El escritor estadounidense Grady Hendrix encarna el nuevo horror: irreverente, actualísimo y superventas Leer
El escritor estadounidense Grady Hendrix encarna el nuevo horror: irreverente, actualísimo y superventas Leer
«Éramos unas niñas con dificultades para socializar, unas frescas, unas chicas fáciles, emocionalmente inmaduras, unas crías que habíamos crecido demasiado rápido. Rose ni siquiera había cumplido los dieciocho. Holly acababa de cumplir 14. Yo tenía 15. Llámanos como quieras, pero éramos unas crías».. Así arranca Brujería para chicas descarriadas (Minotauro), la última y alborotadora novela de Grady Hendrix. En sus páginas viajamos a la Florida de 1970, a la Casa Wellwood, un hogar para madres solteras dirigido con mano de hierro por la señorita del mismo apellido. Este lugar, inspirado en los cientos de centros que existieron en aquellos años en EEUU, obliga a las jóvenes a usar pseudónimos (la protagonista, Neva, es rebautizada como Fern) y a seguir reglas estrictas para «desprenderse del pecado».. Un entorno donde la decencia y el decoro esconden un horror muy real, alimentado por décadas de estigmatización: «Tu alma deja de pertenecerte cuando das a luz un hijo sin un certificado de matrimonio». Un escenario, en definitiva, perfecto para Hendrix, pues, como sentencia la narradora, «para las chicas como nosotras, el demonio resultó ser nuestro único amigo».. Grady Hendrix (Charleston, 1972) se ha convertido ya en el gran renovador del terror contemporáneo precisamente por entender que el horror no es una dimensión separada de la realidad, sino la realidad misma pasada por un filtro de ironía y cultura pop. Hablamos con él aprovechando su visita a España. Su nueva novela está inspirada en la historia real de dos mujeres de su propia familia. ¿Es esta una historia de terror o un homenaje a ese «casi medio millón de bebés… dados en adopción» bajo coacción moral?. Hendrix, con la sonrisa amable de quien sabe que guarda un demonio en el bolsillo, lo tiene claro: «Una historia de terror puede ser un homenaje». Explica que la gente a menudo piensa que el terror está separado de la vida real, «pero nuestras vidas son una mezcla de muchos géneros diferentes: terror, comedia y, con suerte, romance». Con esta novela, que detalla el viaje infernal de Fern a Florida y su internamiento en Wellwood, Hendrix espera haber hecho «justicia a esas chicas. Quizá lo conseguí, pero eso debe decidirlo el lector».. La novela transcurre en 1970, tres años antes de la histórica sentencia Roe v. Wade que legalizó el aborto en Estados Unidos. Medio siglo después, en 2022, el Tribunal Supremo tumbó esa protección. De repente, la novela histórica de Hendrix, con sus citas de políticos estigmatizando a las madres solteras, se torna crónica del presente más terrorífico.. El autor confiesa que no tenía «ni idea de política» cuando empezó a escribir, pero a mitad del proceso se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo en su país. «Descubrí que si me centraba en el pasado, este se convertía en el presente sin ningún esfuerzo por mi parte». Para Hendrix, esto no es solo cosa del Supremo. La realidad que narra, la de chicas como Fern siendo abandonadas por sus padres o la de Holly, de apenas catorce años, sigue trágicamente vigente. Su prima, abogada de adopciones, le confirma que la pesadilla continúa: «Durante muchos años ha tenido clientas que son adolescentes a las que sus familias esconden o envían lejos para que tengan a sus bebés en secreto. Esta es una historia que pretendemos que ocurre a veces, pero que está ocurriendo todo el tiempo».. En Brujería para chicas descarriadas, las protagonistas no son entes sobrenaturales clásicos, sino adolescentes que encuentran un viejo libro de bolsillo, Cómo ser una bruja enrollada, y empiezan a usarlo como un acto de empoderamiento. Son una célula de resistencia clandestina, casi un grupo armado, que decide tomar el poder que la sociedad les niega. Hendrix confirma que la inspiración es real. «Mis brujas están muy basadas en los movimientos clandestinos de los años 70», explica, en particular un colectivo llamado WITCH (Complot Terrorista Internacional de las Mujeres del Infierno). Eran, dice, «un colectivo terrorista feminista» que practicaba el «terrorismo artístico», y aclara: «sin bombas».. ¿Es entonces el feminismo una especie de aquelarre antipatriarcal? «Siempre tiene que haber una resistencia, no solo contra el patriarcado, sino contra cualquier forma de autoridad, para poner límites a su poder. Cuando pierdes la resistencia, el poder campa sin control».. A Hendrix se le etiqueta como el «gran renovador» del terror, aunque él siga usando tropos clásicos: exorcismos, vampiros, casas encantadas. Sus títulos (El exorcismo de mi mejor amiga, Guía del club de lectura para matar vampiros) son puro marketing, casi clickbait literario, listos para Netflix. ¿Escribe con el rabillo del ojo puesto en la adaptación?. «Al escribir, nunca pienso en el filme. Un libro es un libro y una película es una película». Sin embargo, admite su debilidad por el cine exploitation, que «siempre exhibió títulos y pósteres tan buenos», algo que siente que los libros «a veces no se esfuerzan en conseguir».. La «renovación» literaria que Hendrix encabezaría, consiste, según él, en algo sencillo: «Mi trabajo es intentar que los motivos de siempre vuelvan a dar miedo» ¿Su método? «Aplicarles la realidad». Es lo que hace en Brujería…, donde el verdadero horror no es el demonio, sino el doctor Vincent o la asistente social Diane, que manipula a Fern para que firme la renuncia de su hija. «Si piensas en la brujería desde un punto de vista realista, tendrías algo así como un movimiento terrorista clandestino. Si piensas en los vampiros desde un punto de vista biológico, se parecen más a un asesino en serie que al Conde Drácula».. Si el terror contemporáneo fuera una cena de Acción de Gracias, ¿dónde se sentaría? ¿Como hijo bastardo de Stephen King, sobrino díscolo de Shirley Jackson o, tal vez, primo lejano de las autoras olvidadas que rescata?. Hendrix ni se lo piensa. «Nunca me sentaría con Shirley Jackson; todo el mundo acaba envenenado», bromea, en referencia a Siempre hemos vivido en el castillo. Su lugar en el mundo es uno que resume perfectamente su obra, dedicada a rescatar lo menospreciado, ya sean chicas descarriadas o coloridas novelas de quiosco. «Yo me sentaría en la mesa de los primos raros, la de los autores olvidados». Nombra a Michael McDowell, Joan Samson, Barry Wood… «A esa mesa ruidosa, ingobernable y menos respetable es a la que pertenezco».
Literatura // elmundo
