En ‘Vaim’, su primer libro tras recibir el Nobel, el noruego regresa a sus coordenadas habituales con una trama mínima cuyo peso recae en el lenguaje. Una obra autoparódica, ligera y mundana que refleja como las decisiones que tomamos muchas veces solo tienen sentido en retrospectiva Leer
En ‘Vaim’, su primer libro tras recibir el Nobel, el noruego regresa a sus coordenadas habituales con una trama mínima cuyo peso recae en el lenguaje. Una obra autoparódica, ligera y mundana que refleja como las decisiones que tomamos muchas veces solo tienen sentido en retrospectiva Leer
Vaim es un lugar imaginario y el título de la primera obra que publica Jon Fosse (Haugesund, 1959) después de recibir el Nobel. También es la puerta de entrada a un ciclo de tres novelas cuyo hilo conductor es un territorio inspirado en varios espacios del oeste de Noruega. No se trata de una trilogía que forme un arco épico, sino de una pieza en la que distintos relatos iluminan una misma geografía.. El argumento cabe en una frase (unidad lingüística que, en manos de Fosse, puede estructurar todo un libro), pero abre un mundo: Jatgeir, un hombre de limitada vida social, se desplaza en su barco a Bjørgvin (nombre histórico de Bergen, en nórdico antiguo) para comprar hilo y aguja -los encuentra, pero a un precio desorbitado- y al volver, una mujer, Eline, que aparece en el muelle de Sund, le pide que la lleve de regreso a Vaim, abandonando a su marido, Frank, y su vida en Sartor.. Este sencillo cruce de acontecimientos -una compra banal, un nombre pronunciado como vía de escape, un antiguo amor secreto- altera las vidas de un lugar y unos personajes que parecían algo estancados. De hecho, Jatgeir puso a su barca el nombre de ella, un detalle entre otros de su carácter retrospectivo y melancólico, apegado a los recuerdos.. Traducción de Kirsti Baggethun y Cristina Gómez-Baggethun. Random House. 168 páginas. 18,90 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. La trama es mínima y obstinada, como la marea, y transita por el relato de fantasmas (si lo son), el noir y la novela sentimental, con el humor como motor implícito, a partir de tres puntos de vista y tres «tiempos anímicos»: el de Jatgeir, que cuenta este regreso a Vaim con Eline; el de Elias, el único amigo del primero, que reflexiona sobre su soledad y su relación con Jatgeir hasta que este último aparece un día para despedirse -no sabemos del todo si está vivo o si ha vuelto de entre los muertos-; y el del pescador Frank (u Olav, su verdadero nombre), a quien, tiempo después, Eline le propondrá mudarse con ella a Vaim tras el fallecimiento de Jatgeir.. A la muerte de Eline, Frank regresará a Sartor, donde reflexionará sobre su pasado. Si el argumento es sucinto, lo decisivo es el ritmo, una prosa de repeticiones, minimalista en el sentido musical -motivos que vuelven con variaciones mínimas, un ostinato de frase que acumula matices y un pulso sostenido por la respiración más que por la trama-, que convierte lo ordinario en un misterio familiar. La frase única avanza y regresa, acelera y encalla, escarba y cubre, suspende y retoma, recuerda y predice, amarra y suelta.. Fosse ha expresado en numerosas ocasiones que, de alguna manera, su prosa busca una sintonía con el ritmo del paisaje de la infancia, de costas escarpadas y perfiles rotundos, que mueven a la escucha del «lenguaje silencioso» de la naturaleza. Es un juego hipnótico entre lo que se dice, lo que no se puede decir y lo que se deja sin decir. «Lo importante no es lo que se dice literalmente sobre esto o aquello, sino otra cosa: algo que expresa silenciosamente entre líneas y detrás de las frases», leemos en Septología, su obra cumbre en prosa, que también se construye con una sola frase. Si esta es un vasto continente, Vaim es un islote más autoparódico, ligero y mundano. La teología explícita retrocede y se deja que lo metafísico se filtre por la fricción con lo cotidiano: un hilo, una barca, una rutina sin grandes conquistas.. Jatgeir encarna la soledad sin dramatismo, el peso de la memoria y la dificultad de elegir; su modo de estar en el mundo es navegar, amarrar, mantener. Elias representa la amistad tímida y la fe de quien observa con respeto; su episodio concentra la relación entre muerte y compañía en un gesto de vecindad. Frank aporta el trabajo, la cadencia de la pesca, la docilidad ante la autoridad amorosa de Eline; con él se entiende cómo una vida se puede arrastrar con suavidad por una voluntad ajena y, aun así, sostenerse. Y he aquí que Eline es el eje de los tres relatos. Tan decidida como dominante y enigmática, ella tiende a tomar el control de las situaciones. Dejará a los tres hombres, de un modo u otro, marcados.. El tema del doble (o el desdoblamiento) también está matizado, en comparación con Septología, en la que Asle, un pintor ya mayor y viudo, ve su vida entrelazada con la de otro Asle -su doppelgänger en Bjørgvin-: el primero sobrio y retirado, el segundo hundido en el alcohol y el aislamiento. Aquí Eline es la mujer y la barca, la amada que magnetiza y la nave que traslada. El pueblo sonríe ante la coincidencia. Y luego el propio Jatgeir, que parece ir a despedirse de su amigo, desdoblado en una presencia ambigua en su (ir)realidad, pues horas antes lo han «encontrado flotando en el agua junto a su barco».. La visita de Jatgeir puede leerse como unas últimas voluntades o como una incoherencia cronológica; en ambos casos confirma una relación que no se anula con la muerte. Es una escena sencilla: un golpe en la puerta, una voz, la impresión de que alguien se presenta para cerrar algo que quedó abierto. La novela no la subraya; la coloca en el mismo plano que los oficios del puerto, las compras menudas, el rumor marítimo.. Así, lo sobrenatural se mezcla con la vida diaria y le añade una hondura discreta. Elias se queda con un hecho que no sabe explicar, pero que ordenará sus días. El pasaje refuerza el tono melancólico y reflexivo de la obra, explorando temas como la clausura, la pérdida y la memoria. Al ser el único amigo cercano de Jatgeir, Elias se convierte en el receptor de su último gesto, lo que subraya la importancia de las conexiones humanas en un mundo marcado por el retraimiento y la rutina.. En la tercera sección, la de Frank (Olav), se muestra cómo los personajes parecen atrapados en un ciclo de encuentros, abandonos y retornos, lo que sugiere que las relaciones humanas, marcadas por la incertidumbre y el cambio, aunque complejas, tienden a repetirse. «Todo fue extraño», concluye Frank. Las decisiones que tomamos muchas veces solo tienen sentido en retrospectiva.
Literatura // elmundo
