Cinco años después de su muerte, el autor de ‘La sombra del viento’ sigue siendo el escritor español más leído del mundo. Sus últimas traducciones han llegado a Kurdistán, Etiopía o Mongolia. Leer
Cinco años después de su muerte, el autor de ‘La sombra del viento’ sigue siendo el escritor español más leído del mundo. Sus últimas traducciones han llegado a Kurdistán, Etiopía o Mongolia. Leer
A la sombra de un ángel de piedra, entre melancólicos cipreses y vistas al mar, el dragón que Gaudí forjó en hierro para la puerta del Jardín de las Hespérides custodia la tumba de Carlos Ruiz Zafón (1964-2020). Alado y con las fauces abiertas, el dragón grabado en un negro brillante contrasta con el mármol de la lápida, coronada por una frase de Julián Carax, el escritor maldito que inventó Ruiz Zafón en su inmortal La sombra del viento (2001): «Existimos mientras alguien nos recuerda». La primera página de la novela, en un papel rugoso endurecido por el salitre y ya amarilliento pero perfectamente legible, aguanta bajo dos piedras, sin salir volando, con algunos peluches de dragoncitos, antiguas pesetas, bolígrafos y rosas secas que lectores y amigos han ido dejando en sus visitas al escritor.. Como si fuese uno de sus personajes -la enigmática y sofisticada Nuria Montfort o el apasionado y letraherido Daniel Sempere-, en la montaña de Montjuïc yace el eterno caballero del dragón, nuestro Carlos Ruiz Zafón, arquitecto de una Barcelona de leyenda, «atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derrama sobre la Rambla en una guirnalda de cobre líquido» (así empieza la novela) y que esconde uno de los escenarios más fascinantes de la literatura: el Cementerio de los Libros Olvidados. Cinco años después de su muerte, el 19 de junio de 2020, sigue siendo el escritor español más leído en el mundo: después de Cervantes viene Ruiz Zafón, una expresión nada lejos de la exageración que ya se usaba en vida del novelista para describir su influencia fuera de nuestras fronteras.. Hasta su tumba es transoceánica, con las cenizas divididas entre el cementerio de Montjuïc -ese «laberinto de los muertos» que tan bien describió en sus libros (y donde condujo al joven Daniel para buscar pistas sobre Carax)- y el Hollywood Forever Cemetery de Los Ángeles, la ciudad que escogió para vivir en los años 90 y donde falleció a los 55 años de edad a causa de un fatal cáncer. Pero el legado de Carlos Ruiz Zafón continúa más vivo que nunca, con 50 millones de libros vendidos alrededor del globo, 52 traducciones oficiales y nuevas ediciones en países cuanto menos sorprendentes: Mongolia, Etiopía o, la última, en Kurdistán.. El escritor en 2011, haciendo volar plumas.CARLOS GARCÍA POZO. «En Serbia también es un pequeño fenómeno», apunta como curiosidad la agente literaria Hilde Gersen de la Agencia Antonia Kerrigan, que le representa desde el año 2000, cuando aún era un autor encasillado en la novela juvenil que había ganado el Premio Edebé por El príncipe de la niebla -de la que hizo una trilogía- y acababa de publicar Marina (1999). «Actualmente, tenemos 52 idiomas bajo contrato pero seguro que circulan traducciones no autorizadas en países que desconocemos y que no forman parte del Convenio Internacional de Copyright [también llamado Convenio de Berna, en vigor desde finales del XIX, con cerca de 180 Estados adscritos]».. El que fuera el despacho de Antonia Kerrigan, mítica agente de Barcelona fallecida en 2023, también es un tributo a Karlos Ruis Safon (así se escribe en serbio), con una estantería triple, de pared a pared, repleta de las más insólitas traducciones: están las bellísimas ediciones italianas que simulan tomos antiguos, la aún más preciosista The Shadow of the Wind en el cofre ilustrado de The Folio Society (a 105 libras), ediciones de lujo limitadas a 250 ejemplares o rarezas como la tetralogía china con sus portadas gótico-esotéricas y un poco kitsch.. «La acogida internacional fue extraordinaria. Ahí es donde reside la verdadera excepcionalidad de la obra de Carlos. Alcanzó el número uno en ventas en numerosos países, donde le consideran casi como un autor nacional, como en Alemania u Holanda: hasta la librería del pueblo más remoto tiene sus libros», explica Gersen.. Y aporta unas cifras inauditas para un autor español: «Resulta difícil establecer con exactitud cómo se dividen las ventas en el extranjero y en España. Pero podemos decir que, grosso modo, sólo alrededor del 15 % de las ventas corresponde al mercado español y el 85 % restante proviene del extranjero. Si contamos la lengua española también en el ámbito latinoamericano la proporción se acerca al 20%-80%».. Por eso se dice que después de Cervantes viene Zafón, encumbrado por la crítica de todos los países, que le definió como un clásico contemporáneo (Daily Telegraph), irresistible y erudito (Le Figaro), una mezcla entre García Márquez, Umberto Eco y Jorge Luis Borges (New York Times) o el Dickens de Barcelona (Corriere della Sera). Una de las críticas que más ilusión le hizo, recuerda su agente, fue la de Stephen King, que recomendaba su lectura en su tribuna del Entertainment Weekly:«Si alguien pensaba que la auténtica novela gótica había muerto en el siglo XIX, este libro le hará cambiar de idea. Una novela llena de esplendor y de trampas secretas donde hasta las subtramas tienen subtramas».. Carlos Ruiz Zafón ante su multitudinaria cola de firmas en el Sant Jordi de 2008.. «Es un caso único, un fenómeno que difícilmente se volverá a repetir», concede Gersen. «La mayoría de los autores -sean españoles, franceses o italianos- que tienen éxito en el extranjero, venden porcentualmente mucho más en lengua propia», resalta. En la mesa donde lucen algunos de los best sellers que representa la agencia (que son muchos: María Dueñas, Eva García Sáenz de Urturi, Javier Sierra, Juan Gómez-Jurado…) asoma una foto en blanco y negro de Ruiz Zafón con un elegante sombrero de copa y un foulard, muy gentleman, con Kerrigan y Gersen en un pub de Londres. «Era una de sus ciudades preferidas. Vivió ahí un verano y tuvo de vecino a Eduardo Mendoza», recuerda esta última.. Otra conexión barcelonesa. Porque si alguien ha contribuido a fundar el imaginario literario de la ciudad desde la Exposición Universal de 1888 ese ha sido Mendoza, con La ciudad de los prodigios y La verdad sobre el caso Savolta. Pero la de Zafón era otra Barcelona, gótica y victoriana, llena de dragones de piedra, con una niebla y una lluvia muy londinenses.. «Paseando por Londres también veía dragones por todas partes», ríe Emili Rosales, mucho más que su editor. La amistad entre ambos fue tal que Zafón le convirtió en uno de sus personajes: Émile de Rosiers Castellaine, director de Éditions des Lumières, «poeta y escritor a ratos libres». Fue la voz de Rosales la que le despertó hace 25 años, en plena madrugada en Los Ángeles, para decirle que Planeta editaría el manuscrito que un tal Julián Carax -ese fue su pseudónimo- había presentado al Premio Fernando Lara de Novela en el 2000. La sombra del viento no ganó, pero el jurado recomendó vivamente su publicación a través de su autoproclamado presidente, Terenci Moix (Rosales le imita levantando teatralmente los brazos, con esa pasión tan Terenci y un imperativo «tenéis que publicarla»).. En mayo de 2001 llegó a las librerías, iniciando una tetralogía monumental que se cerraría en 2016. Más de 2.600 páginas. Una «Sagrada Familia literaria» en palabras de Rosales-Rosiers. Y es que la saga del Cementerio de los Libros Olvidados tiene algo de catedralicio, de biblioteca clandestina, de refugio para escritores, editores, libreros y demás románticos («cuidado, tienes que ser un romántico de corazón para apreciarlo», ya lo advertía Stepheng King).. Y Zafón era un romántico. Como King. Como Gaudí.. Carlos Ruiz Zafón en 2016, cuando terminó su monumental tetralogía.ÁNGEL NAVARRETE. La sombra de viento empieza con un Daniel de 11 años al que su padre lleva de la mano bajando la Rambla, adentrándose por la calle Arco del Teatro para recorrer los angostos callejones del Barrio Chino «bajo una bóveda de bruma azul». Y el padre le advierte: «Lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie». Entonces descubre la más descomunal de las bibliotecas, la de los libros olvidados. Hay una anécdota que Ruiz Zafón contaba muy poco. «De pequeño, su familia vivía cerca de la Sagrada Familia. Carlos me explicaba que en aquella época, cuando cerraban, aún podías entrar en secreto. Él se colaba y se paseaba por ahí…», revela Rosales. Eran los años 70, ni el turismo ni la vigilancia eran los de hoy. Ni Barcelona.. En la penumbra de la travesura clandestina, la arquitectura de Gaudí marcó el ojo y la sensibilidad del escritor adolescente, que creció entre los fantásticos delirios estéticos del modernismo. Porque en la escuela, el pequeño Carlos estudió en los Jesuitas de Sarrià, un espectacular edificio neogótico al que los niños de hoy llaman el «castillo de Harry Potter» y que fue proyectado a finales del XIX por Joan Martorell, maestro de Gaudí (fue él quien le recomendó para construir la Sagrada Familia cuando dimitió su primer arquitecto, Francesc de Paula).. Ruiz Zafón no sólo describe su antiguo colegio en Marina sino que hizo a Gaudí protagonista de un delicioso relato, Gaudí en Manhattan, en el que imagina un viaje que nunca fue. Con su prosa plástica, no cuesta nada ver la silueta de Gaudí recortada en la cubierta de un transatlántico rumbo a América, mirando el atardecer y diciendo: «Esto sí que es arquitectura, hecha de vapor y de luz». Vapor y luz, la materia con la que Zafón construyó su literatura. Publicado inicialmente en La Vanguardia, Gaudí en Manhattan apareció en la compilación póstuma de cuentos dispersos -además de cuatro inéditos- La Ciudad de Vapor (2020). «Amplía el universo zafoniano. Los cuentos aportan muchas claves de lecturas, son complementarios a La sombra del viento», señala Rosales.. ¿Queda algún otro inédito? ¿Puede aparecer un manuscrito olvidado en un cajón? «Rotundamente no», asegura Rosales en el bar del Hotel Neri, junto a un gran ventanal que da la plaza con «su fuente que parece susurrar historias» y a la iglesia de Sant Felip Neri, con la fachada barroca en la que aún se aprecian las «heridas por la metralla» del bombardeo de 1938, en plena Guerra Civil. Este es un escenario profundamente zafoniano, al que se llega adentrándose por el enjambre de callejuelas del Gótico. Aquí vivía Nuria Monfort, el amor de Julián Carax, a la que Daniel visita con frecuencia. En la placa de la plaza alguien ha colocado una pegatina que la rebautiza como Plaça Nuria Montfort. «Lo quitan y lo vuelven a poner», dice Rosales. «Eso demuestra el nivel de identificación de la gente y de la ciudad con la novela».. Rosales toma un sorbo de tónica y con aires de personaje literario, el Rosiers más poeta, susurra: «El Cementerio de los libros Olvidados era una profecía que 25 años después se ha cumplido». ¿Una profecía? «Su tetralogía se erige como un símbolo de la pervivencia de los libros y de la memoria. El Cementerio de los Libros Olvidados es un icono mundial de la literatura. Se publicó en un momento en que había cada vez más dudas sobre el mundo del libro con toda la tempestad que suponía la irrupción de lo digital. No sólo han resistido, los índices de lectura crecen y los libros siguen siendo un refugio en nuestro mundo hipertecnológico», explica.. Por eso Ruiz Zafón siempre dijo no a una adaptación audiovisual. «Estos libros son lo que son, un homenaje a la palabra escrita. La adaptación sería traicionarlos, es innecesaria. No serán ni película, ni serie, ni videojuego», aseguró en la macropresentación de El laberinto de los espíritus, en la iglesia del Tibidabo, con Barcelona a sus pies para cerrar la saga. En la agencia Kerrigan, Gersen añade: «Cada día recibimos una consulta relacionada con su obra y constantemente nos preguntan por la posibilidad de una adaptación audiovisual. La respuesta siempre será la misma, respetando la voluntad del escritor: no. Es un libro sobre libros y permanecerá en papel», dice Gersen.. O en las calles de Barcelona, donde los tours zafonianos triunfan. Una recomendación: más vale hacerlo con otro libro en mano, el oficial Guía de la Barcelona de Carlos Ruiz Zafón (Planeta, 2008) del periodista Sergi Doria, que nos conduce desde las mansiones del barrio alto de Sarrià hasta los callejones perdidos del Gótico, siempre leyendo fragmentos de las novelas. Es casi como si Zafón hiciera de cicerone por la ciudad real y la imaginada.. En una de esas mansiones de la avenida Tibidabo, la Torre Macaya, Ruiz Zafón trabajó como publicista en la agencia Ogilvy. En la ficción la transformó en la Torre Aldaya, una casa encantada que hoy es un exclusivo hotel boutique, el Mirlo, con un señorial salón-biblioteca en el que, por supuesto, sobresalen sus novelas en varios idiomas. Hasta el Palace, el antiguo Ritz, tiene su propia suite Carlos Ruiz Zafón, de 150 metros cuadrados, mobiliario estilo Luis XVI y un retrato al óleo del escritor. Otro homenaje más terrenal está en la coctelería Mariposa Negra del Born, bautizada así por Marina, con una atmósfera onírica y surrealista, en la que destaca un tablón de madera con la cita Y sabré recordar lo que nunca sucedió. Igual que el Cementerio de los Libros Olvidados. Puede que nunca haya existido, pero aún lo recordamos.
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