En ‘TIM’ el escritor crea un tipo de ficción temeraria por arriesgada, que reclama un lector cómplice, dispuesto a dejarse llevar a sitios extraños Leer
En ‘TIM’ el escritor crea un tipo de ficción temeraria por arriesgada, que reclama un lector cómplice, dispuesto a dejarse llevar a sitios extraños Leer
Cuando un escritor con talento nos entrega la narración en primera persona de alguien que no es muy fiable, suelen ocurrir cosas cuando menos estimulantes. En este 2025, sin ir más lejos, varias de las narradoras de Las iras, de Pilar Adón, eran no sólo crueles o criminales sino muy probablemente mentirosas, si es que no dementes. Quien hablaba en El final del bosque, de María Fasce, también confesaba haber tenido problemas mentales, e incluso algún internamiento, y eso condicionaba el modo como podíamos leer aquellos pocos días de convivencia con sus hermanos. En cuanto al de Crisálida, de Fernando Navarro, lleva al extremo lo de la probable enfermedad psiquiátrica, y no hay modo de saber, en principio, desde dónde habla y cuáles de todas esas cosas delirantes que dice han ocurrido o no, o en qué medida, o en qué sentido…. Alfaguara. 136 páginas. 18,90 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Del mismo modo, el arranque y planteamiento de TIM, la nueva novela de Ray Loriga (Madrid, 1967), son bastante clásicos, reconocibles por todo aquel que se empapase de joven de literatura de aventuras, de ciencia ficción o de misterio: alguien despierta en una cama y no sólo no sabe quién es ni dónde está, sino que no recuerda nada ni puede moverse, aunque sí escucha, sin poder identificarlas claramente, las cosas que suceden a su alrededor. El punto de partida es, por tanto, un tópico de la literatura juvenil, pero la melodía es de una familiaridad insólita, de cercanía extraña, de confianza y hasta desparpajo que parecerían un tanto insólitos, por el contexto, pero que por algún motivo no resultan inapropiados.. Desde ese comienzo, y hasta casi la última página, lo que leemos a lo largo de ciento veinte páginas es un monólogo interior, un salpicón de dudas, preguntas, recuerdos, fantasías, deseos, temores, sospechas u obsesiones sobre cuya veracidad es razonable preguntarse, ya que ni siquiera el interesado sabe explicarlas ni distinguirlas bien. Sólo queda clara la fijación constante con dos personas de su pasado, y tal vez de su presente: Elisa y Tim, dos nombres transversales que, como parece suceder con la identidad del propio narrador, remiten en distintos momentos a personas distintas o a sujetos inestables, mutables, poco precisos: «Siempre he sabido que uno no puede vivir toda su vida siendo sólo eso, uno».. Sobre la solidez de la realidad exterior no hay muchas dudas, ya que hay mil referencias un tanto acumulativas (y deliberadamente desquiciadas, enciclopédicas y variopintas) a ciudades, canciones o acontecimientos (hay incluso una alusión a la última pandemia), con un virtuosismo lexicográfico notable, pero sobre la firmeza de quien habla todo son interrogantes, y no en vano él, que va cambiando de persona gramatical al referirse a sí mismo, reflexiona en determinado momento sobre «tu precaria identidad».. Creo que no chafo nada importante si tranquilizo avisando de que al final, cuando cesa el monólogo e irrumpe el revelador diálogo epilogal, todo queda explicado, pero hasta entonces el lector sólo ha podido ser un testigo, más o menos fascinado o distraído según cuánto le atrape el errático discurso del convaleciente, de lo que va pensando éste con un tono que, como en otros libros recientes de Loriga, rebosa causticidad, un tipo de humor que se da de bofetadas con la gravedad que puede rastrearse en algunos de los títulos que le dieron merecida fama.. Dando un paso atrás en su bibliografía (no tanto en la calidad), TIM se salta la conseguidísima Sábado, domingo o la divertida Cualquier verano es un final para retornar a las fantasías conjeturales de Rendición, un tipo de ficción, temeraria por arriesgada, que reclama un lector cómplice, dispuesto a dejarse llevar a sitios extraños (y a aceptar de buen grado un desenlace un tanto «nocillero» de tan lánguido, formulario y poco comprometido).
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