La autora austríaca crea en ‘Mujeres en la noche’ una sutil red de personajes femeninos que nos revela que el pasado no se puede sanar, pero sí se puede oír. Y en ese susurro, sutil pero persistente, se percibe la carga de un legado.
La autora austríaca crea en ‘Mujeres en la noche’ una sutil red de personajes femeninos que nos revela que el pasado no se puede sanar, pero sí se puede oír. Y en ese susurro, sutil pero persistente, se percibe la carga de un legado.
Hay una tensión inquebrantable entre el campo y la urbe que es especialmente percibida por aquellos que transitan de uno a otro, y a la inversa. Mira, quien es la protagonista de Mujeres en la noche, se encuentra entre las primeras. Hace más de tres décadas reside sola en Viena, disfrutando de su libertad, cultura e independencia. Sin embargo, su origen está en Jaundorf, un pueblo del sur de Austria, en Carintia, donde aún existe una minoría eslovena que causa tensiones culturales y lingüísticas. Su vida en la ciudad está definida por la «urgente necesidad de alejarse de Jaundorf», ya que su lugar de nacimiento «jamás la dejaba ir, se mantenía aferrado a ella con fuerza». Para sus familiares, Mira es vista como una traidora: una persona que aspira a ser diferente, «alguien sin raíces que pretende ser algo superior». El que se marcha queda marcado. En opinión de su madre, Anni: «¿Qué hay de atractivo en irse?» Cualquiera tiene la capacidad de hacerlo. «Lo complicado es permanecer».. Versión de José Aníbal Campos. Editorial Periférica.
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