«Esto no es un sanatorio, es un campo de concentración. Se entra por la puerta y se sale por la chimenea». Con estas palabras, un oficial de la SS recibió, en septiembre de 1942, a un joven Benjamin Silberberg en Auschwitz. Este polaco de apenas 19 años fue sólo uno de los 1,3 millones de personas -en su mayoría judíos- deportados al mayor campo de exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial. También fue uno de los pocos que sobrevivieron para contarlo.. Seguir leyendo
Para conmemorar el 80 aniversario de la liberación del campo la semana pasada, la directora francesa Catherine Bernstein ha reunido los testimonios de 44 supervivientes en ‘Las voces de Auschwitz’, su nueva docuserie que emite Canal Historia
«Esto no es un sanatorio, es un campo de concentración. Se entra por la puerta y se sale por la chimenea». Con estas palabras, un oficial de la SS recibió, en septiembre de 1942, a un joven Benjamin Silberberg en Auschwitz. Este polaco de apenas 19 años fue sólo uno de los 1,3 millones de personas -en su mayoría judíos- deportados al mayor campo de exterminio nazi durante la Segunda Guerra Mundial. También fue uno de los pocos que sobrevivieron para contarlo.. Frente a la cámara, ante un fondo azul aterciopelado, Silberberg, al igual que otros 43 supervivientes, se sienta y comienza a relatar su historia, desde su infancia en Bélgica hasta su detención en Auschwitz y posterior liberación en 1945, tras participar en una marcha de la muerte por la campiña polaca. La imagen está granulada, con el objetivo enfocando sus rostros. Algunos traen consigo fotos familiares, otros lloran. Las entrevistas se grabaron en 2006, pero ahora ven la luz en la docuserie Las voces de Auschwitz, cuyo segundo episodio se emite este lunes a las 22:00 en Canal Historia, tras su estreno la semana pasada, que coincidió con el 80º aniversario de la liberación de Auschwitz por parte del Ejército Rojo soviético.. «Este aniversario es muy significativo porque es posiblemente el último en el que hay supervivientes que todavía estén con nosotros. Ya no pueden ir a escuelas o centros culturales para contar su historia, así que me pregunté cómo podríamos compartir sus testimonios ahora que ya no hay personas que lo puedan hacer en carne y hueso», explica Catherine Bernstein, artífice de este proyecto, en conversación con EL MUNDO.. Curiosamente, la directora francesa había participado en la grabación de los testimonios de los 44 supervivientes que figuran en la docuserie hace casi dos décadas. «Fue a propuesta de la entonces presidenta de la Fundación por la Memoria de la Shoah en Francia, Simone Veil. Testificaron 110 personas -Justos, niños escondidos durante la guerra y antiguos deportados a Auschwitz-, todas en un pequeño estudio del Instituto Nacional Audiovisual, donde sólo había un cámara, un ingeniero de sonido y tres entrevistadores que nos íbamos turnando. Yo era una de ellos», recuerda Bernstein. «Nunca me olvidé de lo que ocurrió ese día entre los supervivientes y yo, y de ahí me vino la idea de sugerir a France Télévisions recoger estos 44 testimonios en una película para poder transmitir esa memoria histórica al mayor número de personas posibles», añade.. «Mi número no sólo está grabado en mi brazo, está grabado en mi cabeza. Yo era el 160610. No lo olvidaré hasta el día que me muera». Paul Schaffer, superviviente de Auschwitz. Combinando estos relatos en primera persona e imágenes de archivo, la producción compone una imagen precisa de cómo fue la transición de la vida normal a las persecuciones, detenciones y deportaciones de millones de personas procedentes de toda Europa. Un trabajo arduo que llevó más de dos años y medio. De hecho, sólo para volver a ver todo el material, Bernstein y la montadora, Anne Souriau, tardaron cuatro meses.. «Hicimos un visionado de unas 150 horas de testimonios y unas 20 horas de archivos de amateur, de familias de judíos antes de la guerra», explica. «También nos costó tiempo la búsqueda de fotos y dibujos de los deportados, ya que son escasos», continúa. ¿El resultado? Una serie documental que, en cinco capítulos de 45 minutos, narra de manera cronológica cómo los jóvenes judíos, de entre 15 y 25 años, fueron perseguidos en Francia, Alemania, Rumanía, Hungría, Polonia y Bélgica; cómo llegaron a aquel «infierno», donde tanto niños como mayores desaparecieron sin dejar rastro y las chimeneas «ardían un olor a carne quemada»; y cómo, al regresar a sus casas, muchos de los supervivientes se volvieron suicidas.. «Me parecía importante seguir la cronología de los hechos porque el exterminio en masa no surgió de un día para otro. Hubo toda una persecución previa», subraya Bernstein. «Los judíos no podían huir a ningún sitio: fueran pobres, ricos, polacos, franceses, jóvenes, viejos. Nada los protegía. Había una clara intención genocida de acabar con ellos», sentencia.. «Teníamos la impresión de estar lejos de la humanidad, que ya no formábamos parte de ella», recuerda Nadine Heftler. La francesa, que falleció en 2016 a los 87 años, fue deportada a Auschwitz con tan sólo 15. A su llegada, la separaron de su padre. Nunca volvería a verlo. «Uno de los dolores más grandes es pensar que morirás lejos de casa, en la diferencia, sin que nadie sepa lo que te ha pasado», admite en uno de los primeros episodios.. Aunque no murieron a manos de la SS, todos los supervivientes que comparten sus testimonios en la docuserie cargaron con un imborrable recuerdo de su sufrimiento grabado en la piel. «¿Recuerdas tu número?», le preguntan a Paul Schaffer, quien responde: «No sólo está grabado en mi brazo, está grabado en mi cabeza. Yo era el 160610. No puedo olvidarlo. No lo olvidaré hasta el día que muera». Otro: «Lo sé mejor en alemán que en francés: 164464». Y otro más: «Me convertí en mi número: A16728».. «Nunca se sale del todo de Auschwitz, porque, aunque lograran sobrevivir y salir del campo de concentración, Auschwitz estará en ellos durante toda su vida, y eso es lo que Anne y yo queríamos transmitir», reflexiona Bernstein. El principal objetivo de la docuserie, explica la directora, es «lograr que uno se identifique con un deportado» y que «entienda cuál es el impacto que tiene una ley en la vida de una persona».. El ejemplo contemporáneo que menciona no sorprende: «Hace poco escuchamos a Donald Trump decir que sólo habrá dos géneros -masculino y femenino- en Estados Unidos, prohibiendo así la libertad de identificarse de otra manera». Por eso, el trabajo de Bernstein siempre ha centrado en «la exclusión del ‘otro'», una labor que, en este caso, la ha convertido en «la depositaria de la memoria de los supervivientes» del mayor campo de exterminio de la historia de la humanidad. «Soy como el colibrí que trata de aportar su gotita de agua al incendio del bosque para que estas voces nunca se apaguen», concluye.
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