Exploradora experta de los entresijos de la memoria, la escritora publica ‘Marciano’, una novela experimental que reconstruye los años de la lucha armada chilena mediante la voz del comandante Ramiro, uno de sus principales protagonistas. «Si dejamos de imaginar el futuro acabaremos habitando uno indeseable» Leer
Exploradora experta de los entresijos de la memoria, la escritora publica ‘Marciano’, una novela experimental que reconstruye los años de la lucha armada chilena mediante la voz del comandante Ramiro, uno de sus principales protagonistas. «Si dejamos de imaginar el futuro acabaremos habitando uno indeseable» Leer
En diciembre de 1996 ocurrió en Chile una de las fugas carcelarias más sonadas de la historia, una con la que Hollywood se montaría un taquillazo. En lo que luego se llamó Operación Vuelo de Justicia cuatro militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, organización guerrillera nacida al calor de la dictadura de Pinochet, escaparon en la cesta de un helicóptero desde el patio de la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. Sólo uno de ellos sería de nuevo encarcelado. Capturado en Brasil en 2005 y extraditado a Chile en 2020, Mauricio Hernández Norambuena, alias comandante Ramiro, fue condenado a 26 años de cárcel por delitos como la autoría intelectual del asesinato del senador Jaime Guzmán en 1991 o su participación como fusilero en el fallido atentado contra Pinochet en 1986.. En este estricto encierro de preso incomunicado irrumpió hace más de cuatro años la escritora y guionista Nona Fernández (Santiago, 1971), experta en escarbar en la memoria de su país desentrañando esa delgada línea que confunde historia y mito, verdad y relato, como ha hecho en sus piezas teatrales y en novelas como Mapocho, Space Invaders o La dimensión desconocida.. «La idea original era escribir una serie de televisión sobre la historia del Frente Patriótico usando a Mauricio como fuente. Por supuesto, me interesó: Mauricio es un personaje conocido en Chile, sobre todo en mi generación, que de alguna manera contiene parte de la historia de la lucha armada en mi país, una historia poco contada, poco puesta sobre la mesa. Y además era muy difícil acceder a él, así que me apunté sin dudar», explica a La Lectura desde la Residencia Literaria Finestres, donde está becada desde principios de octubre.. Random House. 520 páginas. 21,90 € Ebook: 9,99 €. Puedes comprarlo aquí.. Tras un año de conversaciones la productora canceló el proyecto, pero Fernández ya estaba cautivada. «Habíamos entablado una relación, había conocido al personaje, o más bien a la persona, y me parecía que ahí podía construir un libro. No sabía qué libro, pero se me había abierto el deseo, y se lo propuse», continúa la escritora.. Así nació el embrión de Marciano (Random House), un complejo híbrido literario que alterna la historia de Mauricio, convertido en un personaje ficticio, con la de la lucha armada chilena, la historia política del país y los grandes hechos de esos años 70, 80 y 90. Todo aliñado, además, por capítulos narrados por otros compañeros de armas muertos, reconstruidos en la memoria del protagonista, y por las charlas de este con una narradora, N., que también consigna sus más de 20 años de encierro y sus reflexiones desde prisión.. «Mi literatura busca construir una realidad nueva, diferente. Una mezcla entre la verdad monolítica del relato oficial del regimen y el de quienes se opusieron a él». «Toda mi obra en sentido amplio trata del tema de la memoria, y realmente creo que la memoria es ficción. Por eso, esto es una novela, el Mauricio que aparece es un personaje y la historia que se narra es un destilado de la verdad, de la realidad», advierte Fernández. «Esto no es un libro periodístico ni historiográfico, mi territorio es la literatura, y la literatura, al menos para mí, busca construir una realidad nueva, diferente, reconstruida. Una mezcla entre la verdad monolítica de la historia, tamizada por el relato oficial del regimen y el relato que pueden hacer quienes se opusieron a él».. Además, matiza la autora, «Mauricio, el comandante Ramiro, ya es un personaje. Es el hombre que se fugó de la cárcel, el que atentó contra Pinochet… Ahí ya hay una ficción, un personaje construido a partir del boca a boca de la historia». En este sentido, reivindica que su Mauricio es la dimensión humana detrás de todo eso. «Cuando entré a la cárcel no me encontré con el comandante. Porque Mauricio contiene todas esas historias, todas esas épicas, sin duda, pero me encontré con un caballero muy normal, con quien podía conversar de libros, y que había desarrollado ciertas estrategias psíquicas para sostener el encierro, que me parecieron alucinantes. Mi personaje tiene más que ver con el hombre que ha vivido encerrado más de un cuarto de siglo, que ha construido en su celda una especie de extensión de su psiquis, un limbo donde el tiempo explota, donde vivos y muertos conviven, donde realidad y ficción coexisten…», explica.. Pero, como dice Fernández, Marciano -título tomado de uno de los muchos apodos y alias de Hernández Norambuena- no es una biografía, sino una novela que recoge el latido de una época, una crónica de luchas, ilusiones, represión y utopías que marcaron a todo un país. Y también una aguda reflexión sobre la ética de la violencia política que marcó el mundo del siglo XX. «No podemos ser anacrónicos, la clave es el contexto, una dictadura en la que la ciudadanía estaba siendo arrasada. Entonces, el Frente aparece como una manera de defenderse de esa violencia que se estaba ejerciendo. Ellos toman las armas para defender a la ciudadanía, algo que todos podemos entender. En ese escenario la violencia puede ser incluso algo ético», defiende la escritora.. «El libro no pretende heroizar ni condenar a nadie, busca desromantizar el mito y entrar en la humanidad oculta detrás de esos actos abyectos». La novela no ahorra detalles escabrosos: torturas, camaradas caídos, heridos de por vida o muertos en la indigencia, el abandono paulatino del Partido Comunista chileno y del regimen cubano, el fallido intento de organizar la Guerra Patriótica Nacional, que costaría la vida en 1988 a los líderes Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, o un relato reflexivo y ucrónico del malogrado atentado a Pinochet de 1986, tras el cual se produciría la ola represiva conocida como Operación Albania, en la que serían ejecutados por los servicios de inteligencia 12 frentistas, entre ellos el líder, el comandante Ernesto. Hechos que reflejan la dureza de unas vidas muchas veces romantizadas.. «Mi intención siempre fue entrar en la trastienda: cuáles son los costos, los amores, los miedos, el terror de una vida como esa. Y algo que reivindico es el tejido emocional que ellos articularon para poder hacer lo que hicieron. Creo que una persona sola es incapaz de llegar a esos límites; lo hace porque se siente protegida, sostenida, porque hay un grupo de personas que te cuida», reflexiona la escritora. «Mauricio contiene esto hasta hoy: muchos de sus hermanos murieron, pero los que están vivos lo sostienen. Hay una red de afecto que creo que todo ser humano necesita para construir una utopía, para confornatr los ideales nobles y los actos abyectos que muchas veces suponen».. ¿Y dónde está esa delgada línea ética? «Creo que todavía no lo tengo claro. El libro no pretende clausurar una respuesta, sino poner el problema sobre la mesa: hasta dónde llegamos, cuáles son los límites, cuándo la violencia contiene una ética y cuándo no», explica Fernández, que insiste en que su mirada de narradora nunca buscó «romantizar la lucha armada, ni hacer de Mauricio un héroe. Tampoco quiero condenarlo; él ya está condenado y no voy a entrar yo a juzgarlo. Pero sí quise entrar en el territorio de la humanidad, donde uno intenta comprender las lógicas que un hombre, o un grupo de personas, tiene para llegar a esos niveles de intensidad de vida, para hacer lo que hicieron».. La escritora y guionista chilena Nona Fernández.Lorena Palavecino. En este sentido, la escritora plantea en la novela una brecha fundamental en la historia del Frente y de los grupos armados similares: la llegada de la democracia a Chile en 1990, cuando el regimen de Pinochet decidió traspasar el poder ejecutivo a un presidente elegido democráticamente. «Si en dictadura podíamos empatizar con ellos, ver esa ética, la complicación llega cuando se instaura la democracia y ellos siguen actuando», concede.. «Hoy vemos tremendamente marcianas a esas generaciones que arriesgaron su vida por un futuro que quizá no esperaban ni poder ver». En esos años 90 el Frente perpetró asesinatos como el del citado Jaime Guzmán y orquestó secuestros como el del coronel Carlos Carreño o el de Cristián Edwards, uno de los hijos del dueño del diario El Mercurio, periódico muy afecto a la dictadura. «En esa época el resguardo ético que sostienen es la impunidad. La transición chilena, hay que decirlo, fue muy particular y generó una democracia pactada en la que el dictador seguía siendo comandante en jefe del Ejército y senador vitalicio y en la que muchos violadores de derechos humanos comenzaron a tener cargos en las instituciones democráticas. Siguieron siendo parte del poder sin problema alguno», apunta Fernández, quien asegura que muchos grupos de extrema izquierda «comprendieron rápido que la impunidad era parte de la atmósfera democrática y no quisieron aceptarlo, comenzando a ajusticiar a quienes tenían las manos manchadas».. Lo que sigue no por previsible deja de ser triste y cruel. Una clandestinidad más acusada, el rechazo de muchos de quienes les defendían, huidas hacia otros países, como Colombia o Brasil, donde su radicalidad era más fácil de mantener… Como dice el personaje de Mauricio, en algún momento comprendieron que el mundo estaba girando hacia otro lugar, y que no podían detener ese viento de los tiempos.. Un viento que, como advierte la escritora, no parece muy favorable en su país, donde tras años de protestas para revocar la constitución pinochetista, aún vigente, las próximas elecciones de diciembre no parecen muy halagüeñas. «Chile sigue conviviendo con los fantasmas de una transición fallida donde la impunidad fue el espíritu del día, donde se prefería no mirar, celebrar la llegada de la democracia y no pensar en los costos. Pero esos costos los seguimos pagando: la constitución, la falta de justicia, cuerpos que no sabemos dónde están, gente responsable que ha hecho su vida sin problemas y ha ocupado cargos durante la democracia», denuncia Fernández.. «Desde las revueltas hasta ahora ha habido una revancha conservadora, con estrategias sucias, mentiras, manipulación… cosas que calan en la ciudadanía. Si seguimos la lógica mundial, lo más probable es que salga en el Gobierno una derecha troglodita, o menos troglodita, pero derecha. Pero bueno, no pierdo la esperanza».. «Chile sigue conviviendo con los fantasmas de una transición fallida donde la impunidad fue el espíritu del día, donde se prefería no mirar». Por eso, considera que la figura de Mauricio, lo que representa, puede ser una espita que reabra el debate. «Ciertamente es un fantasma del pasado, pero uno que nos recuerda a todas esas generaciones que lucharon, con esperanza, por un futuro mejor. Hoy vemos totalmente marciano arriesgar nuestra vioda por un futuro que quizá ni lleguemos a poder ver, pero ese espíritu es algo que conviene recuperar», opina. En cuanto a Mauricio persona, la escritora piensa: «Él es, claramente, un chivo expiatorio que dice a la gente: ‘si se rebelan, esto es lo que va a ocurrir y no los vamos a amnistiar’. Mauricio lleva más de 25 años preso y es difícil pensar cómo podría salir de ahí», reconoce.. Sin embargo, sí se apunta al discurso actual del antiguo guerrillero. «Hoy en día él reconoce que lo que hiceron fue un fracaso. No obstante, no habla de colgar los guantes por completo. Dice que hay que ocupar la imaginación y la creatividad, porque hay que encontrar un nuevo camino. Algo que no tenga que ver con aquellas vías violentas, pero sí con ese espíritu de querer construir un mundo más cariñoso y más justo», apunta. «En este sentido, necesitamos con urgencia inventar un lenguaje que nos permita dialogar mejor, comprendernos mejor. En sociedades polarizadas, España incluida, hay que comunicarse y establecer puentes. Hay que inventar palabras, ganas, modos de dialogar. La invención permite imaginar el futuro, y eso refleja el libro, aunque la revolución no sea como se imaginó en el pasado, si dejamos de imaginar el futuro acabaremos habitando uno totalmente indeseable», concluye.
Literatura // elmundo

 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				 
								
				