En los ensayos de ‘Papel negro’ el escritor enlaza sus inquietudes culturales y vitales con una manera de entender nuestra época, y defiende la experiencia y el testimonio, propio y ajeno, como ancla para nuestra actitud ante el mundo Leer
En los ensayos de ‘Papel negro’ el escritor enlaza sus inquietudes culturales y vitales con una manera de entender nuestra época, y defiende la experiencia y el testimonio, propio y ajeno, como ancla para nuestra actitud ante el mundo Leer
«La sensibilidad es un rasgo de mi equipamiento ético». Teju Cole (Kalamazoo, Míchigan, 1975) realiza esta afirmación en uno de los textos que se recogen en Papel negro, y la frase viene a resumir el sentido de esta colección de ensayos y artículos. A lo largo de sus páginas, el escritor nigeriano-estadounidense reflexiona sobre pintura, fotografía, literatura, cine; y también sobre la crisis migratoria en Europa y en Norteamérica, sobre la política estadounidense en la era de Trump y sobre el legado del colonialismo en Oriente Medio.. El autor escribe, además, acerca de sus viajes y sus recuerdos, de lo que le cuentan amigos y desconocidos y lo que le señala -a veces de forma inesperada- su propia conciencia. No asistimos sólo al despliegue de una mente especialmente inquieta, que desea reflexionar sobre cuestiones muy diferentes. Tampoco estamos sólo ante una nueva muestra de que Cole es un escritor excelente -lo que ya demostró en su portentoso Ciudad abierta (2011), y ha venido confirmando desde entonces-. El verdadero valor de este libro está, más bien, en descubrir cómo se relacionan esas inquietudes culturales y vitales con una manera de entender nuestra época, y de posicionarse ante ella.. Traducción de Miguel Temprano García. Acantilado. 304 páginas. 22 €. Puedes comprarlo aquí.. El ensayo inicial es el que mejor ejemplifica este proyecto. También es, directamente, el mejor texto del libro. Cole hace un viaje por Italia siguiendo la estela del último Caravaggio, el que huyó de Roma tras matar a un hombre en una pelea y luego erró por Nápoles y Sicilia. La experiencia que supone ver sus últimos lienzos se entremezcla con las impresiones que provocan en Cole las plazas, los mercados y los muelles; lugares donde se manifiestan las consecuencias de la crisis migratoria.. Pronto le queda claro que «ya no podía separar mi investigación de los años que pasó Caravaggio en el exilio de lo que estaba viendo a mi alrededor en la Italia contemporánea: el mar era el mismo y la sensación de peligro coincidía». Cole habla con varios inmigrantes africanos, y estos le cuentan las extraordinarias odiseas que les han llevado desde Gambia hasta Siracusa, desde Bangladesh hasta Pozzallo. La Libia actual ocupa un lugar destacado -y terrible- en esos viajes; también lo hacen las mafias de traficantes de personas. Siempre atento a las huellas invisibles del horror, Cole no pierde de vista que el haber sobrevivido a esos viajes, incluso si es para afrontar luego extraordinarias penurias, ya es un milagro. Cuando se entrevista con dos personas que han sido rescatadas de una balsa, no deja de pensar en todos aquellos que no tuvieron la misma suerte.. Los paralelismos que Cole traza entre la sensibilidad del último Caravaggio y las experiencias de estos migrantes pueden parecer un poco forzados, pero le permiten alcanzar un tipo de epifanía que resulta relativamente habitual en sus obras. En realidad, no le interesa tanto el contenido de la epifanía como la experiencia de la epifanía en sí, el hecho de que «un cuadro pintado por alguien en un país lejano hace cientos de años, […] salta del pasado para darte -a ti- un toque de atención sobre el presente, […] para despertar una conciencia de tu propio ser en el acto de experimentar algo que está mucho más allá del alcance del lenguaje, algo sin lo que no querrías vivir». Precisamente, otro de los textos del libro reflexiona sobre la epifanía como recurso literario, y sobre el uso que de él hicieron Joyce, Woolf o Sebald. Cole explica que esto ha influido tanto en su propio estilo como en su manera de relacionarse con el mundo.. Teju Cole en Ramala, Cisjordania, en 2018.Rob Stothard. El diálogo de Cole con sus autores predilectos va más allá del comentario de texto. Si los pasos de Caravaggio le llevan al sur de Italia, el deseo de rendir homenaje a Edward Said le lleva a cuatro ciudades distintas: Nueva York, Ramala, Beirut y Berlín. Pero Cole no viaja sólo para seguir las huellas de sus héroes artísticos o intelectuales; también viaja a la frontera entre México y Estados Unidos para conocer de primera mano el proceso que tanto ha marcado la sociedad y la política estadounidenses de los últimos años.. Ahí, nuevamente, intenta acercarse tanto a las penurias de los que han sobrevivido como a los fantasmas de los que no. Una visita al forense del condado de Tucson, por ejemplo, le permite contemplar los cadáveres de quienes murieron en el desierto. El estilo lacónico de Cole brilla especialmente en estos momentos, cuando le bastan un par de frases descriptivas para asomarnos al horror: «Muchos nunca serán identificados, sus cadáveres estaban demasiado desfigurados por las aves de rapiña, los perros salvajes, por el sol, el viento y la lluvia. Ese día, en la oficina del forense del condado, hice una fotografía de las hileras de muertos queridos sin reclamar».. Algunos de los textos recogidos en este libro (como Dos elegías y el epílogo, titulado precisamente Papel negro) son fragmentarios y crípticos. Otros se ajustan a las pautas del artículo o el ensayo breve. En ambos casos, sin embargo, encontramos muestras de la importancia que Cole otorga al testimonio. Al que le brindan otros y al que puede brindar él. Quizá este sea el asunto sobre el que más se vuelve en los muy diversos textos reunidos en Papel negro: qué se puede hacer con la experiencia humana, sobre todo cuando esta nos permite asomarnos tanto al horror como a la belleza. Cole insiste en tenerla en cuenta e incluso en usar esa experiencia como ancla para nuestra actitud ante el mundo. Los textos sobre el auge de Trump y la sociedad estadounidense actual, por ejemplo, no buscan convencer o explicar tanto como intentan perfilar una postura individual.. Cole es uno de esos autores con cuyos análisis uno puede discrepar -incluso fuertemente- sin que esto le impida disfrutar y aprender de su escritura. En primer lugar, por la amplitud de sus intereses. En segundo lugar, por la sobria intensidad de su estilo. Y, en tercer lugar, por la autoexigencia ética desde la que habla, por ese deseo que se vislumbra en las páginas de Papel negro de responder a un mundo en el que hay tanta injusticia, tanto dolor, tantas penurias.
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