Blackie Books publica la perversa y adictiva ‘Hija de la venganza’ y Minotauro hace lo propio con ‘Calliope’, una hipnótica y aterradora historia que el autor dejó inconclusa antes de morir y ha finalizado la escritora Tabitha King Leer
Blackie Books publica la perversa y adictiva ‘Hija de la venganza’ y Minotauro hace lo propio con ‘Calliope’, una hipnótica y aterradora historia que el autor dejó inconclusa antes de morir y ha finalizado la escritora Tabitha King Leer
Filadelfia, Nochebuena de 1863. En una humilde vivienda de alquiler, una niña de nueve años llamada Katie Slape viste a su muñeca con retales de gasa, encaje y tela plateada. A su lado, una mujer de rostro adusto y ojos sin rastro de bondad llamada Hannah Jepson realiza una tarea macabra: llena una jeringuilla con ginebra barata y la inyecta a la fuerza en la garganta de unos cachorros de caniche para atrofiar su crecimiento y poder venderlos a las damas de la alta sociedad. «¿Quieres ayudarme?», le pregunta a la niña. Katie acepta con entusiasmo, pero al inyectar el alcohol, el cachorro convulsiona y vomita una mezcla de ginebra y sangre sobre su vestido. «¡Me ha arruinado el vestido!», exclama la niña antes de levantar el puño y reventar con un golpe seco el vientre del animal moribundo.. Al mismo tiempo, a unas cuantas manzanas de allí, en el escenario del Olympic Theater, su madre, una bailarina conocida como Mlle. Desiré, se convierte en una antorcha humana cuando una mecha de lámpara prende su vestido durante una actuación. Muere en segundos, consumida por las llamas. Cuando la noticia llega a la pequeña Katie de alguna forma extrasensorial, la niña llora y arroja al fuego de la chimenea la muñeca que había bautizado con el nombre de su madre.. Siete años tenía también Calley Dakin cuando su padre «murió de forma desagradable», según el eufemismo que empleaba su madre. Lo que le ocurrió en realidad fue mucho más que desagradable: fue torturado, asesinado y desmembrado por dos mujeres, además, sin motivo aparente. Las culpables fueron capturadas, pero nunca llegaron a la silla eléctrica. Una de ellas fue asesinada en la lavandería de la prisión, abierta en canal «desde la garganta hasta la entrepierna». La otra, al enterarse de la muerte de su compañera, empezó a jadear frenéticamente hasta morir ahogada. La autopsia reveló que sus pulmones estaban llenos de agua. De agua de mar.. Bienvenidos al universo sombrío, gótico y visceral de Michael McDowell (1950-1999), un maestro del terror cuyo nombre, hasta hace muy poco, era un secreto a voces entre los grandes del género, pero un completo desconocido para el gran público. Un autor cuya obra, veinticinco años después de su muerte, ha resucitado para convertirse en un fenómeno editorial sin precedentes, demostrando que las buenas historias, por muy oscuras que sean, nunca mueren del todo. Simplemente esperan, agazapadas en las sombras, el momento perfecto para volver a la luz.. Y, al parecer, ese momento es ahora. Lo nuevo del oscuro Michael McDowell, después de que la publicación por entregas de los seis tomos de su saga Blackwater reventara las librerías españolas en la primavera de 2024, llega por partida doble para confirmar que su reinado en el terror literario no ha hecho más que empezar. Por un lado, Blackie Books, la editorial que lo rescató del olvido, publica la perversa y adictiva novela independiente Hija de la venganza, la historia de la despiadada vidente Katie con la que abríamos este reportaje.. Por otro, Minotauro, sello canónico del género en nuestro país, hace lo propio con Calliope, novela en torno a la huérfana Calley Dakin, una hipnótica y aterradora narración que el autor dejó inconclusa antes de morir y que ha finalizado la escritora Tabitha King, amiga personal de McDowell y esposa de su también gran amigo y admirador Stephen King. Dos novelas que exploran, desde ángulos distintos, las obsesiones de un autor único: la familia como nido de monstruos, la crueldad como motor de la historia y lo sobrenatural como una grieta apenas perceptible en la normalidad más cotidiana.. ¿Pero quién era Michael McDowell? Nacido en Alabama en 1950, fue un autor prolífico y trabajador incansable, un Balzac del gótico sureño que escribió decenas de novelas y guiones para cine y televisión, entre ellos dos de dos clásicos de Tim Burton, Bitelchús (1988) y Pesadilla antes de Navidad (1993) o series del fuste de Cuentos de la cripta o Alfred Hitchcock presenta. A pesar del respeto de sus colegas (Stephen King lo definió como «el mejor escritor de libros de bolsillo de toda América»), su obra fue carne de quiosco, publicada en ediciones baratas que se consumían con voracidad y se olvidaban con la misma rapidez.. Abiertamente gay y liberal en una época en la que no era fácil serlo, McDowell volcó en sus historias una sensibilidad única para crear personajes femeninos complejos y poderosos, muy alejados de los estereotipos de su tiempo. Murió de sida en 1999, a los 49 años, dejando un legado literario tan vasto como secreto, una joya oculta a la espera de ser desenterrada.. El mismísimo Stephen King, para quien McDowell fue un ídolo, dijo de él que era «el mejor escritor de libros de bolsillo de toda América». La exhumación comenzó en Francia con la publicación de la citada saga Blackwater -país en el que sólo en 2024 vendió más de 1,5 millones de ejemplares- y se propagó a España de la mano de Blacie Books. El éxito fue tan inmediato como inesperado. Concebida originalmente en 1983 como una saga en seis entregas, la historia de la matriarca Elinor Dammert y el clan Caskey, enriquecido gracias a sus pactos con una criatura fluvial, conectó de forma masiva con los lectores españoles. El formato de novela por entregas, con lanzamientos quincenales, generó una expectación inusitada, creando comunidades de lectores en redes sociales que comentaban cada giro de la trama como si de una serie de televisión se tratara.. Patricia Fernández (@patriciafedz), por ejemplo, con 422.000 seguidores, aseguraba en un vídeo en TikTok estar «completamente enganchada» después de leerse los tres primeros libros «en sólo un fin de semana». El resultado: más de un millón de ejemplares vendidos, según sus editores, y la conquista de una nueva generación de lectores un cuarto de siglo después de su muerte.. La resurrección de Michael McDowell no es fruto de la casualidad, sino de la apuesta decidida de una industria editorial que adivinó en su obra un filón literario y comercial. Jan Martí, editor de Blackie Books, explica que el autor de Alabama «entendió algo que muy pocos escritores de cualquier época se atreven a asumir: que la literatura no tiene por qué aspirar a la trascendencia para ser grande. Que entretener, emocionar y mantener al lector despierto hasta las tres de la mañana es, en sí mismo, un acto de arte».. Esa convicción, añade Martí, «lo volvió uno de los narradores más singulares del siglo XX, y el maestro secreto de Stephen King, quien siempre lo consideró un modelo de oficio, ritmo y empatía con el lector». El editor subraya que la ambición de McDowell no era ser un clásico, sino «llegar a la mayor cantidad de gente posible, escribir historias que atraparan sin pedir permiso, que convirtieran la lectura en un vicio feliz. No quería ser un clásico: quería ser leído. Y eso lo hace profundamente moderno». La recuperación de su obra, que Blackie Books inició con Blackwater, «ha demostrado que hay muchos más lectores de los que creemos. No es que la gente no quiera leer: simplemente no había encontrado el libro adecuado».. Por su parte, Mariló Álvarez, editora de Minotauro, sello del grupo Planeta que publica Calliope, ahonda en las claves del universo McDowell a propósito de la novela póstuma que Tabitha King finalizó. La novela, explica, «tiene todo lo que define a McDowell: una ambientación sureña densa y absorbente, una estructura familiar matriarcal poderosa, y una sutileza en lo sobrenatural que se va intensificando hasta volverse central». Además, considera que es «una de sus novelas más accesibles y emocionalmente complejas. El personaje de Calley, por ejemplo, es una protagonista ambigua, que observa y manipula con inteligencia silenciosa, muy en la línea de las mujeres carismáticas que McDowell solía construir».. Álvarez también destaca la importante contribución de Tabitha King, que «aporta una sensibilidad distinta, sobre todo en los conflictos internos de los personajes femeninos y en la elaboración de una trama que se sostiene más allá del retrato costumbrista». Defiende que «Calliope representa una perfecta puerta de entrada al universo literario de McDowell, y una muestra de lo bien que puede funcionar una colaboración póstuma cuando hay afinidad genuina entre autores».. Además, la editora también recuerda el origen del proyecto, un manuscrito que McDowell dejó incompleto con apenas un centenar de páginas y que su viudo, el también escritor Laurence Senelick, entregó a King para que lo terminara. El resultado, asegura, es un libro en el que «el estilo de McDowell es muy reconocible en las primeras páginas, y que, conforme avanza, se funde de manera orgánica con el estilo narrativo de Tabitha King». Un homenaje que se cierra con una dedicatoria tan sencilla como elocuente: «A Michael».. «Entendió algo que muy pocos se atreven a asumir: que entretener y emocionar al lector es, en sí mismo, un acto de arte», dice su editor. El éxito póstumo de Michael McDowell plantea un enigma: ¿cómo es posible que el «mejor escritor de libros de bolsillo de toda América», según Stephen King, haya sido a la vez un secreto tan bien guardado? La respuesta se encuentra en el fascinante y denostado universo del que surgió, el de las ediciones populares de terror de los años 70 y 80, un fenómeno cultural perdido en el limbo que el escritor de terror más célebre y original del momento, Grady Hendrix -quien pronto publicará novedad en nuestrom país-, ha cartografiado en su ensayo de culto Paperbacks from Hell (Libros de bolsillo desde el infierno). McDowell fue el rey de ese territorio salvaje de portadas estridentes y tramas febriles, un mercado que devoraba historias sin reparar en la calidad literaria que, a veces, se escondía en ellas. Su obra sólo esperaba a que una nueva generación de lectores la rescatara del purgatorio del pulp.. La crítica internacional coincide ahora en señalar que, bajo la apariencia de un artesano del entretenimiento, latía un autor de una solidez y una ambición extraordinarias. Sus novelas, ancladas en la tradición del gótico sureño de William Faulkner, Mark Twain o Flannery O’Connor, destacan por su delicado equilibrio entre realidad e irrealidad y por su capacidad para construir atmósferas opresivas donde lo cotidiano se pudre lentamente hasta revelar el horror que subyace. El actual fenómeno global se explica no sólo por la calidad de su prosa, sino por la asombrosa modernidad de sus temas.. De ellos y de su estilo, pues como apunta de nuevo Martí, su literatura «tiene un funcionamiento muy parecido al de una serie de HBO tanto en su curva narrativa como en la manera en que se recibe y se consume por la audiencia». Hablando de Blackwater, ejemplifica: «nada más salir el Volumen III ya había un grupo de Telegram con cientos de personas comentando cada libro como si de una telenovela se tratara, poniendo el texto en modo borroso si hay spoilers. Un poco lo que pasaba cuando llegaba una nueva entrega de El conde de Montecristo en el siglo XIX o lo que pasa cuando la gente comenta en Twitter el final de una serie… Las propuestas de McDowell son visionarias a muchos niveles».. En efecto, leer a McDowell hoy es descubrir a un autor adelantado a su tiempo, capaz de crear personajes femeninos de una complejidad y una fuerza memorables, mujeres que dirigen familias y empresas, que aman, matan y mueren según sus propias reglas, dinamitando los arquetipos de la época. Es esta sensibilidad, unida a su prodigioso talento para el ritmo y la creación de sagas familiares adictivas, lo que ha conectado de forma tan profunda con el público del siglo XXI. Al final, su legado confirma su propia filosofía vital y literaria, citada en una entrevista de 1985: «No hay ninguna razón para leer excepto por placer. Y por eso escribo».
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