El grupo británico Radiohead ha ofrecido en Madrid su primer concierto en más de siete años, que se desencadenó con la originalidad, la potencia y la intensidad emocional que lo han convertido en el mito de varias generaciones Leer
El grupo británico Radiohead ha ofrecido en Madrid su primer concierto en más de siete años, que se desencadenó con la originalidad, la potencia y la intensidad emocional que lo han convertido en el mito de varias generaciones Leer
Pues claro que fue un concierto raro, ¿cómo no iba a serlo?. Durante tres décadas, Radiohead siempre eligió rechazar las reglas de la industria y la pomposidad del estrellato, no satisfacer las expectativas de sus fans. no refugiarse en la comodidad de su identidad o de su legado y, bueno, hacer «música rara». Los cinco miembros de Radiohead se separaron sin anunciarlo oficialmente y esta noche han vuelto a unirse, más de siete años después de su último concierto, de la única forma posible: rechazando las reglas de la industria con una gira inesperada de solo 20 conciertos en cinco ciudades que no ha empezado en Reino Unido ni como cabeza de cartel de un gran festival, sino en el Movistar Arena de Madrid; evitando las argucias escénicas que fomentasen la idolatría, sin decir una palabra entre canciones y con un repertorio de «música rara» en el que el grupo de Oxford ha dejado fuera alguna de sus canciones más populares, como Creep y High and Dry, pero que ha tocado 25 canciones de sus nueve álbumes, excepto el primero.. El concierto estaba previsto a las 20.30 h, aunque la organización había anunciado que una hora antes se apagarían las luces del recinto. No sucedió. La única sorpresa a las 19.30 h era descubrir que el escenario, con forma de dodecaedro, estaba situado en el centro de la pista. Esa plataforma estaba rodeada por una especie de jaula de siete u ocho metros de alto formada por paneles móviles, sobre la que se proyectaban imágenes a modo de pantalla. Era un escenario en el que ofrecerse, pero también un refugio protector.. Su música con ambiciones de trascendencia y actitud experimental se construyó combinando rock, psicodelia, punk, electrónica de sintetizadores y pop. Algunas de las canciones de Radiohead son kung-fu y otras son judo, y algunas veces son taichí. Y así mismo se fueron sucediendo las emociones en esta experiencia apoteósica: a sacudidas, en picos de sierra, a un volumen demencialmente alto (parte del público de pista se ha quejado porque el sonido les llegaba saturado), con un arranque de contrastes desde la ambiental Let Down a las súper enérgicas 2+2=5 y Sit Down. Stand Up.. No faltaban las sorpresas, aunque en realidad la primera se la había llevado la prensa. No se permitió la entrada de fotógrafos y los periodistas acreditados tenían prohibido hacer fotos con sus móviles. Que los fotógrafos no se puedan acreditar es algo que vamos sufriendo de vez en cuando en grandes giras internacionales (de Ed Sheeran a Kendrick Lamar, pasando por Billie Eilish), pero que se «prohíba» hacer fotos a los periodistas es insólito y, sobre todo, innecesario, pues las fotos que se pueden tomar desde la grada lateral serían muy probablemente, mmm, impublicables.. Estas son canciones de hace 20 y 30 años, catarsis que llegan de otro mundo, de otra realidad. Radiohead, y muy particularmente Thom Yorke, odian intensamente la nostalgia, por eso la principal amenaza de esta gira es que el grupo reapareciera como un tributo de sí mismo que aprovecha el interés de una nueva generación de oyentes (una generación que de manera frecuente siente que no hay casi nada que no haya conocido tiempos mejores). Esa va a ser su principal lucha en la gira: hacer sonar actuales sus viejas canciones sin llegar a desfigurarlas, como sí han hecho en una versión densa e hipnótica de The Gloaming o un Karma Police reducido a himno estridente y crudo de despedida.. Al contrario que Oasis, Radiohead ya han anunciado que no tocarán el mismo repertorio noche tras noche. Este martes han interpretado las canciones aún más afiladas y feroces que en las grabaciones, tan radicales como una vertiginosa Weird Fishes/Arpeggi, una deconstruida Everything In Its Right Place, una muy rítmica The National Anthem (un segundo batería los ha impulsado toda la actuación), que transportaba como si te despejaran un sendero en la cabeza, una brutal Idioteque y una espasmódica, casi rapeada, Fake Plastic Trees. Baladas icónicas como No Surprises o Subterranean Homesick Alien sí han sonado tal como la gente las lleva tatuadas.. La música de Radiohead representa la extrañeza, la sensación de amenaza y el dolor del individuo en un mundo que parece un rompecabezas sin solución; son canciones angustiadas sobre la alienación y la deshumanización en una sociedad hiper tecnológica dominada por la corrupción moral y política que hoy tienen la resonancia de un presagio lúcido. Su generación los sigue considerando un mito irrenunciable y dos nuevas generaciones de adolescentes y treintañeros sin motivos para el optimismo han conectado con ellos y contemplan su música como algo legendario. Todos ellos se han mezclado esta noche en Madrid, donde el grupo no actuaba desde 2003.. El afán de estas canciones de alta intensidad emocional siempre fue comunicar y compartir sentimientos complejos y transportar al oyente. El elemento de conexión siempre ha sido muy importante para Thom Yorke, quien tras un comienzo tímido no ha parado de bailar e interpretar borboteando en su propia marmita del carisma.. Tras un largo descanso, muchos grupos se dan cuenta de que, cuando quieren volver, alguien ya ha ocupado su lugar, y que si conquistar un espacio es difícil, recuperarlo es mil veces más difícil. ¿Le preocupa eso a estos cinco señores de Oxford camino de cumplir 60? Sobre el escenario del Movistar Arena de Madrid solo parecían interesados en recuperarse a sí mismos. Y, diablos, vaya si lo han conseguido.
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