En ‘Prohibido morir aquí’, su última novela publicada en vida, la escritora británica escribe una lograda historia sobre la vejez que combina un fino humor con la ternura y cierta crítica social Leer
En ‘Prohibido morir aquí’, su última novela publicada en vida, la escritora británica escribe una lograda historia sobre la vejez que combina un fino humor con la ternura y cierta crítica social Leer
El título original de la que fue la última novela publicada en vida de Elizabeth Taylor (1912-1975), es Mrs. Palfrey at the Claremont. Se publicó en 1971, cuando se acercaba a cumplir los sesenta. Taylor, la escritora, murió cuatro años después y dejó una novela que se publicó de manera póstuma: Blaming [Culpar]. La nueva traducción de Libros del Asteroide interviene el título: Prohibido morir aquí; la que apareció en Bruguera en 1986, de Clara Janés, se parecía más al original: El hotel de Mrs. Palfrey. Las novelas de Taylor han pasado por varias editoriales -Anagrama, Gatopardo-, esperemos que Asteroide logre llamar la atención que merece esta sensacional autora.. Prohibido morir aquí es una novela sobre ser viejo: la señora Palfrey acude al hotel Claremont, Londres, que es el lujo que pueden permitirse algunos viejos antes de terminar en una residencia rodeados de ancianos premuertos. Laura Palfrey es viuda, madre de una hija con la que se cartea y abuela de un nieto, Desmond, que vive en Londres y que nunca la va a visitar. En el hotel hay otros viejos como ella: el señor Osmond, la señora Burton, la señora Arbuthnot, además de los nuevos que entran en sustitución de los que se van.. Traducción de Ernesto Montequin. Libros del Asteroide. 240 páginas. 20,95 € Ebook: 10,99 €. Puedes comprarlo aquí.. El azar y una caída hacen que la señora Palfrey conozca a un joven, Ludo, al que invita a cenar en el hotel en agradecimiento: sus colegas lo toman por el nieto y ella no resuelve el malentendido, que irá en aumento cuando aparezca por allí el verdadero nieto. De todos modos, ese enredillo no es el centro de la novela, es más bien un aderezo; lo que importa de ese malentendido es que subraya la ambigüedad de la relación entre el joven y la señora Palfrey. Ludo quiere ser escritor, es su vocación actual, una vez abandonada la de actor. Se produce otro malentendido: dice que trabaja en Harrods porque se sienta a escribir allí, y la señora Palfrey entiende que trabaja para los grandes almacenes. Ludo se alimenta lo justo, o sea, poco, así que las invitaciones de la señora Palfrey le dan también alegría estomacal.. Elizabeth Taylor elude con habilidad y elegancia caer en tramas facilonas sobre relaciones desiguales o interesadas porque, de nuevo, no es ahí a donde quiere llegar. Prohibido morir aquí es una novela sobre la soledad y especialmente sobre la soledad de la vejez, y sobre lo difícil que es ser viejo. En una charla con Rodrigo Fresán, Martin Amis, que entonces rondaba los sesenta, recordaba una conversación con su suegra, de 82 años. La suegra de Amis le decía que la vejez no es para los débiles, a lo que él respondía que la vejez no es para los viejos, ¡hay que estar fuerte para afrontarla! Es probable que Amis leyera esta novela que funciona como desarrollo de ese hallazgo.. La escritora fotografiada por Douglas Glass hacia 1950.NPG. Los personajes, ese coro de viejos, son distinguibles y al mismo tiempo funcionan como un todo, buscando la coralidad cuando interesa: cuando van en grupo a lo que más se parecen es a los niños, comparación que también aparece en la novela. Es un coro cuyos miembros se observan hasta la vigilancia, si no fuera porque sus facultades para el espionaje están algo mermadas, pero eso no les impide crear lazos de afecto con fecha de caducidad: abandono del hotel.. El humor viene no de hacer una caricatura del deterioro físico -aunque alguna cosilla hay-, sino más bien del retrato de la vejez como espera, ese tiempo muerto es para los viejos una tortura: «En el Claremont, el domingo transcurría plácidamente. ‘Es casi como si ya hubiese pasado’, pensó la señora Arbuthnot. ‘Otro domingo robado al pabellón geriátrico. ¿Y por qué? ¿Para qué?’, se preguntó». Sin caer en la dulzura facilona ni renunciar al humor, Taylor no es despiadada, sus personajes tienen dignidad y hasta los más antipáticos despiertan ternura.
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