Juan José Millás habla sobre el perdón, la vejez, el periodismo y la traición, los temas de su nueva novela, Ese imbécil va a escribir una novela Leer
Juan José Millás habla sobre el perdón, la vejez, el periodismo y la traición, los temas de su nueva novela, Ese imbécil va a escribir una novela Leer
El imbécil de Ese imbécil va a escribir una novela (Alfaguara) no es Juan José Millás, el autor, narrador y personaje principal de la novela. El imbécil es Alberto, el alter ego de ese narrador llamado Millás. Y su diálogo, guasón y doloroso a la vez, hila los temas del libro: el perdón, la vejez, el periodismo, la traición… El mal encajar en la vida, que es, en el fondo, el tema de todos los temas.. Este libro suena a comedia pero es casi trágico. El personaje llamado Juan José Millás casi implora perdón y vive en la paranoia.. La gente me dice que se muere de risa con mis libros. Me pasa desde que escribo. Al principio me molestaba un poco. Yo pensaba que escribía cosas serias y con gravedad. Ahora veo que es un efecto secundario, una consecuencia del modo en que me acerco a las cosas. Es como lo de los efectos colaterales de los bombardeos. Me sigue sorprendiendo, pero he comprendido que tengo recursos como la ironía y el pensamiento paradójico. Bueno, las contradicciones del ser humano producen risa, una risa un poco satánica dirigida a reírnos de nosotros mismos.. Y para la gente que le quiere, ¿es usted una persona graciosa o es una fuente de preocupaciones?. En la vida no soy nada cenizo. He procurado ocultar mis angustias, he procurado ser divertido con los amigos y buscar el lado paródico de la realidad. Me gusta buscar el lado divertido de lo siniestro y a la inversa. Cada cosa tiene su contracosa. El terror y la risa. No hay nada más siniestro que una carcajada en la noche.. En este libro aparecen las hipocresías de la dictadura. ¿Ha sido importante en su vida haber crecido en dictadura?. Tuvo importancia pero no me voy a quejar porque, a cambio, vinieron años gloriosos para mi generación después. En la prensa, por ejemplo. La experiencia que viví fue impagable. En el periodismo todo lo que vivíamos era grande: grandes ideas, grandes sueldos, grandes reportajes, gente estupenda con la que trabajábamos. Viví casi 30 años en la dictadura pero los viví con la estupenda certeza de que todo iba a ir a mejor. Era una situación medio jodida pero con un horizonte de mejora cierto. Y era una sensación cojonuda. Íbamos a hacer la democracia, a hacer la revolución, íbamos a estar mejor que nuestros padres… ¿Qué joven piensa eso ahora?. ¿Y la parte de paranoia? Los amigos del personaje resultan ser confidentes de la policía.. Yo me he enterado de casos así de mayor. Ingenuo de mí, pensaba que todo el mundo era bueno. Jamás se me ocurrió pensar que alguien que se manifestaba conmigo ante los grises fuese informante. Me enteré hace poco, por alguien vinculado a la policía. Usó la palabra informante, que es un poco rara. Si hubiera dicho confidente…. Hábleme de su relación con el periodismo.. Llegué tarde al periodismo porque me gustaba tanto que me producía terror. Llegué cuando ya llevaba dos o tres novelas. En 1990 empecé con algunas columnas después de ganar el Nadal con La soledad era esto. Después llegó el reportaje que fue lo que de verdad me gustó. El reportaje es como un cuento en lo que tiene que ver con la selección del material, con cómo articulas la información. La diferencia es que en el reportaje no puedes decir que pasó lo que no pasó. El periodismo ha sido una faceta muy importante de mi vida como escritor.. ¿Se le acaba ya?. Se acaba el periodismo.. No diga eso.. Lo siento, tiene razón. Lo que pasa es que llegó la crisis y dejaron de encargarme reportajes. Era caro, lo entiendo. De vez en cuando me llamaban pero cada vez con menos frecuencia. Esta novela nació como un fracaso con el periodismo: yo no he hecho el último reportaje que cerrara ese círculo de mi vida. El motivo de la novela es que quiero escribir un reportaje para despedirme de esta parte de mi vida. El periodismo se despidió de mí y yo no pude despedirme de él.. ¿Por qué esa obsesión por cerrar los círculos?. Es una cosa muy elogiable en el ser humano. La gente va al notario para dejar su herencia en orden. Lo normal sería decir «que les den», «que se arreglen». Pues no: la gente se esfuerza por dejar la casa arreglada sin tener ningún beneficio en ello. Yo he leído mucho sobre la muerte: mucha gente agoniza pero se resiste a irse porque cree que deja cuentas sin cerrar. 100 euros a deber al panadero, cosas así. Entonces, se les acerca un hijo y les dice «está todo en orden» y se mueren tranquilos. Han quedado cosas abiertas en la vida, me doy cuenta.. ¿Y cómo le va en la tarea de cerrarlas?. Bien, me da tranquilidad.. ¿Y la gente a la que se acerca? ¿Lo recibe bien?. Bueno sé a qué gente acercarme y a qué gente no. Yo lo haría con todos. Me parece que perdonarse es la hostia. Decirnos: lo hicimos lo mejor que pudimos y ya está. Si no eres un hijo de puta redomado, lo normal es eso. Es dejar la casa en orden, lo real y lo simbólico.. «Me sorprende la resistencia que hay en el mundo intelectual al psicoanálisis». Al personaje de su novela lo perdona un cura.. Bueno, sí… Eso es un poco retórico ese perdón. Pero es verdad que venimos de la cultura cristiana y que eso incluye dos cosas difíciles de encontrar por ahí: el perdón, que es la hostia y la salvación. La idea de la salvación es acojonante.. Para bien.. Claro. Es acojonante. Me pregunto si la literatura habría intentado encontrar el lugar de la salvación cristiana.. En cambio, la psicóloga de este libro quiere acabar con el tratamiento y el paciente le suplica que no lo deje. ¿Cómo le ha ido con los psicólogos?. Me ha ido muy bien con el psicoanálisis. Psicoanálisis ortodoxo y freudiano. Me ha ido de puta madre. Llegué al psicoanálisis en una situación de desastre total. Mire, yo tiendo a somatizar. Había muerto mi madre y estaba tan enfermo físicamente que no podía creerme que no estuviera al borde de la muerte. Un internista con el que me llevé muy bien, me dijo: «Mira, Juanjo, nada justifica este cuadro sintomático». Un día parecía que me iba a morir por los pulmones, al siguiente, por el aparato digestivo… Era inhabilitante. Aquel hombre me recomendó buscar psicólogo. No me resistí nada, no competí con el analista que es una cosa habitual en mi oficio. Inmediatamente se redujeron los síntomas. Eso fue en 1988. Al año siguiente escribí La soledad era esto, de modo que el psicoanálisis fue muy liberador en un sentido creativo. Era caro pero gané el Nadal y, un día, debajo de la consulta del analista, compré lotería y gané en Navidad el equivalente de tres años de análisis. Para mí fue… Me salvó la vida. Me sorprende la resistencia que hay en el mundo intelectual al psicoanálisis. Hay un miedo a que te quite la energía creativa. Es lo contrario, potencia asociativa.. A su personaje le atormenta la idea de que escribir novelas es una tontería.. Ese es un tema muy serio aunque esté escrito como algo paródico. Mi primera novela es de 1975 o sea que nací a la literatura en los años del experimentalismo. Había una presión enorme. Si un crítico decía que la novela era lineal o si decía que era costumbrista, estabas jodido. No había otro realismo que fuera posible más que el costumbrista. Si el crítico decía las dos cosas, «la novela es lineal y costumbrista», mejor retírate. Escribí mi primera novela y gané el Premio Sésamo. Y vi con terror que se entendía. Eso no se podía soportar. La titulé Cerbero son las sombras, que no significa nada, para que colase como experimentalista. Yo buscaba tener mi voz pero era sensible a las presiones.. ¿Qué presiones?. Piense en la pintura. Usted visita a un amigo y ve que tiene en su casa cuadros figurativos excelentes. Y está muy bien. Luego visita a otro amigo y resulta que tiene cuadros abstractos igual de excelentes. Ya sabe cuál es el verdaderamente listo de los dos amigos. Yo he intentado llegar a un acuerdo entre abstracción y figuración porque hay una constante de tensión entre esos dos enfoques. Estuvo el naturalismo y después estuvo la deshumanización del arte de Ortega. Luego estuvo la novela social que se presentaba como un arma de combate contra el franquismo. Oye, te atacaban por todos lados si no sacas a un obrero que vaya contra la dictadura. Eras un diletante, sin compromiso… Estás jodido. Y luego apareció el experimentalismo. Yo nací con esa presión. Después, en la búsqueda de mi voz me fui desligando de ella. Sé que en el experimentalismo hay cosas muy interesantes, no soy idiota del todo. Pero siempre me queda esa cosa, ese alter ego que me sigue y que me dice «deberías haber intelectualizado más». En esta novela intento reconciliarme con esa voz. Yo sigo pensando que la reflexión es el motor de la novela. Una novela sin reflexión se deja en el tren después de leerla. Pero el intento es que fuera un exudado. Es como el coche bueno en el que ignoras al motor porque no se oye ni vibra. Que estuviera encapsulada.. ¿Cuántas novelas ha publicado?. No lo sé. Me parece que llevo 50 libros. Pongamos que 20 novelas.. ¿Cuántas le gustan?. No funciona exactamente así la cosa. Uno coge perspectiva y entiende que las novelas son piezas en un puzle y que todas tiene su lugar. Por ejemplo, La piel mojada fue una novela menor, de encargo para una colección juvenil. Luego entró en el circuito de las recomendaciones escolar y llevará 800.000 ejemplares vendidos, pero es una novela menor. Bien, pues sin ella, no habría escrito El desorden de tu nombre y nada hubiese sido lo mismo. La piel mojada me permitió romper muchos corsés y avanzar en mi voz. Como pensé que nadie la iba a criticar, la escribí sin presión y me di cuenta de que tenía algunas dotes para la ironía que no había aprovechado antes. No me había atrevido.. ¿Está satisfecho con el conjunto? ¿Diría que ha hecho buenos libros para el equipaje que le tocó?. Si viera de dónde vengo… Me da un poco de pudor responder a eso. No tengo gran afecto por mi obra. Jamás me he releído, ni se me ocurre pensar en la posteridad. Me llega una reedición y pienso: «joder, me alegro de cobrar los derechos de autor pero me siento un poco impostor». Me entrevistaron en TVE el otro día y me pusieron una entrevista mía de 1977, con 28 años en un programa que se llamaba Encuentros con las artes y las letras. Lo vi y sentí un malestar profundo. Pobre chico, hablando del absurdo en la tele. Era una presión enorme. Salir en la tele era la única manera que tenía de que mis padres me tomaran en serio. Freud habla de lo siniestro, dice que lo siniestro es volver a vivir en casa de tus padres y sentí que todo es simultáneamente familiar y ajeno. Esa incomodidad fue lo que sentí ante la entrevista. No me avergüenzo de nada que he publicado. De lo que he escrito sí, entre otras cosas, porque fui fumador de hachís mucho tiempo y tenía esas iluminaciones a menudo. Pero de lo que he publicado no me avergüenzo.. Su libro también habla de ser viejo. ¿Qué tal estar al borde de los 80? ¿Es más o menos lo que esperaba?. Jamás pensé que llegaría a esta edad así. Esta era una edad provecta. Mi padre a esta edad era un señor en un sofá, viendo Telecinco, acabado. Me asombra lo bien que estamos. todos los días camino y vuelvo con un chute de energía increíble. Nuestros padres vivieron una vida escasa; nosotros hemos vivido tres vidas.
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