Son muchos los temas que sobrevuelan ‘El final del bosque’, novela ganadora del Premio Café Gijón, y todos son estimulantes. La escritora deja, con razón, mucho espacio para las conjeturas del lector Leer
Son muchos los temas que sobrevuelan ‘El final del bosque’, novela ganadora del Premio Café Gijón, y todos son estimulantes. La escritora deja, con razón, mucho espacio para las conjeturas del lector Leer
Como un animal manso o incluso adormecido con el que sin embargo uno intuye que hay que tener cuidado, porque en cualquier momento puede abalanzarse sobre ti para destrozarte: así es la nueva novela de María Fasce (Buenos Aires, 1969), galardonada con el Premio Café Gijón 2024. Una historia que, por las características del argumento, se empieza tal vez a leer con más curiosidad que interés, con más expectativas que implicación, pero que contiene claramente una especie de promesa.. A lo largo de El final del bosque, aunque con una llamativa administración de los datos, vamos familiarizándonos con Lola, una mujer que trabaja como editora en Madrid, pero que, divorciada desde tiempo atrás y madre de un hijo ya independiente, regresa a Argentina para pasar una temporada junto a sus dos hermanos en una casa rural, allá por Mar del Plata, donde pasaron mucho tiempo en la infancia.. Premio Café Gijón 2024. Siruela. 216 páginas. 19,95 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Ellos son Andrés, algo agresivo y demasiado seguro de sí mismo, y Juana, invasiva de tan protectora y vigilante, clara sustituta de los padres comunes, ya muertos. Tienen algún tema familiar que resolver, y que pone en peligro la cordialidad, pero sobre todo tienen muchos secretos, que implican también a exparejas y a vecinos, y, a pesar de ser argentinos, lo que predomina es cierto silencio (y, llegado cierto momento del libro, un nuevo suceso extraordinario que les une en una complicidad forzosa).. Sea como sea, las principales amenazas que se ciernen sobre la narradora y, por extensión, sobre el resto de personajes, no afectan al futuro sino al pasado, y tienen mucho que ver con la locura. Lola tuvo que ser internada en algún momento de su vida y eso condiciona no sólo su experiencia y su mirada sino la propia novela, pues no en vano es ella, a veces medicada y aturdida, quien la vive y quien la narra. Sus percepciones o sus movimientos, así como sus digresiones o su imaginación (que en muchos momentos recurre a referencias literarias de todo tipo), están, pues, bajo sospecha, y explican en parte esa suerte de violencia inofensiva que se percibe tanto en sus actos como en sus pensamientos, esa fatalidad anticipada, esa tristeza relativa.. «Fasce sabía muy bien qué tipo de familia quería retratar y por qué, pero deja mucho espacio para las conjeturas del lector». Hay un momento, muy al principio, en el que de repente, casi por sorpresa, parece que la trama va a derivar hacia lo amoroso, lo romántico o lo erótico, y entonces el lector (o por lo menos el tipo de lector que yo soy) siente un aburrimiento metafísico. Por fortuna, como tantas cosas en la novela, la cosa tiene mucho de espejismo, y enseguida todo se reconduce más bien hacia el territorio de lo noir, como parecía anunciar el planteamiento (y, de paso, la cubierta).. Son muchas cosas las que sobrevuelan la novela, y todas son estimulantes. No estoy seguro de que sea buena idea lo de hacer que la primera página sea el adelanto de un fragmento que volverá a aparecer a su momento, en el corazón del asunto, pero así Fasce se asegura que el lector anda sobre aviso, y que sabe que la aparente contención o incluso languidez de algunos primeros pasos son sólo la calma (tensa) que precede a la tormenta.. Hay un momento en el que la narradora recuerda un consejo que se da en las escuelas de escritura, que es que hay que contar las cosas como no las entendieras del todo. Es algo que parece producirse aquí, pero creo que es otro engaño. Yo diría que María Fasce sabía muy bien qué tipo de familia, y de relaciones, quería retratar y por qué, pero deja, con razón, mucho espacio para el lector, para las conjeturas o las deducciones. Y es que igual que también el pasado tiene sus amenazas, deberíamos empezar a hablar de los traumas del futuro.
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