De eso iba el show de Pulp, de una sucesión de hits para quien los quiera bailar. Y quien no querría, por dios bendito Leer
De eso iba el show de Pulp, de una sucesión de hits para quien los quiera bailar. Y quien no querría, por dios bendito Leer
Como una minúscula presencia en trance, entre lo diabólico y lo hipnotizante, frente a un luminoso en el que se lee «Esto podría ser English Teacher». Y en ese condicional está toda la ironía de Lilly Fountaine y del que es uno de los grupos revelación del año en Gran Bretaña. No podrían ser es que ya son English Teacher, unos chavales que se conocieron en la escuela de música de Leeds y que van lanzados a reventar el post punk, el indie progresivo o lo que demonios sea que toquen.. Porque lo que en verdad importa, más allá del virtuosismo en la guitarra, el bajo, la batería y hasta el contrabajo, es lo que cantan quienes el pasado septiembre ganaron el Mercury, el premio al mejor disco del año en Gran Bretaña, antes de cumplir los 30. Cantan a las pocas ganas de currar que tienen, al desastre del que están rodeados y del que culpan a la administración de su país, a los problemas de salud mental y también al amor correspondido o no. Pero, en verdad, eso tampoco importa. Lo único que en verdad importa es lo que pasa sobre el escenario. Y eso es una explosión de escasa estatura y de altísimo voltaje.. Porque, en su primer concierto en España, en el Bilbao BBK Live, apareció la figura de Lilly Fontaine para en el primer segundo desvanecer esa imagen de niña angelical con vestido blanco. Los dos primeros temas del espectáculo, The World’s Biggest Paving Slab y I’m not crying you’re crying, se zambulleron de lleno en post punk con ese letra semi cantada de la front woman mientras la guitarra, el bajo y la batería reventaban. Y, sin parada, la calma con Mental Maths, uno de sus singles previos al álbum This Could Be Texas.. Todo lo dominaba la presencia de esos chavales que parecían estar ahí subidos solo para divertirse, para provocar. Antes de zambullirse en un derroche vocal en Your Blíster My Pain, la joven cantante preguntaba cómo traducir «it’s hot». E incapaz de entender la respuesta, la maldita palabra calor, se tiró de lleno a por This Could Be Texas y, por supuesto, ese tema semi hablado que Broken Biscuits y que muy posiblemente acabará trascendiendo a los años.. Ya el jurado del premio Mercury había expuesto en su veredicto que English Teacher, con su disco This Could be Texas se acabarían convirtiendo en «un clásico» de la música. Y en los cinco años que llevan de recorrido -en realidad son siete porque entre 2018 y 2020 los mismos miembros formaban la banda Frank- van camino de conseguirlo. No solo porque ya comportan el palmarés del Mercury con Pulp, PJ Harvey o Artic Monkeys en Mercury antes de cumplir los 30 y a la primera oportunidad o porque la revista Time eligiera su canción Nearly Daffodils como una de las diez mejores del año 2023. Sino porque su música es imprevisible y adictiva.. Porque ahora pueden ser un grupo de indie progresivo y en un suspiro pasar al post punk o a la electrónica folk. Porque, casi como una poesía dialogada puede Lilly Fontaine estar diciendo «¿Puede un río evitar que sus orillas desborden? / Culpa al Ayuntamiento, no a la lluvia / No hay preparación / Para el colapso». Que la guitarra vaya creciendo con el sintetizador y el teclado mientras la vocalista ya canta «Los huesos de mi madre se están rompiendo / Y hay recortes en las fotografías / Así que dividimos nuestras recetas / Como si fueran galletas rotas». Y que ya solo suenen los instrumentos durante más de un minuto. Hasta que Broken Biscuits colapsa y con ella, el público.. Eso fue lo que sucedió en Bilbao, también hacía unos días en Glastonbury, y será lo que se repetirá en otros tantos escenarios de Gran Bretaña, Europa y del mundo si todo sigue su camino. Porque el final de su espectáculo, con el trío formado por R&B, Daffodils y Albert Road con esos riffs de guitarra infinitos, el bombo a punto de estallar y la cantante bajada del escenario, casi sobre el público, demostró que no solo podrían ser English Teacher. Sino que lo van a ser hasta que ellos quieran.. Antes Michelle Zauner había coqueteado entre la reflexiva melancolía de su último disco como Japanese Breakfast, For Melancholy Brunettes (& Sad Women) con ese canto desgarrado a la infidelidad que es Honey Water; esa revisión gótica a la obra de Virginia Woolf que es Orlando in Love o el arranque del álbum, Here is someone, con ese verso atronador que es «Life is sad / But here is someone» (La vida es triste / Pero aquí hay alguien) y que sirve como resumen de todo lo que es su último trabajo.. Pero el cierre de la artista norteamericana, de ascendencia coreana, estaba reservado para el disfrute de todos los asistentes al festival. De la melancolía de su última trabajo saltó a la picardía del anterior, Jubilee, el disco que disparó su fama al mismo tiempo que su libro autobiográfico Crying in H Mart. Lo hizo con las bailables Paprika y Be Sweet, seguramente los dos temas más conocidos de ese disco. Para acabar volviendo a sus inicios con Everybody wants to love you (2016) y hacer que atronaran la guitarra, el bajo, el violín y el saxo para despedirse con Diving Woman.. Entre medias, incluso, Japanese Breakfast se atrevieron con una de las canciones que forman parte de la banda sonora de Materialista, la comedia romántica que protagonizan Dakota Johnson, Chris Evans y Pedro Pascal y que llegará a los cines de España en el mes de agosto. «No sé si ya la tenéis en vuestro cines o no, pero la cantaremos», decía Zauner desde el escenario antes de lanzarse a por My Baby y su tonillo de pop clásico.. Y eso que al festival le costó arrancar. Fueron casi 45 minutos sobre la hora prevista los que tardó esta edición del Bilbao BBK Live en ponerse en marcha por un problema técnico, que tenía a los más impacientes a las puertas, esperando bajo el sol. Las pulseras no funcionaban y nadie podía entrar en el centro. Lo que hizo que los primeros grupos, los vascos Mirua y Eider Sáez, tuvieran que reducir sus actuaciones.. Los problemas técnicos también estuvieron presentes en el show de PabloPablo, que tardó más de 15 minutos en aparecer por el escenario sobre lo previsto y que arrancó con Donde estás! y Otra vida, con esa alternancia de graves y falsete que ha convertido en su rasgo distintivo, para dar paso a Canciones en mí, el tema que da nombre a su disco, y que en su inicio susurrado permite dudar en si es Pablo o su padre, Jorge Drexler, quien la canta.. Pero lo que la gente esperaba era, primero, De ti, la canción que comparte con Amaia, y que llegó a mitad de actuación. Y, sobre todo, el hit del álbum, Eso que tú llamas amor, con Carin Leon y Ralphie Choo, que llegó al final para que el público, que fue creciendo con el paso del, coreara cada verso.
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