Con ‘Proust, novela familiar’ la historiadora va mucho más allá de unas memorias aderezadas con crítica literaria: demuestra que vida y ficción se necesitan, se explican, se nutren mutuamente Leer
Con ‘Proust, novela familiar’ la historiadora va mucho más allá de unas memorias aderezadas con crítica literaria: demuestra que vida y ficción se necesitan, se explican, se nutren mutuamente Leer
¿Puede la literatura ser emancipadora? El caso de Laure Murat (Neuilly-sur-Seine, 1967) es paradigmático. Una novela puede interpelarnos de muchas maneras, pero En busca del tiempo perdido brindó a esta crítica de arte francesa «el inmenso consuelo» de descubrir la verdad sobre sus orígenes -una doble ascendencia aristocrática que le proporcionó una infancia extraordinaria en el seno de una tribu obsoleta- de una manera «muchísimo más exacta e irrefragable que la Historia».. Traducción de María Teresa Gallego y Amaya García Gallego. Anagrama. 288 página. 19,90 € Ebook: 10,99. Puedes comprarlo aquí.. El porqué es tan simple como excepcional: Proust escribió sobre un mundo cuyos códigos conocía profundamente. Dio vida a personajes inspirados en sus antepasados -algunos incluidos con sus nombres reales- y diseccionó, con bisturí implacable, aquel teatro de apariencias, privilegios anacrónicos y jerarquías frívolas. Murat se adentra en sí misma de la mano de la célebre heptalogía para comprender la ruptura radical que decidió en su juventud, al no encajar en un círculo dorado donde se le reservaba un destino prefijado: casarse y tener hijos. «No tengo hijos, no estoy casada, vivo con una mujer, soy profesora universitaria en Estados Unidos, voto a la izquierda y soy feminista», afirma. «Para el medio del que procedo, es una acumulación de cargos más que excesiva».. ¿Y cómo surtió Proust ese efecto de revelación en ella? De dos maneras. La primera fue dando profundidad a sus recuerdos, porque «las escenas leídas (…) resultaban infinitamente más auténticas que las escenas vividas». Murat recurre a un término científico para describir esta sensación, la sublimación inversa, que es el paso directo del estado gaseoso al sólido. Lo que haría la «forma proustiana» es dar sentido (solidez) a esa vacuidad (gaseosa): «la literatura aportaba consistencia, densidad y masa donde solo reinaban una pantomima sin propósito y una secuencia de escenas chics desprovistas de sustancia e interés».. El retrato que Murat hace de esa esfera familiar que abandonó es despiadado, pero no exento de afecto, en especial hacia su padre, una figura solitaria con curiosidad intelectual. Aun así, concluye con rotundidad que «nacer y crecer en ese entorno significa tener de entrada una minusvalía cognitiva grave». La segunda revelación proustiana fue la de tomarse en serio su homosexualidad.. Con Proust, novela familiar Murat va mucho más allá de unas memorias o una autobiografía aderezada con crítica literaria: demuestra que vida y ficción se necesitan, se explican, se nutren mutuamente. Su libro es también una elegía y un ajuste de cuentas. Pero, sobre todo, es una prueba luminosa del poder de la literatura para reordenar el mundo interior, abrir grietas en la herencia y encontrar, en lo leído, lo que a menudo se nos niega en lo vivido.
Literatura // elmundo