a la propia montaña. «Enseguida sentí que esa incapacidad del lenguaje me llevaba directamente al terreno de lo poético, de la imagen».. La escritora uruguaya Fernanda Trías.Uniandes. «Porque la poesía no es sólo ese lenguaje que se resiste a ser parafraseado, sino que es lo que habita en el pliegue, ese espacio de suspensión entre lo dicho y lo no dicho», insiste Trías, para quien atrapar ese idioma de la montaña, de la naturaleza, se convirtió en una obsesión. «Es un lenguaje opaco, porque justamente estoy hablando de unas cosas que que se resisten a mi comprensión. Y, por eso, la poesía incomoda a veces tanto a tantos lectores, porque para poder leer poesía tenés que aceptar el hecho de que nunca vas a entenderlo todo. Como decía Clarice Lispector: ‘Lo indecible sólo me puede ser dado a través del fracaso de mi lenguaje. Aunque no lo agarre, por lo menos, lo rozo'».. Pero tampoco piense el lector que El monte de las furias es simplemente un ejercicio estilístico en el que no pasa nada. La tranquila cotidianidad de la protagonista se ve rota en ciertos momentos, especialmente cuando comienzan a aparecer en su remoto jardín montañés un cadáver tras otro. Nunca sabemos si son víctimas del narco, del poderoso dueño de la cantera del cercano y pobre pueblo, que está en huelga ante los abusos, o de cualquier otro poder. Quizás sean restos de ese pasado que persigue a la protagonista, a través de cuya narración Trías entra a fondo en los citados temas de la desigualdad social, la pobreza extrema y la violencia.. «Es un pueblo que podría ser cualquier pueblo de América Latina, marcado por el desempleo y la precariedad y abandonado de la mano del Estado, lo que provoca que otros poderes paralelos como el narco o grandes corporaciones asuman el control y tengan a su absoluta merced a una población que no tiene otras opciones», lamenta la escritora. Una situación que deriva en la ira, la rabia, la furia, que es el sentimiento predominante en la novela. «Siento que que en cada libro hay una emoción central que permea todo el texto, y en este caso era esa rabia desbordante, esa rabia que te inunda, te ciega y te deja sordo, y que yo he sentido. Yo siento mucha rabia e impotencia ante injusticias y violencias que tienen que ver con la destrucción del medio ambiente y todas las prácticas horrendas del capitalismo, o con el tema de los desaparecidos, algo que se vivió en mi país y que se ha vuelto común en lugares como Colombia o México», denuncia.. «Hay una gran rabia que se está fraguando en todo el mundo. Nace de la frustración y la impotencia que sentimos los individuos al no poder cambiar las cosas». «Hay una gran rabia que se está fraguando en todo el mundo que nace de la frustración y la impotencia que sentimos como individuos al no poder cambiar las cosas. Una rabia contra esa maquiavélica estrategia neoliberal que nos tiene completamente agobiados, agotados, extenuados, sobreexplotados y sin esperanza».. Además de esta percepción global, la ira, igual que el paisaje violento, es una emoción que Trías extrae de Colombia, país donde lleva desde 2015 y el primero -tras haber vivido en Francia, Estados Unidos, Argentina- que cree que ha impregnado su escritura. «Hay una gran ira no resuelta con todo lo que tiene que ver con el conflicto colombiano, porque fue una violencia que tocó a toda la sociedad. No hay nadie que haya conocido acá, de un bando u otro, que no me cuente que o un familiar o alguien muy cercano o estuvo secuestrado, o lo mataron o lo desaparecieron…», relata. «Es una herida abierta, porque nunca ha habido reconciliación. A pesar de que en 2015 empezó el proceso de paz, y yo estaba muy esperanzada, fue un momento que duró muy poquito, porque la población rechazó en plebiscito que no quería ningún proceso de paz, que no estaba lista. Lo que había no era deseo de paz, sino de venganza», reflexiona Trías.. Volviendo a esos cadáveres, una de las tantas metáforas del libro, la decisión de la narradora de hacerse cargo de ellos y enterrarlos, sirve a Trías para explorar otro de sus grandes temas: la necesidad de la maternidad y del cuidado del otro. «Me interesaba explorar la idea de la ética del cuidado, una ética del cuidado más que una maternidad biológica. Un deseo de cuidar y de amar que trascienda los lazos de propiedad y los parentescos de sangre. La maternidad como algo más allá de lo vivo, de lo humano», expresa la escritora. «En ese punto es donde entra la ética del cuidado que implicaría también cuidar el medioambiente, la naturaleza, pero también la memoria, la memoria en este caso, de los desaparecidos».. «Existimos para que todo lo demás siga existiendo. Qué bonito sería, qué diferente todo, si tuviéramos la conciencia de que vivimos para cuidar a todos los niveles». Es en este punto cuando nuestra narradora encuentra un sentido a su existencia. «¿Para qué existimos?», se pregunta. «Existimos para que todo lo demás siga existiendo. Qué bonito sería, qué diferente todo, si tuviéramos la conciencia, a todos los niveles, de que vivimos para cuidar, para que lo demás siga existiendo», reflexiona Trías, que, sin embargo, muy a tono con el mundo que ha levantado, se resiste a dar una explicación unívoca y cerrada a El monte de las furias que, por cierto, concluye con lo que explican las tres primeras páginas del libro.. «La literatura es como los sueños, hay una multiplicidad de sentidos, siempre puede aparecer, un nuevo significado y puede ser reinterpretada de distintas maneras por cada lector. Sin embargo, sí me gustaría que quien se adentre en el viaje que plantea la novela pueda conectar con la pulsión vital de la protagonista. Con esas ganas de vivir y esa manera de amar el mundo tan radical de alguien que, además, ha recibido de él tan poco», concluye.
Literatura // elmundo