Un amplio grupo de autores en castellano nos recomienda cuáles son sus lecturas actuales predilectas para celebrar este 23 de abril pegados a las páginas Leer
Un amplio grupo de autores en castellano nos recomienda cuáles son sus lecturas actuales predilectas para celebrar este 23 de abril pegados a las páginas Leer
El buen mal, de Samanta Schweblin (Seix Barral). Un libro de lectura reciente que me ha causado una honda y positiva impresión. Contiene seis relatos de hechura no breve, escritos con una prosa en modo alguno llamativa, pero sugerente y eficaz, perfectamente adecuada al tipo de protagonistas que los pueblan, gente común por lo general que se mueve en espacios familiares. La autora, una veterana del género, con muy merecido prestigio, muestra una gran pericia en la construcción de sus historias, siempre interesantes, además de bien llevadas, bien rematadas y ricas en matices.. Hasta que empiece a brillar, de Andrés Neuman (Alfaguara). Una novela fascinante que mezcla ingredientes de la biografía y de la más sabrosa literatura. Al retratar a María Moliner en sus distintas edades, facetas, altibajos, contradicciones y rebeldías sigilosas, Neuman nos regala una abuela narrativa y verbal. En su deslumbrante delicadeza construye una crónica familiar poblada por personajes que respiran y palpitan. María eliminó las pomposidades de las definiciones académicas, se abrió a los usos de América, reivindicó palabras como «madre», «mujer», «poesía», «exilio» o «democracia». ¿Quién podía creer que los diccionarios no son un género autobiográfico? Las páginas de este libro nos recuerdan, con vibrante actualidad, que amar la exactitud y la plenitud de las palabras es un desafío al autoritarismo.. James Joyce, de Edna O’Brien (Cabaret Voltaire). Potencialmente, para narrar con sencillez la compleja aventura vital de James Joyce no había persona más idónea en el mundo que su compatriota la gran Edna O’Brien. Y ocurrió, sucedió, tuvo lugar la conjunción de los astros. En 1999 apareció la biografía de Joyce, escrita por O’Brien, entre nosotros traducida ahora por la gran Cruz Rodríguez. Al escribir esto, no puedo olvidarme de la detallada relación de accidentes que llevaron a Joyce a tal confusión emocional que rompió para siempre su relación con Dublín. ¡Y pensar que él decía que los genios nunca sufrían accidentes!. Diario de campo, de Rosario Izquierdo (Alianza). La sinopsis más importante de este libro es el viaje de la mirada del lector desde sí mismo a la vida de las mujeres de los márgenes. En esta novela, reeditada ahora por Alianza, aunque se publicó por primera vez en Caballo de Troya en 2013, Izquierdo, cargada de verdad, escribe a muy buen ritmo y con sensibilidad, y sabe muy bien lo que cuenta, las entrevistas que una socióloga realiza en barrios pobres de Sevilla. Me sorprendió mucho cómo traslada esa realidad dura a un lenguaje literario nada efectista sin que pierda por eso ni un golpe de verdad. Un libro que discurre perfecto entre las difíciles líneas de la crudeza y la literatura.. Al paraíso, de Hanya Yanagihara (Lumen). Muchos han leído Tan poca vida sin prestarle tanta atención a este libro. En Al paraíso leemos tres historias en las que iteraciones de los mismos protagonistas repiten patrones de crueldad, incomprensión, desamor y muerte mientras el mundo está cada vez más cerca de su fin. Parece que, cuanto más avanza el género humano, más difícil es alcanzar el paraíso. La última parte de la novela, la más larga, entraría dentro del género de ciencia ficción distópica, y hacía mucho que un final no me hacía llorar tanto como este.. Lord Jim en casa, de Dinah Brooke (Alpha Decay). Descatalogada durante casi medio siglo, nunca publicada en castellano, agradezco infinitamente a Alpha Decay el habernos traído este instrumento de tortura. Un libro que narra con una frialdad rebosante de humor corrosivo la colmena abigarrada y absurda de una familia de clase alta en la Inglaterra de entreguerras. Monstruítica, cruel, enloquecedora. Leer Lord Jim en casa es como cabalgar riéndote a carcajada maligna mientras otro jinete te alcanza propinándote golpes con unas espuelas de cuchilla. No puedes dejar de correr, pero no sabes si es por la risa o por la sangre. Llegas a meta y te tienen que ingresar.. 8011*, de Julia Castillo (Libros de la Resistencia). El nombre de Julia Castillo no figura en la cubierta de 8011*, pero si tampoco firmara la nota o el epílogo reconoceríamos estos poemas que celebran el lenguaje y sus posibilidades, y se abren a sus límites: el silencio como origen y meta. El título alude al número de palabras sobre las que trabajó Castillo hasta la versión definitiva, y desde esa sugerencia -la del proceso- piensa sobre la forma, el sentido, la voluntad, el papel de quien lee y el de quien escribe… Quizá coda del espléndido Countdown, yo he querido tomarlo como respuesta, por lo que venga.. Sangre y ruinas, de Richard Overy (Tusquets). Es esta una historia renovada de la Segunda Guerra Mundial que no se ajusta a los cánones convencionales. Entre otras razones, porque la concibe como una guerra entre imperios y porque sitúa sus inicios en Asia y en 1931, con la invasión de Manchuria por parte de Japón. El conocimiento de Overy del tema es enciclopédico y sus fuentes apabullantes, habiéndose erigido en los últimos tiempos como uno de los autores más prolíficos y rigurosos de su generación.. Ilustración deCarmen Casado. Proust, novela familiar, de Laure Murat (Anagrama). Da igual si has leído o no a Proust. Lo fascinante del libro de Murat es su autora, culta, inteligente, aguda, brillante, implacable. Habla de Proust y también de su propia familia de aristócratas franceses (los Murat y los Luynes), cuyos nombres aparecen en En busca del tiempo perdido. Habla sobre todo de cómo un libro puede cambiarte la vida y hacer que entiendas y aceptes no sólo a tu propia familia, sino a ti mismo.. Solo déjate llevar, de Sandra Miró (Esencia). Es un libro fresco, ágil y divertido de leer, en el que te sumerges en la historia de un pequeño grupo musical, que realiza una gira por la mítica Ruta 66. Durante la gira se encuentran con situaciones que no esperan y que van resolviendo, y que en cierto modo, les van a cambiar la vida.. La huella del mal, de Manuel Ríos (Planeta). Se trata de una novela policíaca diferente -de la que ahora lanzan la película, dirigida por el propio autor-y con un enfoque histórico y antropológico sólido, que lleva a plantear el origen del mal y de la domesticación de los instintos naturales del hombre. El hecho de que se ambiente en Atapuerca y que recoja estudios prehistóricos y de especialistas de la materia en la trama me ha parecido un punto interesante, reflexivo y diferencial.. La tos, de Alberto Otto (Caballo de Troya). Es un extraño libro que logra lo que quizá es más difícil: una voz. Una voz que produce curiosidad y ternura, que dan ganas de seguir y que es un placer escuchar. Es una voz infantil -aunque quien habla ya es un tipo peculiar de adulto-, inusitadamente sencilla y graciosa, que rememora una vida en apariencia limitada, con la única presencia de un padre, una abuela y el amor que los une. Lo que se cuenta es terrible y enfermizo, pero nada, ni nadie, se juzga. Me recordó a esa pequeña joya que es Génie la loca, de Inès Cagnati.. El tiempo de los lirios, de Vicente Valero (Periférica). Es el relato de un viaje a la región de Umbria, en Italia, siguiendo las huellas de San Francisco de Asís y de un pintor español olvidado que vivió por allí en el Renacimiento. Pero, como siempre en Valero, el relato se detiene también en muchas otras cosas: las bellezas del paisaje, los placeres de la comida, la reflexión sobre el ejemplo que un personaje tan singular como San Francisco puede traer a nuestra época, su sensibilidad hacia la naturaleza, su rechazo del privilegio y el dinero. Es un libro como en voz baja, escrito en una prosa limpia y cordial, de una originalidad profunda y sin aspavientos, en este tiempo de aspavientos literarios, y de todo tipo.. Modernidad explosiva, de Eva Illouz (Katz Editores). Creo que Illouz es quien mejor está estudiando el componente social de nuestras emociones contemporáneas: las apps de citas, el negocio de la autoestima, el consumo de fantasías románticas. Este es su libro más ambicioso, quizá porque ya se ha cumplido algo que ella misma venía vaticinando: vivimos en el imperio de lo emocional, entendido como nuevo principio validador. Que, por cierto, coloca en una encrucijada de nuestras democracias: la emoción no parece sujeta a crítica. También es uno de sus libros más claros y amenos: los capítulos se centran en emociones como la envidia, la vergüenza, la nostalgia. Y se nutre de mucha literatura: Kleist, Proust, Ernaux. De novelas donde la emoción privada muestra su clave de dominación social. Ella lo dice mejor: «nuestra experiencia íntima nunca es enteramente nuestra».. La caja de palabras, de Lucía Sesma (Alianza). A veces es una suerte tener un espacio limitado para comentar un libro, porque empezar a hablar sobre esta amenísima a la vez que documentada colección de relatos es querer compartirlos uno tras otro, como sucede con las buenas historias. Historias que nos muestran el poder del lenguaje, cómo sólo un par de palabras hicieron caer el muro de Berlín o cómo pedir una pizza por teléfono pudo salvar un vida. En sus páginas descubrimos cómo moldeamos y nos moldea el lenguaje, cómo jugamos, creamos, mentimos… o callamos. Habla también de las profesiones del lenguaje, en una reivindicación de la relevancia del conocimiento filológico. Una lectura tan gozosa como instructiva.. Los griegos, de Roderick Beaton (Ático de los Libros). Todos somos griegos. Cantamos con Homero, contamos con Heródoto y Tucídides, pensamos con Sócrates y Aristóteles. Desde los albores micénicos hasta la actual República Helénica, Roderick Beaton narra con brío y emoción la aventura de los griegos sobre la tierra. Nos lleva al esplendor de Atenas o la heroica resistencia frente al persa, pero también a las miserias de las guerras civiles y el desastre del Peloponeso, sin olvidar el alarde de Alejandro o el milenio largo en que Roma se sobrevivió a sí misma en griego desde Constantinopla. Una historia que no podemos ignorar, porque somos hijos de ella.. La invención de todas las cosas, de Jorge Volpi (Alfaguara). Las malditas dos culturas, aquellas -la de las ‘Humanidades’ y la de las ‘Ciencias’- sobre las que nos alertó hace ya demasiado tiempo (1959) un físico convertido en novelista, C. P. Snow, aún continúan, ay, con nosotros. Nadie mejor que Volpi, que produjo en el pasado obras de ficción protagonizadas por la ciencia y los científicos, para combatir semejante fruto de la ignorancia. Lo ha hecho ahora con una obra monumental, «un viaje personal -escribe- a la ficción: desde sus orígenes entre los seres vivos, los mamíferos, los primates, los homínidos y al cabo los humanos hasta nuestros días, cuando, gracias a las computadoras de bolsillo que aún llamamos teléfonos, devoramos más ficciones que nunca». Un viaje personal que comparten Homero y Newton, Balzac y Heisenberg. Y muchos, muchos más.. Ilustración deCarmen Casado. Animales pequeños, de Mercedes Duque (Tusquets). Esta novela fácil de leer y difícil de digerir me ha conmovido profundamente tanto por el tema que la autora decide abarcar como por la forma en que lo hace. Resulta satisfactorio que la juventud y la amistad se alejen de prototipos romantizados y se muestren en toda su crudeza, siendo además esta una crudeza muy particular que pronto será reconocible. Duque está construyendo una imaginería propia, tierna, afilada y fantasmagórica al mismo tiempo, capaz de atravesarte como un cuchillo caliente.. La tarde que Bobby no bajó a jugar, de Mayra Montero (Tusquets). Es una novela absolutamente maravillosa de una de las mejores escritoras vivas en lengua española. En ella narra la historia de amor de una cubanita de 14 años con un Bobby Fischer de 20-21 años que había ido a jugar a La Habana. Lo increíble es que es una historia real que le sucedió… a ella misma. Es un libro bellísimo sobre el primer amor, sobre el paso del tiempo, sobre el desencanto no sólo del amor y de la vida sino también el desencanto de la revolución cubana. En fin, es un libro, como todos los de ella, complejísimo y bellísimo bajo una apariencia de sencillez y de fascinación imparable.. Oposición, de Sara Mesa (Anagrama). En Oposición, Sara Mesa vuelve a atraparnos con esos temas que parecen atraparla también a ella: las jerarquías, el manejo del poder, la búsqueda de una identidad propia, la lucha contra cualquier institución que coarte la libertad de sus personajes: el internado, la familia, la opinión de los demás y, en este caso, la burocracia. Con su prosa directa e incisiva, nos presenta una realidad funcionarial desasosegante y al tiempo hipnótica, ante la que la protagonista se rebela o se somete según el momento, generándonos una empatía que nos lleva a cuestionar la propia utilidad del trabajo, la inercia del día a día, el individualismo y, a la vez, la necesidad de pertenecer a algo.. El amor ha sido mi única culpa, de Malgorzata Nocun (La Caja Books). Dice la autora polaca de este ensayo que las mujeres recuerdan los detalles y las emociones, y los hombres, los datos y las fechas. Tal vez ese es el motivo por el que esta recopilación de testimonios de mujeres de la antigua URSS -desde las que lucharon junto al Ejército Rojo contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, hasta las jóvenes ucranianas que trataban de escribir por WhatsApp mientras caían las primeras bombas en Kiev en 2022- suenan tan cercanos y reales. Una lectura emocionante y lúcida sobre una historia que se repite.. Abandonando Ítaca, de Juan José Gómez Cadenas (Eolas). Largos años después de su regreso a Ítaca una suerte de testigo oculto interpela a un Ulises envejecido, recordándole el lado oscuro de sus hazañas, lo inútil y hasta lo necio de su aventura. Reflexión de gran carga ética, Abandonando Ítaca es un poemario inusual. Escrito en inglés por un reconocido físico (cuya tarea fascinante es intentar mostrar que el neutrino es su propia antipartícula), este libro es una prueba de que si la modalidad de rigor de la ciencia difiere de la modalidad de rigor del arte, la segunda no es menos exigente que la primera y que, junto a la fórmula, la metáfora es una cristalización mayor del espíritu humano.. El jardín contra el tiempo. En busca de un paraíso común, de Olivia Laing (Capitán Swing). He leído este ensayo de Olivia Laing sintiendo, como ella dice de El paraíso perdido de John Milton, «un alud de reconocimiento». Este libro es muchísimas cosas, entre otras: una reflexión sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza domesticada, un tratado de jardinería y una historia cultural del jardín, una autobiografía, una crónica de la pandemia y sus secuelas, de la enfermedad y los miedos que genera. Y también es una exploración de cómo mancharse las manos de tierra y ver crecer una planta puede ayudar a encauzar una vida torcida.. Lloro porque no tengo sentimientos, de Bárbara Mingo (La Navaja Suiza). Son tantas las frases que he subrayado de esta recopilación de artículos que, ahora que vuelvo a abrir mi ejemplar, parece garabateado por una niña enloquecida. Bárbara, con su brillante y particular manera de mirar el mundo, nos habla de las cosas que más le interesan, desde la manera de tender la ropa de su vecina, a Franco Battiato, un perro que se hace su amigo en un pequeño pueblito o el surrealista vídeo de la exhumación de Franco. Al terminarlo, te deja la sensación de que la vida es ancha, y de que, si prestas la suficiente atención, puedes encontrar belleza en casi cualquier lado.. La semana perpetua, de Laura Vázquez (Demipage). La poeta francesa Laura Vazquez es una escritora fuera de lo común. Aunque su primera novela, La semana perpetua, tiene como tema de fondo la imposibilidad de la vinculación a través de internet, y la visión de la red como una suerte de nuevo gran dios pagano, su escritura arriesgada, plagada de metáforas y de ritmos evocadores parece de otro tiempo. ¿Pero es un tiempo pasado, o un tiempo futuro? No lo sé: es otro tiempo en el que -de eso sí estoy convencida- quisiera quedarme con tal de seguir escuchándola.. El viaje de las bibliotecas, de Antonio Moreno (Newcastle). El viaje de las bibliotecas de Antonio Moreno parece haberse escrito en una de esas pequeñas libretas de viaje en las que nadie se atrevería a mentir ni a impostar la voz. Es un prodigio de sencillez, finura y tono. Una pequeña obra maestra, si quieren decirlo así. Podría haberlo titulado Viaje alrededor de mi pueblo. No necesita alejarse, porque va por dentro. De Orihuela a Sax pasando por Monforte del Cid, Aspe, Crevillente o Altea, todo lo mira sin acucia, ni envidioso ni envidiado. No se me ocurre una mejor celebración de la literatura y de Cervantes, viajero discreto y curioso, como él.
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