La línea que separa a una persona con depresión de un ser enfurecido con el mundo que se ha acabado convirtiendo en un majadero del que hay que huir como de la peste puede ser a veces muy tenue. Tan ligera, y tan difícil de tratar en la vida, que trasladar tal estado a una película de ficción, pero con conciencia realista, puede ser un intrincado ejercicio psicológico, social y moral. Mike Leigh, de 82 años, experto en la materia del ser, humanista implacable con una prodigiosa carrera de cinco décadas a sus espaldas, retrata a una mujer así en Mi única familia. Pero esta vez se ha pasado de frenada. Grueso y sin respuestas (ni preguntas), el cineasta británico ha compuesto la peor película de su filmografía.. 50 minutos de improperios contra el mundo, sin gracia ni desgracia, lineales y sin matiz alguno, seguidos de lo que parece ser un proceso de redención o, al menos, de asunción de un estado de resentimiento y cólera, que de pronto convierte la película en conceptual en lugar de lo explícita que había sido hasta entonces. Conceptual, por no tener desarrollo ni dictamen, y no porque Leigh prefiera dejarlo para el propio espectador de un modo sutil. Así, da la impresión de que el desenlace resulta incomprensible, no solo para la mujer protagonista, sino también para dos de los tres principales roles que la acompañan. Al hijo, un chico veinteañero, silencioso, obeso, buenazo, bobalicón, vago y maltratado por sus amigos (aunque mucho más por su madre), Leigh decide salvarlo y ofrecerle una rendija de esperanza poco creíble, un deus ex machina de libro. En cambio, al marido, un trabajador duro y también callado, que no se sabe bien si es tímido o está harto de lo que ve a su alrededor, hombre a la antigua usanza de los de a mí me las compongan en casa, le endilga el director un gesto final rastrero e inexplicable, que lo manda de pronto a la hoguera del mal.. Leigh nunca fue obvio en sus retratos de personajes ni en sus desarrollos. Y aquí tampoco lo es. Pero no cayó en estos brochazos. Un trazo grueso en el que también incide en el segundo vértice de la historia, el de la hermana de la irascible protagonista: un ser casi angelical, calmado y que sabe escuchar, que vive con dos hijas también veinteañeras en apariencia felices, que no paran de reír, cantar y bailar, mostrando su jolgorio a la menor ocasión. Más linealidad, pero esta vez en una alegría casi bochornosa.. Para cuando, ya en el último tercio, llega una cierta defensa (explicación sería decir demasiado) al comportamiento de la mujer, capaz de insultar desde primera hora de la mañana a cualquier ser con el que se cruce, y sin motivo alguno, desde su familia a toda persona con la que le toque interactuar a causa de esa cosa llamada convivencia en sociedad, algunos espectadores, como este crítico, pueden estar ya hasta el moño. Sobre todo, porque Marianne Jean-Baptiste, magnífica actriz, parece perdida interpretativamente en el amplio trecho colérico (está mucho mejor en la parte final, en la vulnerable, cuando sale lo buena actriz que es): todo el rato arriba, dos escalones más de lo debido, vociferante en un solo tono y con la misma cadencia, subiendo todo el rato las cejas y moviendo los brazos en forma de molino, síntomas siempre de malas actuaciones.. Leigh, con una puesta en escena plana y casi televisiva, en la que solo unos interludios brevemente musicales ofrecen un soplo de aire frente la depravación vocinglera, confirmó en una entrevista de este fin de semana en EL PAÍS que su película fue rechazada por los festivales de Cannes y Venecia, antes de ser programada en el de San Sebastián (bien por el certamen donostiarra, porque Leigh es un nombre fundamental, sea su trabajo como sea). No es de extrañar: Mi única familia no es en modo alguno una buena película. Las casi 20 anteriores, desde su excelente ópera prima, Bleak Moments (1972), pasando por, entre otras, las formidables Secretos y mentiras, El secreto de Vera Drake, Todo o nada y Another year, sí lo eran. Y Leigh, pese a todo, sigue siendo un grande.. Seguir leyendo
Las casi veinte anteriores, desde su excelente ópera prima, ‘Bleak Moments’ (1972), pasando por, entre otras, las formidables ‘Secretos y mentiras’, ‘El secreto de Vera Drake’, ‘Todo o nada’ y ‘Another year’, sí lo eran
La línea que separa a una persona con depresión de un ser enfurecido con el mundo que se ha acabado convirtiendo en un majadero del que hay que huir como de la peste puede ser a veces muy tenue. Tan ligera, y tan difícil de tratar en la vida, que trasladar tal estado a una película de ficción, pero con conciencia realista, puede ser un intrincado ejercicio psicológico, social y moral. Mike Leigh, de 82 años, experto en la materia del ser, humanista implacable con una prodigiosa carrera de cinco décadas a sus espaldas, retrata a una mujer así en Mi única familia. Pero esta vez se ha pasado de frenada. Grueso y sin respuestas (ni preguntas), el cineasta británico ha compuesto la peor película de su filmografía.. Más información. Mike Leigh: “Es muy peligroso que el arte se convierta en un juego de pijos”. 50 minutos de improperios contra el mundo, sin gracia ni desgracia, lineales y sin matiz alguno, seguidos de lo que parece ser un proceso de redención o, al menos, de asunción de un estado de resentimiento y cólera, que de pronto convierte la película en conceptual en lugar de lo explícita que había sido hasta entonces. Conceptual, por no tener desarrollo ni dictamen, y no porque Leigh prefiera dejarlo para el propio espectador de un modo sutil. Así, da la impresión de que el desenlace resulta incomprensible, no solo para la mujer protagonista, sino también para dos de los tres principales roles que la acompañan. Al hijo, un chico veinteañero, silencioso, obeso, buenazo, bobalicón, vago y maltratado por sus amigos (aunque mucho más por su madre), Leigh decide salvarlo y ofrecerle una rendija de esperanza poco creíble, un deus ex machina de libro. En cambio, al marido, un trabajador duro y también callado, que no se sabe bien si es tímido o está harto de lo que ve a su alrededor, hombre a la antigua usanza de los de a mí me las compongan en casa, le endilga el director un gesto final rastrero e inexplicable, que lo manda de pronto a la hoguera del mal.. Mike Leigh da instrucciones a los actores en el rodaje de ‘Mi única familia’. Bteam Pictures (Bteam Pictures/EFE). Leigh nunca fue obvio en sus retratos de personajes ni en sus desarrollos. Y aquí tampoco lo es. Pero no cayó en estos brochazos. Un trazo grueso en el que también incide en el segundo vértice de la historia, el de la hermana de la irascible protagonista: un ser casi angelical, calmado y que sabe escuchar, que vive con dos hijas también veinteañeras en apariencia felices, que no paran de reír, cantar y bailar, mostrando su jolgorio a la menor ocasión. Más linealidad, pero esta vez en una alegría casi bochornosa.. Para cuando, ya en el último tercio, llega una cierta defensa (explicación sería decir demasiado) al comportamiento de la mujer, capaz de insultar desde primera hora de la mañana a cualquier ser con el que se cruce, y sin motivo alguno, desde su familia a toda persona con la que le toque interactuar a causa de esa cosa llamada convivencia en sociedad, algunos espectadores, como este crítico, pueden estar ya hasta el moño. Sobre todo, porque Marianne Jean-Baptiste, magnífica actriz, parece perdida interpretativamente en el amplio trecho colérico (está mucho mejor en la parte final, en la vulnerable, cuando sale lo buena actriz que es): todo el rato arriba, dos escalones más de lo debido, vociferante en un solo tono y con la misma cadencia, subiendo todo el rato las cejas y moviendo los brazos en forma de molino, síntomas siempre de malas actuaciones.. Más información. Todas las críticas. Leigh, con una puesta en escena plana y casi televisiva, en la que solo unos interludios brevemente musicales ofrecen un soplo de aire frente la depravación vocinglera, confirmó en una entrevista de este fin de semana en EL PAÍS que su película fue rechazada por los festivales de Cannes y Venecia, antes de ser programada en el de San Sebastián (bien por el certamen donostiarra, porque Leigh es un nombre fundamental, sea su trabajo como sea). No es de extrañar: Mi única familia no es en modo alguno una buena película. Las casi 20 anteriores, desde su excelente ópera prima, Bleak Moments (1972), pasando por, entre otras, las formidables Secretos y mentiras, El secreto de Vera Drake, Todo o nada yAnother year, sí lo eran. Y Leigh, pese a todo, sigue siendo un grande.. Mi única familia. Dirección: Mike Leigh.. Intérpretes: Marianne Jean-Baptiste, Michele Austin, David Webber, Tuwaine Barrett.. Género: drama. Reino Unido, 2024.. Duración: 97 minutos.. Estreno: 28 de febrero.
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