Queremos las cosas lo más claritas posibles, de ahí que, por mucho que nos mandemos mensajes por WhatsApp con amor, todo acabe siendo antipoético Leer
Queremos las cosas lo más claritas posibles, de ahí que, por mucho que nos mandemos mensajes por WhatsApp con amor, todo acabe siendo antipoético Leer
Audio generado automáticamente con IA. HAY UN REPORTAJE QUE nunca consigo hacer y que consiste, sencillamente, en recopilar las mejores muestras de género epistolar de la Historia y que, irremediablemente, me obliga a mirar al siglo XX, porque ¿quién escribe cartas (aunque no sean de amor) en el siglo XXI? Luego pienso que cada una de las cariátides es en sí misma una carta de amor, del tipo que más me interesa, de las que la poeta Marina Tsvetaeva comparaba con el sueño.. Lo expresó así: «Una carta es una forma de comunicación fuera de este mundo, menos perfecta que el sueño, pero sujeta a sus mismas leyes. Ni la carta ni el sueño se dan por encargo: se sueña y se escribe no cuando nosotros queremos sino cuando ellos quieren: la carta, ser escrita y el sueño ser soñado».. La cita la recogía el libro Cartas del verano de 1926 (editorial minúscula), en sí mismo espectacular pues en él convergen las misivas entre Rainer María Rilke, Boris Pasternak y Marina Tsvetaeva. Es más, leerlas es asistir a un amor de otra época, no cortés sino incandescente, tal y como lo describió Susan Sontag. Tres poetas amándose y nunca encontrándose. Tres individuos escribiéndose en distintos idiomas y, a menudo, de forma impetuosa: volviendo a escribir cartas nuevas sin haber recibido aún respuesta. O cambiando las fechas de las misivas para tener la sensación de estar juntos en las letras.. Un amor a tres bandas «como se ama únicamente a los nunca vistos». Lo que me hace pensar en que debe de haber millones de personas en este momento en el mundo escribiéndose a través de WhatsApp, Telegram o Signal, o bien de cualquier otra red social. Sin embargo, me resisto a aceptar que esto sean cartas de amor de las que ahora hablo, de las de antaño, y no porque falte el papel, el olor o la tinta. Sino porque, en la actualidad, queremos las cosas lo más claritas posible y esto es de por sí antipoético.. Leí las misivas entre Rilke y Tsvetaeva en una edición en italiano, hace años, en la que no se contaba con Pasternak. Y había en ellas celos y traiciones, tanto poéticas como amorosas, pero también una pasión y un frenesí que no puede uno evitar envidiar. Porque ahora ya ni los que se aman, o creen amarse, se comunican de formas tan fieras. De formas tan salvajes y por tanto ciertas. Aunque no se encontraran cara a cara jamás.. Dicho esto, me conformo con pensar que algunos mandarán felicitaciones de Navidad, léase christmas. Puede que yo misma.
Literatura // elmundo
