La premiada traductora publica ‘La extinción de Irena Rey’, una hilarante sátira sobre el mundillo literario llena de profundas reflexiones artísticas y humanas. «La literatura puede ser intensa y profunda sin renunciar a entretener al lector» Leer
La premiada traductora publica ‘La extinción de Irena Rey’, una hilarante sátira sobre el mundillo literario llena de profundas reflexiones artísticas y humanas. «La literatura puede ser intensa y profunda sin renunciar a entretener al lector» Leer
El bosque de Bialowieza, en el este de Polonia, ha sido coto de caza privado de los monarcas medievales polacos, los zares rusos y los jerarcas nazis, refugio de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial y hogar de algunos de los últimos bisontes europeos y de multitud de especies al borde de la extinción, especialmente de hongos fagocitos. Hoy reserva natural enclavada en uno de los últimos bosques vírgenes de Europa, hasta esta floresta de ensueño y selva de pesadilla nos traslada la premiada traductora y escritora Jennifer Croft (Stillwater, Oklahoma, 1981), que lo visitó en 2017, en su novela La extinción de Irena Rey (Anagrama), una hilarante sátira sobre el mundillo literario llena de profundas reflexiones artísticas y humanas.. El motivo de la reunión es la convocatoria de Irena Rey, maravillosa novelista polaca eterna candidata al Nobel, que ha invitado a sus ocho traductores a una para comenzar a traducir su último libro, la obra maestra Eminencia gris. Identificados al principio sólo por sus idiomas -inglés, francés, alemán, serbio, esloveno, español, sueco y ucraniano-, los traductores conocen bien el ritual. El séquito está impulsado por una especie de lujuria por «Nuestra Autora» y una lealtad que raya en la patología. Pronto, sin embargo, el precedente se derrumba: esta vez Irena Rey se muestra errática, desconcertante y, de pronto, se desvanece, inclinando la novela hacia un misterio que da vueltas a través de una serie de astutas y engañosas revelaciones, cada una más inverosímil que la anterior.. Traducción de Regina López Muñoz. Anagrama. 384 páginas. 22,90 € Ebook: 12,99 €. Puedes comprarlo aquí.. «Quería reflexionar sobre la traducción, que es mi vida y mi pasión, pero pensé que no podía simplemente contar una historia sobre traductores, pues todos lo que conozco son gente amable, generosa y pacífica, y hablar de ellos daría como resultado un libro extremadamente aburrido», explica entre risas la escritora desde su casa de Oklahoma. «Así que decidí reunirlos en este bosque y plantear una serie de misterios, de situaciones locas, para que se volvieran completamente salvajes, volverlos un poco paranoicos para que afloraran las rencillas y rivalidades que todos llevamos dentro».. Ganadora, entre otros, del Premio Booker Internacional por su traducción de la Nobel polaca Olga Tokarczuk, Croft, que vivió varios años en Argentina, también ha vertido al inglés la obra de autores de este país, como Federico Falco o Pedro Mairal. Incluso llegó a escribir en español su primera novela, Serpientes y escaleras, una especie de diario autobiográfico sobre su infancia y la relación con su hermana. «Quizá por el idioma, era un libro simple, de lenguaje claro y muy accesible. Aquí quise hacer lo contrario y ser completamente maximalista y barroca, un punto delirante que me inspiraron autores como Gombrowicz, Borges y Bolaño», explica.. «Cuando uno empieza a traducir piensa que puede entrar en la cabeza del autor. Por supuesto, no es así». Autores que, junto a Tokarczuk y muchos otros configuran a la escritora Irena Rey, personaje caricaturesco que se erige en diva suprema de la literatura y encarna todas las virtudes y vicios de los genios de la palabra. «Es cierto que, hasta cierto punto, Irena tiene cosas de Olga, pero en verdad es una combinación de diferentes personas que he conocido a lo largo de los años en muchos trabajos y eventos literarios. Algunos autores realmente son como divas, Tokarczuk desde luego, no, pero lo divertido del libro es esa exageración. Si ella fuera una persona normal, nada sucedería», explica Croft. «Además, como sugiere el título, la clave es que desde muy pronto la autora desaparece, porque quería reflexionar sobre qué ocurre con una obra sin su autor, aquello que se preguntaba Roland Barthes: ¿qué es el texto sin el autor?».. Y, más especialmente, en un libro sobre traducción: ¿Qué hacen los traductores sin el autor? «Ella desaparece de modo misterioso al principio del libro y, desde entonces, cualquier cosa que descubramos sobre ella es el resultado de la pánico y la confusión de los traductores, nunca la conocemos realmente, y eso es para mí una metáfora del proceso de traducción», confiesa. «Cuando uno empieza a traducir piensa que es una especie de experiencia mística en la que puede comunicarse con el autor, estar realmente dentro de su cabeza. Pero, por supuesto, eso no es así, cada uno es casa uno y hace sus propias elecciones construyendo su propio libro».. Para reflejar esto, en una sorprendente y efectista vuelta de tuerca, la novela se presenta como escrita por la argentina Emi, traductora de Rey al español, y, además, ha sido Alexis, la traductora estadounidense de Rey (y rival acérrima de Emi), quien ha traducido la novela al inglés, una tarea que realiza mientras añade mordaces y nada sutiles notas a pie de página. La disputa entre ambas, que se desarrolla en la novela, hace que la perspectiva de la historia sea tan sesgada, tan poco fiable, que no tenemos ni idea de qué versión de los hechos creer.. «No creo que los traductores seamos parásitos o simples intermediarios, tenemos mucho poder en la mente del lector». «Ese fue el efecto que era tan difícil lograr. No era suficiente con soltar una teoría de la traducción, realmente quería forzar al lector a pensar en ella todo el tiempo. Mi intención es que se esté preguntando todo el tiempo si lo que está leyendo es verdadero, y espero que eso le haga entender que cada traducción es un libro coautorizado, y que cada palabra en un libro traducido es elegida por alguien que no es el autor», reivindica Croft. «Ocurre especialmente en el mundo anglosajón, muchos lectores asumen que, por ejemplo, Olga Tokarczuk escribe en inglés, y eso es simplemente ofensivo. Hay muchas razones para insistir en la visibilidad del traductor, en su coautoría de un texto».. En este sentido la escritora, autora de un popular artículo publicado en The Guardian titulado Por qué los traductores deberían aparecer nombrados en las portadas y cabecilla de la campaña #TranslatorsOnTheCover, asegura: «no creo que los traductores seamos parásitos o simples intermediarios, sino que nuestra labor es una enorme responsabilidad, y da la posibilidad de contribuir de una manera tan importante al ecosistema literario», defiende. «Aunque a menudo lo olvidamos, los traductores tienen mucho poder en la mente del lector, y creo que es importante que reflexionemos sobre los cambios culturales que afectan a un texto al pasar de una lengua a otra».. La escritora y traductora Jennifer Croft.Nathan Jeffers. Pero volviendo a esas referencias que laten en el humor del libro, pero La extinción de Irena Rey es mucho más que una surrealista historia de misterio alegremente frenética con un ritmo narrativo frenético que recuerda a un viejo episodio de Scooby-Doo. Escondida en esta trama con apariencia frívola, la literatura está viva, incluso es peligrosa, y sirve a Croft para explorar temas como la ansiedad por el cambio climático, la extinción y el desequilibrio de la naturaleza a causa del arte. Es decir, arte en el sentido de artificio: todo lo que creamos los humanos, siempre y necesariamente a expensas de algo más.. «Me fascina esta pregunta: ¿Cuál es el papel del creador, del artista, del escritor? En este libro me planteo el porqué de esta constante necesidad humana de producir cosas, de crear. En mi opinión, los seres humanos estamos demasiado obsesionados con la posteridad, con lo eterno. En el caso de los artistas con crear y escribir para la posteridad. Y es que quizá esa fe que tenemos en que el arte y la literatura sirven para mejorar el mundo está equivocada», se plantea la escritora.. En este punto Croft, como hace su desaparecida protagonista confronta arte y extinción al contraponer esa búsqueda de inmortalidad de la creación con la cada vez más inminente destrucción de un planeta que no cuidamos lo suficiente. Esta reflexión entronca con el próximo proyecto de Croft, una novela protagonizada por el belga Leo Hendrik Baekeland, quien en 1907 inventó la baquelita, un tipo de material plástico barato, no inflamable y versátil que marcó el comienzo del uso de este material. «Precisamente, estaba obsesionado con la eternidad, y después de décadas de experimentos, finalmente llegó a este maravilloso invento. Obviamente, el plástico ha sido una gran revolución, quizá la mayor del siglo XX, pero también ha generado el mayor problema medioambiental de la historia. Así que es un ejemplo perfecto de cómo lo eterno no tiene por qué ser positivo», apunta.. «La literatura no debe tomarse demasiado en serio, puede ser intensa y profunda sin renunciar a entretener al lector». ¿Esto significa que todo acto de creación humana supone la destrucción de la naturaleza? ¿Es el arte nuestra naturaleza? La escritora plantea esta dicotomía oponiendo el salvaje bosque de Bialowieza con el hoy en desuso aeropuerto berlinés de Tempelhof, también marcado por grandes avatares históricos. «Quería un lugar donde la naturaleza estaba retomando el espacio que la gente había construido, algo que en su época fue tecnológica y artísticamente avanzado y hoy vuelve a ser lo que fue originalmente. Creo que eso muestra la futilidad de la idea del arte o lo humano como algo eterno», incide Croft, para quien esta visión relajada permite no ser tan intransigente al hablar de cultura y creación.. «La literatura puede ser intensa y profunda sin renunciar a entretener al lector. Aunque entretenimiento es una palabra que espante a muchos, creo que si algo se toma demasiado en serio pierde su capacidad de emocionar y de educar. Yo quería que alguien leyera este libro sobre temas duros y concretos, sobre el cambio climático y la teoría de la traducción, así que me he servido del humor, porque ¿quién querría escribir un libro para que nadie lo lea? La vida ya es suficientemente difícil y compleja para, además, ponernos estupendos y elitistas. La literatura no es nada más y nada menos que literatura», concluye sonriente.
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