Leer
Leer
Minutos después de que la noticia de su muerte cruzase fuertes y fronteras saltaron algunos arios ideológicos a denunciar que era un «facha». Lo leí varias veces el mismo lunes y me hizo gracia. Los avisadores lo advertían convencidos de poner las cosas en su sitio. Animalicos. Pues claro que Mario Vargas Llosa alternó en espacios ideológicamente oscuros, pero qué escritor, qué poderosa literatura, qué más allá de las palabras. Antes de cumplir los 40 años había publicado tres obras maestras. Defendió posturas políticas desagradables o siniestras (desagradables y siniestras para mí, tampoco pasa nada). En sus textos ha dejado lecciones de lucidez imbatible, igual para dilucidar la obra de algunos coetáneos que para disponer un ideario robusto en favor de la legalización de las drogas. Uno y otro son el mismo Vargas Llosa. También el indignado cuando apresaron en Londres al criminal Pinochet.. En su caso no será necesario que pase el tiempo para aclarar el legado intelectual. Lo dejó bien fijado. Quienes han sabido leerle lo seguirán leyendo. El escritor de novelas y ensayos robustos (y sumo algunos artículos o reportajes en prensa) será el mismo vivo que muerto. Un individuo confuso en ocasiones, contradictorio, sobrado de ambición triunfal y dotado de un talento que no se puede desactivar ni con «lo facha que fue». (Lo entrecomillo porque también lo leí en algún lado). Se propuso escribir el mundo. La literatura fue su ideología primera y última. A través de ella tomó postura en razones que defraudaron a mucha gente, pero es que hay quien se defrauda con demasiada generosidad. Irrumpió desde el principio con una inteligencia bien perfilada por el marxismo de juventud, al que después renunció desechando el encantador progresismo. Y qué. Imagino que decidió cambiar de intereses por convicción -como hace medio mundo en algún momento- y encontrar en cada bandazo un estímulo, un botín, otra riqueza.. Cuando muere un creador pleno, Vargas Llosa es el último de un linaje literario que se queda sin existencias, algunas o algunos despliegan el anatómico forense que cualquier comunidad censora lleva incorporado y empieza el test de impureza. Este escritor es fácil de ubicar: se encargó de dejar a la vista los cambios de afición a lo ancho de la vida y si tuvo alguna duda la disfrazó con mañas de verdad absoluta. Las lecciones que alguna vez difundió desde la izquierda terminó arreándolas desde la derecha más dura (él que gozó la existencia ejercitando deseos contrarios al puritanismo macabro). Sé, porque lo sé, que admiro del todo su literatura.
Literatura // elmundo