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A la Cuesta de Moyano hay quien se acerca con las intenciones clarísimas y también va gente dispuesta a naufragar de caseta en caseta, sin rumbo cierto, dejándose un poco avasallar por los libros que salen al paso. Pertenezco a los que prefieren el segundo modelo de cabotaje, que consiste en perderse un poco por el camino recto de la cuesta, entrar en ella con las manos en los bolsillos y salir por la otra punta con las manos ocupadas en alguna mercancía imprevista, caprichosa, necesaria. A la Cuesta he ido tantas veces y desde hace tantos años que no olvido a algunos libreros principales: José Antonio Berchi, Alfonso Riudavets, Javier Fernández, Francisco Gomis…. Que la Cuesta de Moyano cumpla 100 años es esperanzador en un momento del mundo en que mucho parece malo, feo, caduco, olvidado. La Cuesta de Moyano lleva abierta un siglo haciendo lo de siempre: dispensar libros a quienes los buscan y a quienes no. Es importante saber que la Cuesta permanece. Y lo es porque casi todo se pierde o se degrada o está amenazado de ruina o dispuesto al derribo. En esto hacen una labor robusta las amigas de la asociación Soy de la Cuesta, Lara Berchi y Carolina Méndez, entre otras. Intentan que todo el mundo entienda esta verdad: la Cuesta de Moyano es también un símbolo de Madrid, un símbolo de resistencia. Aquí queda esperando salida aquello que no se ha perdido del todo. Tantos títulos, tantos libros, tantas palabras, tantas cosas aún por decir. Ir a Moyano es salir de paseo sólo y sin tiempo pero con la expectativa de regresar a casa con alguna joya súbita y en hora.. A las casetas de la Cuesta puedes ir a enterarte de qué ha salido, pero mejor a tomar conciencia de lo que queda por leer. Y cuando la frecuentas entiendes que tenga algo de zarzuela, y de entremés, y de teatro imprevisto. Porque en Moyano suceden cosas por dentro y por fuera de las casetas. Y después, algo devorados de imaginación, de derrota o de literatura, lo mejor es subir hasta el Retiro. Aquí puedes encontrar casi cualquier cosa si tienes la paciencia de saber tropezar adecuadamente con los libros.. Ahora que la actualidad está hecha una mierda, pasear por esta feria permanente es un bálsamo posible, kilómetro cero de la literatura, donde algunos libreros jóvenes han entrado con vientos buenos (Carlos Castrijón, Jorge Rodríguez y Javier Bayo), porque Moyano no es aventura del pasado sino la posibilidad de cualquier tiempo en este tiempo. Por eso sus 100 años son tan vivos.
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