A Maribel Verdú la hemos visto hacer todos los papeles inimaginables e imaginables. 40 años de carrera es lo que tiene. Y pocos han sido en los que no haya sido aplaudida. Aún así, a sus 54 años, su respeto por la profesión, «por mi profesión», raya lo obsesivo. Ahora, elige los papeles con sumo cuidado. No es la Maribel «inconsciente» de hace cuatro décadas. Y no lo es por «respeto», primero, a ella y, después, a la interpretación. Porque Maribel Verdú si no fuera actriz no tendría ni puñetera idea de que ser: «No sé hacer otra cosa».. Seguir leyendo
Es imposible que junto a la frase de «actriz del cine español…» no aparezca inmediatamente el nombre de Maribel Verdú. Ella no se cree, «ni nunca me lo he creído», que sea una estrella. Tal vez, esa sea la clave de ser una de las mejores actrices que ha dado la interpretación fuera y dentro de España. Ahora, elige muy bien sus papeles y, por suerte, ha elegido el papel protagonista de la nueva serie de Enrique Urbizu, Cuando nadie nos ve
A Maribel Verdú la hemos visto hacer todos los papeles inimaginables e imaginables. 40 años de carrera es lo que tiene. Y pocos han sido en los que no haya sido aplaudida. Aún así, a sus 54 años, su respeto por la profesión, «por mi profesión», raya lo obsesivo. Ahora, elige los papeles con sumo cuidado. No es la Maribel «inconsciente» de hace cuatro décadas. Y no lo es por «respeto», primero, a ella y, después, a la interpretación. Porque Maribel Verdú si no fuera actriz no tendría ni puñetera idea de que ser: «No sé hacer otra cosa».. En breve se transformará en una judía que estuvo en un campo de concentración y que se convirtió en esgrimista olímpica en los años 50. Pero antes ha sido Rocío en Belle Epoque, María Jesús en El año de las luces, Marina, la tuerta, en La buena estrella, Ana Tramel y, ahora, la sargento Gutiérrez en Cuando nadie nos ve, la nueva serie de MAX, dirigida por Enrique Urbizu, y en el que la actriz se pone el traje de Guardia Civil -«me encanta»- para llevar al borde del infarto a los espectadores. «Puro cine de primer orden», califica la serie la revista Variety. Que no se nos olvide, es Maribel Verdú y es Enrique Urbizu.. La trama se desarrolla durante la Semana Santa de 2024 en Morón de la Frontera, un pueblo de Sevilla situado junto a la base área del ejército estadounidense, donde conviven la forma de vida americana con las tradiciones de la Andalucía profunda. Lucía Gutiérrez (Maribel Verdú) es una sargento de la Guardia Civil que investiga el insólito suicidio de un vecino y unos extraños sucesos acaecidos en la primera procesión de Semana Santa. Magaly Castillo (Mariela Garriga) es una agente especial del ejército de Estados Unidos enviada a la base de Morón para averiguar el paradero de un soldado americano desaparecido que parece estar relacionado con los negocios ocultos del coronel Seamus Hoopen (Ben Temple), máximo responsable de la base área. En medio, el solitario sargento de la policía militar Andrew Taylor (Austin Amelio), acompaña a Magaly en sus pesquisas. Enseguida descubren que ambas investigaciones están conectadas, que el caso es más complejo de lo que inicialmente habían supuesto y que involucra tanto a vecinos de Morón como a militares americanos de la cercana base. Urbizu en todo su esplendor.. Y es que Maribel Verdú y el director hacen la dupla perfecta. Cuando a la actriz le llegó la propuesta de ser la protagonista de la nueva serie de Urbizu no quiso ni que le enviasen un guion. Respondió que sí inmediatamente, y eso que desde hace tiempo anda con pies de plomo a la hora de elegir nuevos proyectos.. Durante la entrevista, Maribel Verdú está sensible, hablar del pasado, pero, sobre todo, del presente -no el suyo, sino el de todos- la emociona de sobremanera. «Mira, yo siempre digo que en una serie se puede meter de todo», asegura, y continúa, o no: «Como dice una amiga mía, «todo lo tiene mi María Antonia…»». Maribel Verdú se calla, resopla y… «no, no lo voy a decir que es una barbaridad y ahora mismo estamos en la época de lo políticamente correcto». Deja la barbaridad de lado tras contar hasta 10. No contará más veces durante la charla.. «Lo que te decía, que toda realidad se puede contar en la ficción y todo se puede superar», afirma. La pregunta es inevitable.. ¿Te sorprende más la ficción o más la realidad?. La realidad siempre. Es que hay cosas…. Parece que vuelve a contar hasta 10, pero no, esta vez no se calla. «Es que yo hay cosas que me quedo muchas veces hablando sola. O sea, es que es todo muy fuerte. Por favor, el otro día, ver al presidente de un Gobierno (Donald Trump) haciéndole así en el hombro a otro (Zelensky) y… Yo es que estaba que no me lo creía. «Es mentira, es mentira, no puede ser», me decía a mí misma. A ver, quiero decir que a mí me sorprende el día a día todo el rato», expresa con asombro.. ¿Por qué?. Por la falta de educación, la falta de sensibilidad y la falta de humanidad. Ahora nos falta mucha empatía. Cada vez nos falta más en esta vida, y nos falta muchísimo. Si realmente, pero de verdad, todos fuéramos más empáticos, el mundo sería un lugar tan agradable y tan guay. Es que estamos en un mundo hostil, precisamente por la falta de empatía, de educación y de respeto.. De hecho, en la serie, Maribel Verdú es una mujer firme, distante, de comportamientos completamente militarizados, pero que, curiosamente, es empática hasta rozar lo incomprensible dada su fachada. Empatiza con la agente especial del ejército estadounidense, empatiza con una ‘novata’ a la que le da el lugar que se merece y a la que apoya sin dudarlo, y empatiza con su suegra a la que cuida, baña y atiende. «¿Sabes por qué? Porque a la sargento Gutiérrez le tienen que demostrar que quien tiene delante sabe hacer las cosas», interrumpe.. Una afirmación que repite cuando recuerda «la maravilla» que es que ahora mismo en la ficción se esté dando protagonismo a mujeres que «realmente existen en la vida real». «Para preparar el papel yo tenía a dos mujeres sargentos, una en Madrid y otra en Morón, que son mis homólogas en la serie y que me lo han enseñado todo. O sea, dos mujeres que han tenido que demostrar todo el rato en un mundo de hombres que son incontestables. Tienen un mínimo de tres carreras, entran por la puerta y sabes lo que hay detrás de unas tías así. Unas tías que mandan mucho y que además tienen la autoridad moral para hacerlo porque llevan detrás mucho estudio, mucha preparación y no se andan con tonterías».. «Hace 40 años era una inconsciente y para mí actuar era como un juego, como una diversión. Pero, claro, luego este juego se convierte en tu profesión y entonces…». Confiesa la actriz que interpretar a esas mujeres reales le fascina porque son mujeres «que no se inventan sino que existen y a las que se les está poniendo cara y voz». Bien sabe lo que es esto, pues 40 años son los que cumple Maribel Verdú metiéndose en la piel de decenas de mujeres. Fue en 1985 cuando Maribel Verdú se estrenó siendo Manolita en la serie de televisión La huella del crimen. Mucho ha llovido desde entonces, y la actriz reconoce que de aquella Maribel de 15 años queda algo, pero no tanto.. ¿Y qué queda? ¿Y qué no?. Pues mira, la Maribel de entonces no tenía miedo, y la Maribel de ahora tiene mucho miedo.. ¿Por qué?. Pues ya ves… Porque hace 40 años era una inconsciente y para mí actuar era como un juego, como una diversión. Pero, claro, luego este juego se convierte en tu profesión y entonces… Da igual lo que hayas hecho bien que… Como dijo el otro día Adrien Brody al recoger el Oscar, «da igual lo que hayas hecho anteriormente, porque esto es un examen constante». Y esto algo muy complicado y muy difícil.. Cuando trabajó en El año de las luces o en La estanquera de Vallecas, Maribel Verdú iba a jugar. No pensaba en la repercusión de lo que estaba haciendo o el qué iban a decir, hasta que llegó Amantes. «Fue la primera película en la que yo me di cuenta de la importancia de este trabajo, la primera vez que la crítica dejó de mirarme como una jovencita y dijo ‘cuidado que aquí hay una actriz’. Es ahí cuando empiezan los miedos y empieza a existir la responsabilidad. No es un miedo paralizante, es un miedo que te reta, que te pone», sentencia.. Pero es que Maribel Verdú no sabría ser otra cosa que actriz y, además, una actriz obsesiva que busca la perfección o lo que para ella es la perfección: no perderle nunca el respeto. Pone como ejemplo el emocionante discurso que pronunció en los Goya para entregar el Goya Honorífico a su gran amiga Aitana Sánchez Gijón. Nos revela que lo tenía preparado desde hacía meses, pero que aun así lo ensayó hasta el último segundo junto a Antonio Banderas. «Yo necesito saberme todo de memoria por si algo falla que nadie me pueda pillar», dice.. Pero eso es porque no has perdido la ilusión.. Eso es. Eso sí que queda de la Maribel de hace 40 años. Me ilusiono con todo como una desgraciada, y me encanta.. ¿Aprendes de todos los papeles? ¿Te marcan todos? ¿Cuál ha sido el que más?. Ana Tramel, sin duda. Es el papel más complejo que he hecho en mi vida. Te hablo de un personaje con muchas aristas. Pero, ¿sabes qué pasa? Que con los año te das cuenta de que son papeles que mola mucho interpretar y que por eso mola mucho cumplir años. De joven tú no puedes hacer personajes tan sumamente interesantes. Sólo los puede hacer una mujer mayor. Porque tú con 30 años no puedes ser una juez con un bagaje y una experiencia que te cagas porque no te ha dado tiempo a vivir todo lo que has vivido con 55 años. Yo hay veces que veo series y veo personajes de mujer que no me los creo porque no tienen la oscuridad para poder hacerlos. Pero, claro, como hay que coger a la chica de 22 años porque es guay… Pero, hombre, no me la pongas de sargento. La credibilidad es algo que sólo te la da la edad.. ¿Ha habido mucha oscuridad de la que has aprendido?. Fíjate que curioso, yo viví el rodaje de Ana Tramel, igual que el de Cuando nos nadie, en un momento de vida en el que me estaban pasando cosas muy heavies, pero momentos terroríficamente jodidos de mi vida y tenía muchas cosas dentro.. ¿Te salvaron estos personajes?. O yo les salvé a ellos porque les doté de una mirada y de algo distinto. Pero ya, por favor, que puedo mirar también de una manera triste sin que me pasen cosas de mierda.
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