Frente al icónico mar de Sorolla y en recuerdo a la Miss España más insólita, dos escritores ejercen de curadores en sendas muestras en el Palau Martorell de Barcelona y en el Museo Antropológico de Tenerife Leer
Frente al icónico mar de Sorolla y en recuerdo a la Miss España más insólita, dos escritores ejercen de curadores en sendas muestras en el Palau Martorell de Barcelona y en el Museo Antropológico de Tenerife Leer
«Me gustaría que mi literatura oliera a pintura y que las pinceladas de Sorolla que disuelven el sol dentro del agua pudieran sentirse como una experiencia literaria», afirma Manuel Vicent. El pintor de la luz y las playas de Valencia desembarca en el Palau Martorell de Barcelona con la exposición titulada En el mar de Sorolla, dibujada por la imaginación y los textos de su paisano. Un ejercicio curatorial que tiene mucho de escritura, como sucede también en la muestra Alicia de espaldas, en el Museo Antropológico de Tenerife, concebida por la narradora y editora Sabina Urraca por invitación del TEA, que rescata a una mujer fascinante, Alicia Navarro, Miss España antes de que estallara la Guerra Civil.. «Me he limitado a servir al espectador una visión literaria de este pintor extraída de mi propia memoria del mar», insiste Vicent con modestia, pero lo que entrega el escritor son cuatro apartados temáticos con los que la obra de Sorolla se renueva. Su propia experiencia penetra como nunca antes en los lienzos y los brochazos requetevistos del pintor para «explicar sus cuadros imaginando que era el artista quien los escribía».. ‘Saliendo del baño’ (1915) de Sorolla, un óleo sobre cartón.MUSEO SOROLLA MADRID. Los capítulos temáticos en los que se reparten 86 cuadros llegados del Museo Sorolla de Madrid nos llevan a las primeras imágenes que Vicent tuvo de las orillas del Mediterráneo. El subconsciente está lleno de algas es el estimulante título de las dos secuencias más tempranas, donde surgen los recuerdos profundos de la niñez y de la primera juventud. Después, la exposición nos lleva hacia un mar maduro en el que el análisis social de la playa del Cabañal, mezcla de burgueses, proletarios y pescadores, construye el mundo real. El crepúsculo de la mirada se desdibujará en la naturaleza más pura de la Marina Alta alicantina, entre Jávea y Denia. «Lo mejor que conozco para pintar. Supera a todo», describió Sorolla en una carta a su esposa Clotilde cuando se enfrentó a esta parte del Mediterráneo en 1896.. «Esta exposición está basada en el mar. Esos cuadros de Sorolla los he vivido, los he navegado y desde mi infancia su luz ha llenado mis sentidos», continúa Vicent, cuyos textos para el catálogo de la muestra se deslizan con naturalidad y poesía entre lo autobiográfico y la ficción, como si fuesen parte de su obra literaria.. En otra orilla pero insular, desde Tenerife, Sabina Urraca reinventa otra vida, la de la olvidada Alicia Navarro. «Desde el TEA, Sergio Rubira y Néstor Delgado Morales me mostraron el archivo fotográfico de las hermanas Navarro y me invitaron a trabajar partiendo de esas fotos. La propuesta contemplaba la ficción desde el inicio», explica Urraca, que ha usado una estrategia similar de la que aplica en su escritura para el comisariado de esta exposición. «Apoyándome en dos o tres puntos de realidad, o a veces solo uno, salto hacia la ficción», cuenta.. La realidad es que Alicia Navarro, nacida en Tenerife en 1915, fue Miss España y después Miss Europa en 1935. Su belleza se hizo popular en el tiempo convulso de entreguerras, aspecto que la escritora ha querido resaltar. «¿Para qué sirve una Miss? ¿Qué función cumple en una sociedad, sobre todo si esta sociedad está oscurecida por una guerra?», lanza Urraca en referencia a la Guerra Civil. «Cumple la función social de cualquier ídolo o dios: sostenernos en la tiniebla, hacernos creer que lo bello existe en alguna parte, lejos pero cerca», continúa.. El éxito internacional de Alicia Navarro, principalmente en Inglaterra donde incluso tomaría el té con la reina María de Teck, consorte de Jorge V, sería una lanzadera a la popularidad en un siglo XX convulso. Tras mudarse a Cuba con su su esposo, un industrial canario, tuvo que huir a Miami cuando triunfó la revolución comunista en la isla. Regresó a Europa para vender sus joyas y en París conocería a un mercader griego, del que se enamoraría perdidamente. Estos son los hechos conocidos. La historia de cómo un lote de fotografías vintage de Alicia Navarro apareció en un piso de Madrid décadas después, de las mujeres que guardaban ese tesoro y de cómo fueron donadas al TEA por un coleccionista que las encontró en un anticuario, son tramas alternativas que se entrelazan en la realidad ficcionada de Sabina Urraca.. Para la escritora, este proyecto entronca con la «necesidad de creer y juega en esa línea difusa que hay entre lo real y lo no real». «Me pone muy nerviosa cuando la gente insiste en saber qué es verdad y qué no en una novela», confiesa. Y añade: «La ficción, si se hace bien, siempre es verdad».
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